La pobreza, la violencia, los abusos de los derechos humanos y otros graves problemas que figuran en la agenda mundial tienen en común la falta de respeto por normas y valores fundamentales forjados a lo largo de milenios. Cuando la codicia prevalece sobre la preocupación por la salud de nuestro planeta y de sus habitantes, cuando el apego fanático a una ideología se mantiene a toda costa y cuando se violan los derechos humanos de las personas por considerarlas de alguna forma inferiores, lo que se traiciona es el patrimonio de la humanidad y lo que se pone en peligro es nuestro bienestar futuro.
Al afrontar esas crisis debemos ocuparnos de sus causas promoviendo y defendiendo un espíritu común de solidaridad humana. A nivel mundial, esta idea puede concretarse de diversas maneras, que van desde la asistencia internacional al fomento de políticas; a nivel individual, puede manifestarse como amistad, simple e imperecedera.
La amistad es en sí misma un placer que aporta felicidad y una sensación de bienestar. La suma de lazos de camaradería en todo el mundo puede contribuir a obrar los cambios fundamentales que se necesitan con urgencia para lograr una estabilidad duradera.
Las fuerzas divisivas que intentan afanosamente socavar la paz, la seguridad y la armonía social no pueden competir con el gesto, sencillo pero poderoso, de tender una mano a quienes forman parte de nuestros círculos personales y, en especial, a las personas que están afuera de ellos. Los lazos de confianza pueden tejer una red de seguridad que nos protegerá a todos. A medida que cobremos mayor conciencia y seamos más comprensivos, lograremos fomentar la compasión y despertar la pasión por un mundo mejor en el que todos estemos unidos por el bien común.
En este Día Internacional de la Amistad, hagámonos el propósito de valorar y cultivar el mayor número posible de relaciones de afecto, que enriquezcan nuestras vidas y contribuyan a un futuro mejor.
Ban Ki-moon