Los niños aprenden más rápido que los adultos a usar los dispositivos digitales e Internet. Antes de aprender a hablar ya saben desbloquear la iPad y jugar con la PC. Se entrevistó a científicos, psicólogos y médicos de la Argentina, España y Francia para saber cuál es el secreto
Los padres siempre guardan en su memoria -en fotos y en algún video casero- recuerdos y momentos únicos de sus hijos, esos que atesoran y no quieren olvidar. La primera vez que balbuceó mamá y papá , cuando dio los primeros pasos tambaleantes, aquella vez que bailó alegremente al ritmo de su canción favorita.
Ahora se suman otros momentos inéditos: la primera vez que llamó a la abuela con el celular de mamá, desbloqueándolo sin ningún inconveniente; aquella vez que agarró la iPad en un descuido paterno y, para sorpresa de todos, supo cómo pasar las pantallas y hasta ampliar las fotos, o esa tarde que se puso a jugar con la Play junto a sus hermanos mayores.
¿Cómo es que los más chicos tienen esta capacidad? ¿Por qué los adultos necesitamos aprender a utilizar los equipos y ellos los usan intuitivamente, sin ayuda? Es un hecho, desde edades muy tempranas, muestran una sorprendente capacidad para el manejo de las nuevas tecnologías. «Los adultos que no hemos sido educados en esas tecnologías nos movemos entre ellas con la torpeza con la que hablamos una segunda lengua que hemos aprendido de grandes, en comparación con la fluidez con la que la hablan los niños nativos. Y es que, en efecto, las nuevas tecnologías de la comunicación actúan como una lengua: es un conjunto de prácticas regladas que producen efectos en los demás, con sus normas sintácticas y su feedback inmediato sobre el usuarios, acerca de cómo se ha desempeñado en la comunicación. Su alfabeto es un conjunto de íconos más o menos constantes, y su gramática no es más complicada que la lengua. ¿Por qué no iban a aprender los niños a utilizarlos con la misma facilidad con la que aprenden su lengua nativa?», plantea José Errasti, profesor del departamento de Psicología de la Universidad de Oviedo, en España.
Si se analiza desde el punto de vista fisiológico y neurológico, el desarrollo del cerebro necesita un equilibrio entre genética y entorno. «Todo los estímulos que tiene el medio que lo rodea estimularán y le darán forma al cerebro. Existen datos acerca de los impactos positivos que la tecnología tiene en las funciones ejecutivas, en el coeficiente intelectual, en la memoria de trabajo y de corto plazo, así como en la coordinación sensorio-motora y la velocidad de procesamiento . La preocupación tal vez pase por el exceso de tiempo frente a una pantalla, que inevitablemente implicaría menos tiempo frente a la exposición a las tres dimensiones espaciales y la utilización de los cinco sentidos», observa Claudio Gabriel Waisburg, director médico de Ineco Infantojuvenil y del Centro Infantojuvenil del Instituto de Neurociencias de la Fundación Favaloro.
En el período de desarrollo del sistema nervioso durante la vida intrauterina, la participación de múltiples genes culmina por construir una estructura altamente compleja, la corteza cerebral y los centros nerviosos subcorticales. En esta fase de construcción, los genes inducen la producción de un número de células neurales (neuronas) y circuitos en exceso, en relación con los que van a perdurar en la adolescencia y adultez.
Es decir, espontáneamente se pierde un alto porcentaje de neuronas y circuitos, perdurando los más estimulados y aquellos que naturalmente son más vigorosos para cada función. «Hay razones biológicas que intentan explicar este proceso. El niño, con esta importante sobreproducción de circuitos que recibe estímulos tempranos de distinta índole, como es el caso de la tecnología con equipos computacionales, hace perdurar aún más algunos circuitos y, por otro lado, a través del aprendizaje y la memoria los hace más eficientes», explica Roberto Caccuri, miembro del Conicet y especialista en neurocirugía y neuropatología.
Según Caccuri, en una etapa tan temprana, como ocurre en niños de 2 años, cuando se encuentran en su natural actividad investigativa del medio, al enfrentarse a una tablet -cuyos controles puede oprimir según su deseo y que a su vez es recompensado con algún cambio en el ambiente- le genera una sensación de dominio y seguridad que se incorpora como un aprendizaje mediado por memorias. «Las primeras acciones son siempre de ensayo y error. Es raro que el niño se equivoque si quiere algo en especial. Estos ejemplos pueden multiplicarse y el resultado casi siempre es similar. Desde una perspectiva psicológica, los procesos motivacionales conducen, en parte, a la reiteración. Todo esto hace que los niños cada vez más pequeños se acerquen e interactúen con los objetos electrónicos», dice el miembro del Conicet.
