La colaboración de la BBC y ‘Nature’ desmonta los beneficios de estos populares juegos. Se calcula que este mercado movió unos 80 millones de euros sólo en EEUU el año pasado
Seguramente no sean pocos los lectores que se hayan gastado algunos euros recientemente en regalar a algún familiar o conocido una de esas ‘maquinitas’ de entrenamiento mental que prometen beneficios para nuestro cerebro. La ciencia acaba de emitir su veredicto sobre el tema, y no tiene precisamente buenas noticias para una industria que mueve miles de millones al año. El ‘brain training’ no mejora la capacidad cognitiva, según un estudio en la revista ‘Nature’.
Los psicólogos llevan mucho tiempo estudiando la comunicación no verbal, los tonos vocales y las expresiones faciales que transmiten emoción. Un tono de voz cálido y una mirada hostil tienen el mismo significado en Tokio o Tombuctú, y se encuentran entre docenas de señales que conforman un vocabulario humano universal.
Una visión única de ocho artistas fundamentales de la modernidad


Para deleite de los entusiastas de los videojuegos, un nuevo estudio que sale del MIT ha descubierto una relación entre el tamaño de ciertas estructuras en el cerebro y la capacidad de practicar los videojuegos. Los investigadores analizaron el tamaño de regiones específicas del cerebro de los participantes mediante resonancia magnética de alta resolución. Luego, los participantes jugaron el video juego Space Fortress o Fortaleza Espacial (en la foto), un juego que hace que los asteroides parezcan una maravilla tecnológica.
Me encanta leer historia, y los estantes en mi sala están llenos de libros. El problema es que, por mucho que he disfrutado mis libros, realmente no recuerdo haber leído ninguno. Desde luego, conozco los puntos principales. Pero ¿Acaso no retuve nada más, después de subrayar todas esas partes interesantes? Es exasperante y no tan inusual para un cerebro de mediana edad: no sólo se me olvidan libros enteros, sino películas que acabo de ver, desayunos que acabo de comer, y los nombres, ¡ay! Soy pésima para los nombres.
Durante gran parte del siglo pasado, los educadores y muchos científicos creían que los niños no podían aprender matemáticas, en absoluto, antes de los cinco años, ya que sus cerebros sencillamente no estaban preparados.