La sala de espera del hospital Pérola Byington muchos días parece una guardería. Niñas juegan sobre los fríos pisos de mosaico o se mecen de forma hiperactiva en sillas de plástico, mientras que sus madres miran fija y pensativamente el indicador digital rojo en la pared, que señala su lugar en la fila.
Ésta es una clínica de salud para mujeres, especializada en tratar a víctimas de la violencia sexual. De los quince casos de este tipo que el hospital atiende en promedio cada día, casi la mitad involucra a niñas menores de doce años.
Aunque gran parte de Brasil se sintió indignada por el caso de una niña de nueve años que abortó a gemelos el mes pasado, tras afirmar que su padrastro la violó, su suplicio era bastante familiar en la clínica.
La historia de violación y embarazo de la niña aparentemente tomó a la nación por sorpresa y reavivó un tenso debate sobre los derechos reproductivos en un país con más católicos que ningún otro. Pero médicos, trabajadores de clínicas y otros expertos afirman que el caso es sinmático de un problema generalizado de abuso sexual a niñas menores de edad.
«Desafortunadamente, esto se está vollviendo cada vez más común», indicó Daniela Pedroso, psicóloga que lleva once años trabajando en la clínica.
Con un peso de sólo 36 kilos y apenas 1,20 metros de estatura,la niña de nueve años, Alagoinha, poblado en el noreste, se sometió a un aborto a las quince semanas de embarazo en uno de los 55 centros autorizados para realizar el procedimiento en Brasil. El aborto es legal en el país sólo en casos de violación o cuando la vida de la madre está en riesgo.
El padrastro de la niña fue arrestado y acusado de violarla a ella y a su hermana, de catorce años, en múltiples ocasiones, señaló la policía más tarde.
El caso ha atraído la atención a otros casos de niñas violadas por familiares, particularmente en la región más pobre del noreste dei país.
El número de abortos legales entre niñas de diez a catorce años se elevó más del doble el año pasado, a 49, comparado con 22 en 2007, informó el Ministerio de Salud. Eso fue de un total de 3.050 abortos legales realizados el año pasado en un país de más de 190 millones de habitantes. No obstante, el Ministerio de Salud calcula que alrededor de un millón de abortos inseguros o clandestinos se practican todos los años.
Las leyes de aborto de Brasil son de las más estrictas en Latinoamérica. Sólo Chile, El Salvador y Nicaragua, que los han prohibido por completo, son más severos, según el Centro para los Derechos Reproductivos.
Hace 20 años, Brasil tenía sólo un centro para realizar abortos. Hoy en día más allá de las 55 clínicas que pueden hacerlos, otras 400 atienden a pacientes que han sufrido abuso sexual. «Aún no es suficiente», dijo Beatriz Galli, abogada de derechos humanos en Ipas, organización que ejerce presión para ampliar los derechos reproductivos de las mujeres. La mayor parte de las clínicas financiadas por el estado se encuentra en capitales que pueden estar a una distancia de hasta once horas en barco.
En el hospital Pérola Byington, los médicos dijeron que los abortos muchas veces son necesarios para proteger las vidas de las víctimas de violencia sexual. De los 47 abortos realizados en el hospital el año pasado, trece de las pacientes eran menores de 18 años y todas habían sido víctimas de violación. En más del 80 por ciento de los casos, padres o padrastros cometieron el abuso sexual, afirmaron los doctores de la clínica.