Tanto las melodías como las letras son algunos de los componentes en muchas relaciones sexuales alrededor del mundo. Una encuesta reciente de Spotify ha puesto de manifiesto que muchas personas comparten sus gustos en cuanto a ritmos y tipos de música para su intimidad, sin distinción de género. La pregunta es entonces ¿qué tanto escuchamos música mientras tenemos sexo?
Además, uno de los resultados más sorprendentes fue el hecho de que un 40% de los encuestados aseguró que se excita más con la música que escucha que con el tacto de su compañero.
El estudio reveló además que la voz preferida por los amantes en los momentos de los precalentamientos era la de Marvin Gaye, con “Sexual Heating” y “Let’s Get It On”. Completaron las cinco primeras posiciones: Barry White con “Anything”, Serge Gainsbourg con “Je T’aime” y Kings of Leon con “Sex on Fire”, además de animar los primeros pasos con la música de Elvis Presley, Ravel, Whitney Houston, Adele o Robbie Williams. En cambio, durante el acto sexual, añadían las bandas sonoras de Dirty Dancing, Grease, Titanic y Star Wars, o canciones de ABBA, Tom Jones, Aerosmith o Tchaikovsky.
El cerebro no tiene un centro musical localizado para apreciar este arte y necesita ambos hemisferios para lograr una comprensión: la derecha reconoce la melodía, el tono, la armonía, el timbre y el ritmo; la izquierda se encarga de advertir los cambios en la frecuencia y la intensidad. Además, apreciar la música supone un circuito cerebral similar al que activamos con los recuerdos y el lenguaje y tiene que ver con la herencia cultural, ya que inconscientemente tenemos una serie de reglas tonales asumidas y una música externa siempre nos causará una extrañeza.
Este arte entendido como un lenguaje internacional puede ayudar a llenar un silencio que para muchas personas es incómodo, pero también produce una serie de respuestas cerebrales que pueden ser muy provechosas para un mejor encuentro sexual. Concretamente, el cuerpo puede liberar las mismas hormonas que con el placer de la comida, las drogas o del mismo sexo, lo que supone una relajación adicional. En función de los gustos particulares y de los géneros musicales, este arte ancestral puede disminuir los niveles de cortisol, que se asocian al estrés y al nerviosismo, o liberar las endorfinas que alivian el dolor, aunque también puede aumentar los niveles de melatonina en el cuerpo, lo que provoca sueño.
Por lo tanto, al igual que un encuentro sexual puede ser calmado o frenético, la música puede producir también situaciones muy disímiles, que pueden gustar más o menos, o nunca ser preferibles a las voces de la otra persona. En este sentido, cabe concluir que si la música puede provocar una respuesta cerebral es porque los sonidos son los que tienen esa capacidad, tanto un ruido desagradable, como la voz de alguien amado. De esta manera, la música puede mejorar un encuentro si es la opción elegida por las personas que participan en él, si su melodía ayuda a llevar un determinado ritmo o si su letra canta lo que los amantes no gozan decir.