Un Cro-Magnon en Twitter
La historia de nuestra especie muestra un constante progreso de habilidades instrumentales y de comunicación que podemos desempeñar en forma eficiente y casi automática. «Un homo sapiens de hace cuarenta mil años quedaría completamente fascinado por la complejidad del lenguaje de un niño actual, de 3 o 4 años, y pensaría que se halla ante un ser completamente diferente a él. La lectura es una actividad complejísima, muy reciente en nuestra historia, si la miramos con la perspectiva de los cien mil años de nuestra existencia, y parecería inalcanzablemente difícil a nuestros antepasados remotos», dice el profesor de la Universidad de Oviedo.
Para Errasti, el homo sapiens de hace cuarenta mil años pensaría que las personas de la actualidad somos superhombres, pero si fuera traído de recién nacido al presente manejaría Twitter y Facebook de forma prodigiosa a los 5 años. «No ha habido cambios evolutivos en nuestra especie, sino una evolución técnico-cultural a la que nos hemos ido adaptando gradualmente -juzga el profesor-. Eso sí, el pensamiento no es independiente de las tecnologías en las que se forma. Los medios crean diferentes formas de pensamiento. No se piensa igual en las sociedades ágrafas que en las alfabetizadas, y no cabe duda de que las nuevas tecnologías llevarán aparejados nuevos estilos de pensamiento.»
Otro dato interesante es el que aporta Florencia Camozzi, psicóloga clínica: «Hoy encontramos juguetes para bebes a partir de cuatro meses, que simulan ser teléfonos celulares. Desde ese momento la tecnología se les presenta a los niños. Pero el bebe primero lo utilizará como mordillo, luego como juguete que estimula lo auditivo y lo visual, y más tarde lo usará como juguete de comunicación. Los niños juegan con las tablets, crecieron con ellas. Las conocieron desde la cuna. ¿El adulto? No jugó con la tecnología. La aprendió. La adquirió, cuando ya el lenguaje era su principal modo de comunicación».
Chiche nuevo
Es sabido que el potencial de aprendizaje en los primeros años de vida es enorme. En esta etapa se realiza un importante aprendizaje lingüístico, se adquieren muchos conocimientos escolares y saberes que nos resultaría muy difíciles de aprenden en otras edades de la vida.
«Lo que para un adulto constituye un equipo tecnológico, al que debe adaptarse, para el niño se trata, simplemente, de un juguete maravilloso con cualidades casi mágicas que aparecen con sólo tocarlo. En ese extraordinario mundo lúdico puede no haber diferencia entre un sonajero y un celular», explica Ana Rozenbaum, directora del Instituto de Enseñanza de la Asociación Psicoanalítica Argentina (APA). Ella asegura que al tener tan a mano estos equipos los chicos pueden acceder a ellos en cualquier momento, sin depender de un adulto para hacerlos funcionar. «Con esto establecen rápidamente una práctica donde el encuentro con la representación, el juego, la distracción y la diversión hallan espacio y legitimación», dice.
Camozzi coincide con Rozenbaum y sostiene: «Los niños para jugar utilizan un medio, un material, un juguete, que puede ser una muñeca, un soldadito, un títere, lápices, un teléfono o una tablet. Cuando miran estos objetos no se fijan cuál es más costoso con el fin de cuidarlo. Para ellos el valor pasa por lo subjetivo y no por lo material. La destrucción del objeto es parte del juego. Es parte de construir su propia subjetividad. Los chicos investigarán, destruirán, curiosearán, construirán sin el temor a hacer lo correcto, y es así como llegan a conocer el objeto en profundidad».
Ellos aprenden a utilizar los dispositivos por ensayo y error jugando. De la misma manera que se aprende a hablar: probando, diciendo cosas de una manera o de otra. Luego el mundo premia, castiga y corrige en función de que se hagan las cosas bien o mal. «Son conocimientos que funcionan como las matrioshkas rusas, que se construyen la una sobre las otras, como las capas de una cebolla. El aprendizaje es como una bola de nieve que a partir de unos pequeños ensayos y errores donde se aprenden algunas actividades muy básicas, rápidamente empieza todo a funcionar de forma exponencial. Es muy sorprendente», dice Errasti.
Marta Ida Tessari, presidenta de la Fundación Procesos para el Estudio e Investigación del Aprendizaje y de la Asociación Argentina de Terapia de Juego, explica: «El cerebro lo primero que hace es imitar conductas. Desde muy chiquitos, los niños imitan a sus hermanos y a sus padres. Aprender a manejar aparatos y juguetes para ellos es un juego que incorporan a su proceso de desarrollo», sostiene.
