- ¡Feliz navidad, cerebro!
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Las personas que dejan volar sus pensamientos de forma frecuente, con independencia de lo que están haciendo, tienden a sentir menor felicidad que aquellas que centran su atención
Divagar a veces puede ser divertido e incluso puede estar asociado con la creatividad, pero cuando esta conducta se transforma en la regla en lugar de la excepción o resulta muy exagerada, el “vagabundeo mental” puede llegar a ser contraproducente.
Una investigación de la Universidad de Harvard, en Cambridge (EE. UU.) dirigida por Matthew Killingsworth y Daniel Gilbert, sugiere que las mentes que divagan suelen pertenecer a individuos más infelices. Los investigadores estadounidenses han desarrollado una aplicación (software o programa informático) para el teléfono inteligente iPhone, con el objetivo de crear una gran base de datos con información sobre los pensamientos, sensaciones y actividades de una amplia variedad de personas en su quehacer cotidiano.
La creatividad es muy similar a la locura, dicen científicos que han estado estudiando la forma en la que opera la mente
Imágenes del cerebro revelan asombrosas similitudes en los procesos neuronales de las personas altamente creativas y aquellas que padecen de esquizofrenia.
Ambos grupos carecen de importantes receptores que se emplean para filtrar y canalizar el pensamiento.
Los patrones de actividad neuronal permiten saber en qué piensan los humanos.
Un equipo de científicos ha conseguido “leer” la mente humana con una exactitud del 80%. Lo han conseguido identificando patrones de actividad neuronal relacionados con tareas mentales como recordar o leer, lo que les permitió saber lo que hacían los participantes en un estudio antes, incluso, de que éstos fueran conscientes de lo que hacían. Los resultados obtenidos sugieren que las funciones cognitivas no están relacionadas con áreas concretas del cerebro sino más bien con patrones de actividad neuronal que se extienden por toda su superficie. Asimismo, estos resultados podrían servir en un futuro para comprender mejor las funciones mentales avanzadas, como el razonamiento abstracto, y para desarrollar diagnósticos precoces para trastornos mentales, como el autismo o la esquizofrenia.
Tratar de reprimir un pensamiento incrementa las posibilidades de que éste regrese
Las visiones parecen provenir de las «cañerías» de nuestro cerebro durante los peores momentos posibles, durante entrevistas laborales, una primera cita, una importante cena de trabajo. ¿Qué pasaría si empiezo una guerra de comida con los hors- d´oeuvre o me río del tartamudeo del anfitrión?
«Ese simple pensamiento es suficiente -escribió Edgar Allan Poe en El demonio de la perversidad , ensayo acerca de impulsos indeseados-. «El impulso progresa a un querer; el simple querer, a deseo; el deseo, a un anhelo incontrolable.»
Agrega: «No hay pasión en la naturaleza tan demoníacamente impaciente como la de aquel que, tiritando al borde del precipicio, considera la idea de la caída, o la del que medita sobre la pregunta: «¿Estoy enfermo?»».
En algunos pocos casos, la respuesta puede ser afirmativa. Pero la gran mayoría de las personas rara vez, si alguna, actúa a partir de estos impulsos. Y estas rudas fantasías de hecho reflejan la actividad de un cerebro sensible y socialmente normal, sostiene un trabajo publicado la semana última en la revista Science.
Esta entrevista fue concedida al periodista George Sylvester Viereck en 1926 en la casa de Sigmund Freud en los alpes suizos.
Se creía perdida pero en realidad se encontró que había sido publicada en el volumen de «Psychoanalysis and the Fut», en New York en 1957.
– S. Freud: Setenta años me enseñaron a aceptar la vida con serena humildad.
Quien habla es el profesor Sigmund Freud, el gran explorador del alma. El escenario de nuestra conversación fue en su casa de verano en Semmering, una montaña de los alpes austríacos. Yo había visto el país del psicoanalisis por última vez en su modesta casa de la capital austríaca. Los pocos años transcurridos entre mi última visita y la actual, multiplicaron las arrugas de su frente. Intensificaron la palidez de sabio. Su rostro estaba tenso, como si sintiese dolor. Su mente estaba alerta, su espíritu firme, su cortesía impecable como siempre, pero un ligero impedimento en su habla me perturbó. Parece que un tumor maligno en el maxilar superior tuvo que ser operado. Desde entonces Freud usa una prótesis, lo cual es una constante irritación para él.
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Varios investigadores han demostrado que el trabajo mental es agotador físicamente.
En un estudio inglés publicado en The Journal of Applied Physiology, reclutaron a diez hombres y seis mujeres para que realizaran un ejercicio computacional que exigía concentración, memoria y velocidad de reacción. Después, los participantes se ejercitaron en una bicicleta estacionaria hasta el cansancio. Otro día, como control, su ejercicio físico fue precedido por 90 minutos de ver documentales de autos y trenes.
Aunque no hubo diferencias significativas en las medidas fisiológicas bajo las dos condiciones, los ciclistas se cansaron alrededor de quince minutos más rápidamente después del ejercicio mental que después de ver los documentales. Aparentemente, sus pobres resultados en el ejercicio después del esfuerzo mental fueron causados por el agotamiento de sus mentes.