Antes de que Anthony «TJ» Cannata se suicidara a mediados de diciembre, el joven de 20 años subió una foto a su página de Facebook que lo mostraba con una pistola en la boca, una imagen que inquietó a los amigos y los familiares que visitaron el sitio para dejar mensajes de condolencia.
Su madre quería borrar la foto, pero pasó un mes antes de que Facebook decidiera quitarla. «Estaba horrorizada», dice Robin Cannata, de Winchester, en el estado de California.
Los perfiles en Internet se vuelven una parte cada vez más importante de la vida de muchos y esto representa un reto para familiares y amigos de alguien que fallece y deja atrás cuentas de Facebook, Twitter y correo electrónico.
En muchos países, particularmente en Estados Unidos, las leyes sobre testamentos, que definen la forma en que el pariente más cercano o el albacea tiene acceso a propiedades y cuentas bancarias, no fueron redactadas teniendo en cuenta la vida en línea. Por consiguiente, muchos legisladores han intentado abordar el complejo asunto de quién puede administrar la presencia en la web de los fallecidos y qué autoridad jurídica deberían tener.
Una propuesta en Nebraska, por ejemplo, sostiene que el manejo de los asuntos digitales de alguien después de su muerte no debería diferir mucho del de otras cuestiones no virtuales. Los expertos en derecho, sin embargo, dicen que los términos de servicio que los usuarios deben aceptar cuando se registran a los sitios de redes sociales, que normalmente determinan lo que sucede con una cuenta tras la muerte, deberían tener prelación sobre las leyes estatales.
Facebook, por ejemplo, tiene extensos acuerdos de usuario y políticas de privacidad que mencionan varias leyes estatales y federales de EE.UU. que prohíben proveer acceso a cualquier persona que no sea el dueño de la cuenta.
Cuando Facebook se entera de la muerte de un usuario, la política de la compañía es poner su cuenta en un estado de conmemoración, lo que esencialmente congela su contenido pero permite que los amigos dejen comentarios en la página. Familiares directos o el pariente más cercano pueden pedir que una cuenta sea cerrada o borrada, una medida que requiere documentos como el certificado de defunción.
No obstante, también es común que los amigos y familiares usen las contraseñas del difunto para seguir manejando sus cuentas sin el conocimiento de la empresa.
Otra empresa de medios sociales, Twitter, indica en su sitio web que puede hablar con una persona autorizada para «desactivar una cuenta». Las políticas de proveedores de e-mail varían, pero en algunos casos dan datos de la cuenta a representantes de un fallecido.
El 18 de diciembre, un poco después de que Cannata se suicidara, el novio de su madre contactó a Facebook para «reportar contenido suicida en su página», según un e-mail revisado por The Wall Street Journal. A mediados de enero, la mamá envió un correo electrónico a la compañía con un enlace a un artículo de un diario local sobre la foto. Facebook retiró la imagen el 18 de enero.
«Cuando se recibió el pedido del usuario, se tomó la medida apropiada», dijo un vocero de Facebook. «Por respeto a la privacidad de las personas que usan nuestro servicio, no podemos comentar más», agregó.
En momentos en que los legisladores estudian tomar cartas en el asunto, el vocero de Facebook Tucker Bounds dice que la empresa se está «comunicando directamente con» ellos para que «entiendan mejor el sitio y el actual conjunto de políticas». «Creemos que es importante tener conversaciones constructivas y continuas con los legisladores», agrega.
Cuando Tara Murphy, una mujer de 32 años de Eagan, estado de Minnesota, murió en agosto del año pasado, tenía una cuenta de Facebook con cientos de amigos y fotos, un sitio que sus padres deseaban administrar activamente tras su muerte en lugar de dejarlo simplemente como un lugar conmemorativo.
Sin embargo, su madre, Pam Murphy, cuenta que Facebook fue notificada de la muerte de su hija y congeló la página, quitándoles a los padres la capacidad de manejar su presencia en el ciberespacio.
Otras complicaciones surgen cuando el fallecido era menor de edad. Hace un año, cuando Eric Rash, un joven de 15 años de Crewe, estado de Virginia, se suicidó, sus padres Diane y Ricky Rash no sabían su contraseña y no pudieron acceder a su cuenta.
Buscando pistas sobre las causas de la muerte de su hijo, empezaron a hacer lobby ante Facebook para obtener su contraseña. Después de unos 10 meses de tira y afloje, la empresa les dio un CD con el contenido de la cuenta, pero no reveló la contraseña, citando sus políticas de privacidad y leyes federales respecto a ella.
La familia continúa presionando a legisladores para que cambien las reglas, especialmente en relación a los menores. «Los medios sociales han evolucionado más rápido que la ley», comenta Diane Rash.