La especie animal ha sido siempre considerada por su grado de inteligencia, lo que le ha permitido desarrollarse como animal social y reproducirse, en función del carácter instintivo que, de un modo u otro, vertebra a toda la especie animal. Pero más allá del instinto, hay animales que además son capaces de reconocerse a sí mismos. Al margen de los humanos, se sabe que también existen otros capaces de distinguirse mirándose en un espejo.
Historia
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La especie animal ha sido siempre considerada por su grado de inteligencia, lo que le ha permitido desarrollarse como animal social y reproducirse, en función del carácter instintivo que, de un modo u otro, vertebra a toda la especie animal.
Pero más allá del instinto, hay animales que además son capaces de reconocerse a sí mismos. Al margen de los humanos, se sabe que también existen otros capaces de distinguirse mirándose en un espejo.
Todo este conocimiento se tuvo a raíz del experimento llevado a cabo por el investigador estadounidense Gordon Gallup Jr y su equipo. A finales de 1969 decidieron emprender una investigación para averiguar qué especies animales eran capaces de distinguirse a sí mismos.
El experimento en sí no tenía mucha técnica. Una vez que se tenía listo el animal a tratar, lo ponían frente a un espejo y lo dejaban ahí durante un rato, para que éste fuera familiarizándose con esa imagen, con la posibilidad de que se pudiera darse algún tipo de interacción. Una vez pasado este tiempo, un colaborador del experimento se encargaba de entretener al animal, hacerle olvidar esa escena e imagen. Pero lo importante es que, mientras el animal era distraído, los investigadores aprovechaban para hacer una marca con un spray de color pero inodoro en la piel del animal. Acto seguido, se volvía a colocar al mismo frente al espejo.
La efectividad del experimento era clara. Si el animal era capaz de discernir que la mancha de color estaba en su cuerpo y no en la del “ente” del espejo, la prueba era evidente.
Así darían con unos resultados, a priori, claramente previsibles: sólo serían capaces de reconocerse a sí mismos los animales con un cerebro desarrollado, esto es lógicamente, los chimpancés, los monos bonobús, los orangutanes y los delfines. Después, se incluirían en esta lista otros como los elefantes asiáticos, las urracas o las orcas.
El experimento recibió diversas críticas, ya que quizás éste partía desde un punto de visto excesivamente antropocéntrico, teniendo como base y referencia última de todas las cosas al hombre. Desde esta visión un tanto especista quizás no se podía abarcar la totalidad de las aptitudes que los animales considerados como inteligentes podían tener. No podía ser concluyente una clasificación de animales con más desarrollo cognitivo en función del experimento, puesto que éste no tenía en cuenta muchos datos o especificaciones de cada animal.
Por ejemplo, un caballo es un animal de gran inteligencia pero que, concretamente de esta aptitud, carece, ya que los caballos tienen una visión estereoscópica, lo que les dificulta enfocar su vista en un espejo. Y del mismo modo que no se consideró este dato con los caballos, otras cosas no fueron tenidas en cuenta sobre los ciervos, los pulpos u otros animales de gran inteligencia.
Tal es el caso también del notable olfato de los perros, lo que hace que sean muy ávidos a la hora de reconocerse entre ellos, pero que, por otro lado, sean incapaces de hacerlo visualmente frente a un espejo. Y del mismo modo pero a la inversa, es la cuestión de las palomas. El experimento consideró, aunque con resultados un tanto dispares y difusos que las palomas, que aparentemente no se las considera muy inteligentes, son también aptas a la hora de identificarse a sí mismas.
A pesar de las críticas, este experimento fue bastante aplaudido, puesto que se dio un paso adelante en la investigación sobre los animales y su capacidades cognitivas y abstractas.
Como prueba audiovisual, aquí tenemos un documental de la NG con una serie de primates realizando dicho experimento.