Este año se cumplen 70 años desde el inicio de la era nuclear. Hace siete décadas, la Prueba Trinity desencadenó la energía de más de 20.000 toneladas de TNT y precipitó más de 2.000 ensayos nucleares adicionales.
Entornos impolutos y comunidades en zonas pobladas de Asia Central, África del Norte, América del Norte y el Pacífico Meridional resultaron afectados. Muchos nunca se han recuperado de los consiguientes daños ambientales, de salud y económicos.
Aguas subterráneas envenenadas, cáncer, leucemia y lluvia radiactiva —estos son algunos de los legados tóxicos de los ensayos nucleares.
La mejor manera de honrar a las víctimas de los ensayos es impedir que puedan volver a realizarse.
El Tratado de Prohibición Completa de los Ensayos Nucleares (TPCE) es esencial para eliminar las armas nucleares. Es un instrumento jurídicamente vinculante y verificable para limitar el desarrollo cuantitativo y cualitativo de las armas nucleares.
Transcurridos casi dos decenios después de que se negociara, ya es hora de que el TPCE entre en vigor.
Acojo con beneplácito la imposición de una moratoria voluntaria de los ensayos nucleares por los Estados poseedores de armas nucleares. Al mismo tiempo, deseo destacar que no puede sustituir un tratado jurídicamente vinculante.
En este Día Internacional, reitero mi llamamiento de larga data a todos los demás Estados para que firmen y ratifiquen el Tratado —especialmente a los ocho necesarios para que entre en vigor— como un paso decisivo en el camino hacia un mundo libre de armas nucleares.
Ban Ki-moon