El último experimento del reconocido neuroeconomista Paul J. Zak señala que bastan 10 minutos en Twitter u otra red social para que aumente nuestro nivel de oxitocina, la hormona de la empatía y los lazos sociales
Nada de raro que Twitter, una de las redes sociales más populares del momento, haya colapsado después de cada gol en los partidos más esperados del Mundial de Sudáfrica. Claro, en momentos de euforia, lo único que queremos es compartir con otros nuestra emoción y contagiarlos, una tarea que Twitter facilita enormemente. Pero lo que hoy se investiga es un nuevo efecto: cómo, lejos del estigma de aislamiento y frialdad que persigue a las redes virtuales, relacionarnos a través de éstas nos haría no sólo compartir, sino también experimentar emociones intensas.