Los niños expuestos en su gestación obtienen ahora peores resultados. Tres informes muestran el este efecto, tanto en zonas rurales como en ciudad. A los siete años, presentan cinco puntos menos en tests de cociente intelectual.
La exposición a insecticidas organofosforados, que suelen usarse como plaguicidas en agricultura, puede tener un efecto nocivo sobre el desarrollo de la inteligencia, según muestran tres estudios realizados en la Nueva York y en áreas rurales de California (EEUU).
Los niños cuyas madres presentaban más trazas de estos productos durante el embarazo obtienen ahora, como media, peores resultados en los tests que miden el cociente intelectual u otras pruebas similares, como las que evalúan la memoria o el razonamiento perceptivo (habilidades no lingüísticas).
Las tres investigaciones, que se presentan en la revista ‘Environmental Health Perspectives’, son las primeras en seguir durante años a niños que fueron expuestos en su gestación a los compuestos tóxicos del pesticida. Todas ellas han coincidido en resaltar los efectos negativos que puede tener sobre el desarrollo cognitivo de los niños.
Los insecticidas organofosforados, como el clorpirifós o el diazidón, se emplean habitualmente para proteger cultivos agrícolas, tanto en EEUU como en otros lugares del mundo, incluida España. En EEUU, además, fueron ampliamente utilizados como pesticidas domésticos antes de 2001, cuando fueron prohibidos para este uso.
Residuos en los alimentos
La exposición prenatal registrada en estos niños fue anterior a dicha prohibición, pero el contacto con las sustancias perjudiciales puede producirse también a través del consumo de alimentos en cuyos cultivos se hayan usado pesticidas organofosforados. «Sospechamos que la exposición se debe principalmente a los residuos de pesticida en los alimentos, aunque también podría provenir del ambiente y los hogares de los agricultores», señala la doctora Brenda Eskenazi, responsable de la investigación en zonas rurales, dirigida desde la Universidad de Berkeley.
Esta experta recuerda, no obstante, la importancia que tienen los vegetales y las frutas para llevar una dieta saludable, por lo que advierte de que estos resultados no deben interpretarse como una excusa para excluir estos alimentos de la dieta. «Es muy importante no limitar la dieta, especialmente en mujeres embarazadas. Pero hay que lavar las frutas y vegetales, incluso cuando tengan piel. Si es posible, con un cepillo».
El estudio de Eskenazi y sus colegas se ha centrado en áreas agrícolas de Salinas (California) y ha encontrado trazas de pesticidas algo superiores, aunque siempre en el mismo rango, a las obtenidas en Nueva York, en sendos estudios realizados por el Hospital Mount Sinai y la Escuela Mailman de Salud Pública.
En la primera investigación, se analizó la exposición prenatal a los pesticidas de 329 niños. A los cinco años, ya se observó un deterioro del desarrollo cognitivo asociado a estas sustancias: cuantas más trazas se registraron en la orina de la madre, peores resultados se obtenían como media. Ahora, el estudio recién publicado ha confirmado este mismo efecto a una edad en la que ya es mucho más visible, y más preocupante: los siete años.
Menos puntuación
Así, un aumento de 10 veces más organofosfatos detectados en la madre durante el embarazo se corresponde estadísticamente con una reducción de 5,5 puntos en las pruebas de inteligencia que miden el cociente intelectual a los siete años. Cuando se compara a los niños que estuvieron más expuestos a estas partículas con los que menos sufrieron dicha contaminación, los primeros arrojaban resultados de siete puntos por debajo, siempre como media.
En Nueva York, el estudio realizado desde la Escuela Mailman, que ha seguido a 256 niños también nacidos antes de la prohibición, ha encontrado déficits en la memoria y el cociente intelectual asociados a las trazas de organofosforados en el cordón umbilical. Los niños que estaban en el rango del 25% superior de exposición prenatal, presentan a los siete años una media de 5,5 puntos menos en los tests de memoria, y un resultado también inferior al normal, aunque menos significativo, en cuanto a la inteligencia general.
Por último, el Mount Sinai ha obtenido resultados similares en niños de seis a nueve años, a partir de pruebas de la escala Bayley, que mide el desarrollo cognitivo y psicomotor. Este estudio, además, ha podido determinar que este efecto nocivo afecta sólo a los niños cuyas madres eran genéticamente más susceptibles a los organofosfatados (porque les costaba más metabolizar sus compuestos perjudiciales). Este resultado confirmaría que la asociación estadística responde a la causa prevista: la exposición a los pesticidas.
Los autores también han destacado, además, la coincidencia entre los tres estudios: «Hay similitudes definitivas entre nuestros hallazgos, las cuales, consideradas en conjunto, obligan a una cuidadosa consideración [de los efectos del pesticida]», comenta la doctora Stephanie Engel, que ha dirigido la investigación del Mount Sinai.