En cualquier interrogatorio, los oficiales de policía que investigan un crimen tienen que hacer una decisión sumamente difícil: ¿Está siendo honesta la persona que estoy entrevistando o relata una sarta de cuentos?
La respuesta es crucial, no sólo para identificar a sospechosos potenciales y testigos creíbles, sino también para el destino de la persona que es interrogada.
Los científicos forenses han empezado a poner a prueba técnicas que esperan que brindarán a oficiales, interrogadores y otros una especie de filtro de la verdad: un método mejorado para separar las historias falsas de las verdaderas.
La nueva labor se enfoca en lo que la gente dice, no en cómo se comporta.
Ya ha cambiado el trabajo policiaco en otros países, y algunas técnicas nuevas se abren paso a los interrogatorios en Estados Unidos.
En parte, el estudio surge como respuesta a la frustración con otros métodos. En promedio, las personas que mienten no desvían la mirada en una entrevista más de las que dicen la verdad, reportan los investigadores; no se muestran inquietas, ni sudan y se sientan de manera encorvada con más frecuencia. Podrían mostrar distintos cambios fugaces en su expresión facial, señalan los expertos, pero aún no está claro que tan utíl es analizarlos.
Un principio amplio y directo ha cambiado el trabajo policiacoen Inglaterra: buscar información, no una confesión. A mediados de los años 80, tras casos de confesiones falsas, los tribunales británicos prohibieron que los oficiales utilizaran algunas técnicas agresivas, como mentír sobre evidencia, y requirieron que los interrogatorios fueran grabados. Los policías ahora trabajan para recolectar la mayor cantidad posible de evidencia antes de entrevistar a un sospechoso, y no hacen una distinción real entre dicha entrevista de investigación, como se le conoce, y un interrogatorio, explicó Ray Bull, profesor de psicología forense en la Universidad de Leicester.
«Estas entrevistas se parecen mucho más a una conversación en un bar», dijo Bull, quien, con colegas como Aldert Vrij, en la Universidad de Portsmouth, ha sido el pionero de investigaciones en este campo.
Bull, quien ha analizado decenas de cintas de interrogatorios, dijo que la policía no ha reportado una disminución en el número de confesiones ni de abusos de la justicia a raíz de confesiones falsas.
Pero los investigadores forenses no han abandonado la búsqueda de pistas verbales en los interrogatorios. Han descubierto diferencias provocadoras en el análisis de lo que la gente dice al mentir y decir la verdad.
Kevin Colwell, psicólogo en la Universidad estatal del sur de Connecticut, ha asesorado a departamentos de policía, funcionarios del Pentágono y trabajadores de protección infantil, quienes necesitan verificar la veracidad de relatos contradictorios de padres y niños. Sostiene que las personas que inventan una historia preparan un guión riguroso carente de detalles.
En contraste, la gente que dice la verdad no tiene un guión, y tiende a recordar detalles e incluso cometer errores.
Los psIcólogos han estudiado métodos para amplificar este contraste. Basado en el trabajo realizado por Vrij y Marcia K. Johnson, de la Universidad de Yale, entre otros, Colwell y Cheryl Hiscock-Anisman, de la Universidad Nacional, en La Jolla, California, han desarrollado una técnica de entrevista que parece ayudar a distinguir a las mentiras de la verdad.
La persona narra un recuerdo vívido, como su primer día en la universidad, para que los investigadores tengan una lectura base respecto a cómo se comunica. Entonces, la persona relata el suceso que se investiga, al recordar todo lo que sucedió. Luego de varias preguntas incisivas, el entrevistado describe nuevamente el suceso en cuestión, al agregar sonidos, olores y otros detalles. A eso le siguen varias etapas más.
En varios estudios, Colwell y Hiscock-Anisman han reportado una diferencia consistente: la gente que dice la verdad tiende a agregar entre 20 y 30 por ciento más detalles externos en comparación con quienes mienten.
La ciencia evoluciona rápidamente. Bull, Vrij y Par-Anders Granhag, en la Universidad de Goteborg, en Suecia, descubren que retar a la gente con fragmentos de evidencia recabada con anterioridad, introducida gradualmente durante una entrevista de investigación, aumenta la presión sobre las personas que mienten.