Además, el profesor de la Universidad de Oviedo observa que las tablets y los smartphones imitan el mundo físico o real. «Cuando por ejemplo en el iPod se quiere pasar a la página siguiente se hace el mismo gesto que haríamos al dar vuelta la página de un libro, pasando el índice sobre la pantalla. Creo que estos dispositivos imitan intencionalmente sus orígenes físicos para que sea más fácil aprender a manejarlos», afirma Errasti.
Beneficios
Muchos psicólogos aseguran que la incorporación y el uso de los dispositivos tecnológicos en los niños, en su medida justa, ofrecen importantes beneficios. «La tecnología es ágil, divertida y permite que los niños puedan interactuar dinámicamente, de allí la pasión por los juegos electrónicos. Estos ayudan en la coordinación visomotora, la atención sostenida, colabora en estrategias anticipatorias, y les permite a los chicos crear, tener libertad de acción y disfrutar», opina Tessari.
La directora del Instituto de Enseñanza de APA también tiene una mirada positiva frente a los equipos tecnológicos porque, según ella, constituyen verdaderos objetos de afecto para los infantes. «No les resultan ni misteriosos ni temibles porque nacieron al mismo tiempo que ellos. Recuerdo el caso de una niñita cuyos padres vinieron a consultarme debido a que ella presentaba síntomas fóbicos. La nena me confesó que conjuraba sus temores nocturnos llevándose a la cama la tablet que le había traído Papá Noel y jugaba hasta dormirse. Entonces, ¿debemos decir adiós para siempre al osito de peluche o más bien debemos admitir la compatibilidad de distintos modelos, y la coexistencia de la magia y la tecnología frente a la singularidad de cada niño?», se pregunta Rozenbaum.
¿Demasiado temprano?
Pero no todo es tan simple. Un bebe necesita manipular objetos con todos sus sentidos: el olfato, el tacto, la gustación, la audición y la visión. El adulto que lo mira piensa que el niño sólo está jugando, pero en realidad, cuando el bebe está haciendo esto construye algo que le es esencial, sus indicaciones espaciales. Aprende a orientarse en el espacio y descubre las posibilidades de su propio cuerpo. «Una vez que el bebe construyó sus indicaciones espaciales pasa a una segunda etapa: la construcción de sus señales temporales. Lo hace escuchando cuentos o girando las páginas de un libro, con imágenes que le cuentan una historia. Esta narrativa incita a desarrollar la memoria cronológica. Para comprender cada nueva situación debe acordarse de lo que oyó o leyó anteriormente. Cuando las pantallas son introducidas demasiado temprano en su vida, el niño corre el riesgo de ser privado de todo esto y su desarrollo posterior puede afectarse seriamente», dice Serge Tisseron, psiquiatra, psicoanalista y director de Investigaciones de la Universidad París Ouest-Nanterre.
Los chicos que pasan mucho tiempo con las pantallas -según explica Tisseron- tienen desórdenes en la concentración, en la atención y dificultades escolares. «Esto no quiere decir que las pantallas no puedan aportar nada. Pero pueden hacerlo sólo después de que los infantes instalen las señales que ofrece la cultura tradicional a través del libro y de los juguetes en tres dimensiones. Desgraciadamente, si las pantallas toman demasiado temprano el lugar de las actividades tradicionales el niño corre peligro de ser debilitado por ellas y de fallar en la construcción de un pensamiento organizado, lógico», insiste el psiquiatra francés.
En todo caso, las nuevas tecnologías han alterado el orden en que aparecen las destrezas en los niños. «Un estudio realizado en Australia, Nueva Zelanda, Inglaterra y Estados Unidos mostró que la mayoría de los niños de 2 a 5 años son capaces de jugar a los juegos de la computadora antes de aprender a atarse los cordones e, incluso, antes de aprender a andar en bicicleta», revela Waisburg.
En consecuencia existe un debate, y posiblemente continúen por mucho tiempo más, sobre si los chicos deben estar o no expuestos prematuramente a estas tecnologías
Waisburg aconseja: «La tecnología es una parte sumamente importante de nuestra vida y uno debería sentirse cómodo, seguro y aprovecharla. Los niños lo hacen con una naturalidad sorprendente». Por su parte, Camozzi sugiere: «No olvidemos que fuimos niños y desarmamos algún juguete. Debemos comprenden que cuando estamos frente a este objeto desconocido y por tal temido, es sólo un nuevo juguete que habrá que destruir para poder construir».