Las actuales causas del ‘bullying’

El acoso entre alumnos es «la amenaza más grave que tiene nuestro sistema escolar, con lo que harían falta medidas urgentes y de choque para atajarlas», propugna Isabel Menéndez Benavente, psicóloga infantil.

Ignacio Avellanosa, director desde hace 20 años de la unidad de Psiquiatría infantil en el Hospital Clínico San Carlos de Madrid, acaba de aportar su grano de arena en esta dura batalla. Ha sacado al mercado una nueva guía (‘En clase me pegan’, de la editorial Edaf) para que padres y educadores sepan cómo detectar el «bullying» y qué pueden hacer por sus víctimas.

«No creo que se produzcan muchos más casos que antes pero sí hay una mayor sensibilidad social por el tema y más divulgación de estas situaciones. Lo que ha cambiado, por ejemplo, es la forma de hostigamiento. Ahora existe el llamado ciberacoso que hace referencia a los insultos, amenazas y persecuciones que se realizan por teléfono móvil o través del correo electrónico», aclara.

De hecho, el Observatorio Estatal de la Convivencia Escolar ha detectado en los últimos años un aumento preocupante de este tipo de hostigamiento, hecho alarmante si se valora que se trata de una forma de violencia mucho más «opaca», difícil de descubrir por parte de tutores o padres.

Teodoro Hernández, de la Universidad de Granada y uno de los especialistas españoles que más ha investigado sobre ‘bullying’ en nuestro país, defiende que «la pérdida de autoridad del profesorado y el hecho de que la estancia media obligatoria en las escuelas sea ahora hasta los 16 años (tras la aprobación de la LOGSE) pueden estar detrás de la mayor violencia en las aulas».

‘Matones y … matonas’

Tanto este especialista como el doctor Avellanosa están de acuerdo en que, además, está cambiando el perfil de los agresores. «Toda la vida ha existido el típico matón, pero no había una matona». Ahora ellas también acosan, aunque de forma distinta que los chicos: pegan menos y su hostigamiento es más esporádico.

El psiquiatra madrileño, que cada año recibe 800 pacientes nuevos en su unidad «de los que entre un 8% y un 10% son por acoso escolar», defiende que parte de la ‘culpa’ de que algunos niños sean violentos y agresivos con otros reside en la rabia que llevan dentro y que aflora sin causa aparente. «Muchos de ellos son víctimas de violencia directa o indirecta o están pasando por una situación complicada, como el divorcio de sus padres o están deprimidos o se sienten abandonados y despliegan su odio contra aquéllos que creen que son más débiles», explica.

Por este motivo parte de la ‘vacuna’ contra este problema reside en el propio entorno familiar. «Los niños y niñas que crecen en un ambiente en el que la violencia, de cualquier tipo, no es cuestionada, sino que forma parte de la relación habitual, a su vez serán violentos con más frecuencia en la relación con sus compañeros. El antídoto, por tanto, está en la educación», apunta en su libro el psiquiatra madrileño.

En el otro lado de la moneda, las víctimas. «Suelen ser niños sobreprotegidos con pocos recursos para enfrentarse a las relaciones sociales. Desgraciadamente, en muchas ocasiones son menores que tienen alguna discapacidad», opina Avellanosa.

¿Detalles sin importancia?

Y muy pocos piden auxilio. «No suelen acudir a consulta por un motivo de acoso escolar. La mayoría de los padres trae a sus hijos porque nota cambios de comportamiento y humor, están apáticos, tristes… Pero detrás de muchas depresiones, de los fracasos escolares, están soterrados los abusos en la escuela. Cuando finalmente el diagnóstico es de maltrato escolar muchos padres se quedan sorprendidos», destaca la psicóloga Isabel Menéndez Benavente que cree que la razón de este silencio reside en lo que ella denomina indefensión aprendida.

Un término que define una situación común. «La mayoría de las veces los niños comentan en sus casas que les insultan en el recreo o les pegan. Pero suele ocurrir que o les dicen que son tontos y que se defiendan o que son cosas normales, de niños. Cuando los menores no tienen respuestas dejan de emitir señales porque no van a lograr nada. De ahí el mutismo», añade.

En lo que todos los expertos están de acuerdo es en que se intenten resolver los casos en el interior de la propia escuela. Arturo Canalda González, Defensor del Menor de la Comunidad de Madrid, apoya esta postura. «Creemos en la importancia de involucrar a los propios alumnos que son espectadores y consentidores con su silencio siempre que se pueda, ya que su intervención sirve muchas veces para solventar el problema», declara Canalda González.

Cada denuncia que cae en sus manos «primero se investiga y luego se habla con todas las partes implicadas. Pero cada caso requiere de una intervención específica. Nuestras recomendaciones y actuaciones son personalizadas y tras estudiar cada caso con cierta perspectiva», agrega.

Patricia Matey | elmundo.es