El punto de partida era un artículo publicado en la revista The Lancet, valorada y prestigiosa, en el año 1998. Aunque en el artículo no se llegaba a afirmar que la vacuna causara el autismo, en una rueda de prensa posterior, Wakefield alertaba a los padres y les sugería ser precavidos a la hora de vacunar a sus hijos. En esa misma rueda de prensa, proponía que en su caso, era mejor usar vacunas monovalentes, contra cada tipo de virus.
En un mundo con un diagnóstico cada vez mayor de casos de autismo, con una mayor sensibilización y un mejor conocimiento mediático y social, las declaraciones de Wakefield tuvieron un gran impacto, hicieron que un número muy importante de padres no vacunara a sus hijos y lanzó un movimiento anti-vacunas. El resultado fue una serie de brotes de enfermedades que no tendrían porqué haber sucedido. Varios niños murieron. NO tenía porqué haber sucedido.