Según un estudio, la generosidad es en parte genética, pero una reafirmación positiva de los padres ayuda a cultivarla
Un niño de 3 años de edad recibió una serie de coloridas calcomanías.
«Puedes quedarte con todas», le dijeron. «O puedes darle algunas a un niño que no conoces. Él no tiene ninguna calcomanía».
Ese fue el punto de partida de un reciente estudio realizado en una sala de juegos israelí que hacía las veces de laboratorio de ciencias sociales. Un pedagogo devenido en investigador pidió a 136 niños de entre 3 y 4 años que entraran de a uno a la sala de juegos y, sin saberlo, ayudaran a analizar un tema candente en las ciencias conductistas: ¿son los niños altruistas?
Parece que lo son, y parte de la explicación podría ser genética, según el estudio, publicado en septiembre en la revista científica en línea PLoS One. Alrededor de dos tercios de los niños optaron por dar una o más calcomanías a otro que no conocían, quienes les eran presentados tan sólo como otros niños que no tenían calcomanías. No hubo diferencias significativas en la generosidad entre los niños y las niñas.
Entre quienes se negaron a compartir, muchos tenían algo en común: una variación en un gen, conocido como AVPR1A, que regula una hormona en el cerebro asociada con los comportamientos sociales. Los investigadores hallaron que esa variante genética estaba asociada con una significativa disminución de la voluntad de compartir. El AVPR1A regula una hormona asociada con comportamientos sociales, pero funciona de manera diferente en cada persona. Los científicos señalan que la generosidad tiende a aumentar cuando las personas maduran y desarrollan fuertes nociones de moralidad y justicia.
Hasta hace poco, no había muchas investigaciones sobre el altruismo en los niños, y lo que mostraban era que los más pequeños actuaban con menos generosidad. «Ellos parecen sopesar los costos propios más que los niños mayores al decidir si ayudar o no a otros», señala una guía profesional llamada Handbook of Child Psychology.
Aun así, los niños pequeños han mostrado un mayor nivel de altruismo que lo que la mayoría de los adultos espera. «Si los padres piensan que la generosidad no es posible a los 2 años, no la alentarán», dice Nancy Eisenberg, una de las editoras del manual y profesora de psicología de la Universidad Estatal de Arizona.
En otro estudio publicado por PLoS One, científicos de la Universidad de Washington dijeron haber encontrado un sentido de justicia y altruismo en bebés de 15 meses de edad, probado en parte en su voluntad de compartir un juguete favorito.
Aunque la genética puede jugar un papel en la voluntad de compartir de la gente, las influencias del entorno hogareño, el colegio y el mundo en general pueden influir aun más, señalan los científicos. Eso puede ser útil para los padres, ya que incluso niños muy pequeños como para hablar parecen capaces de absorber e imitar los actos de empatía y generosidad.
La reafirmación positiva puede cultivar comportamientos generosos. Al ver el altruismo de un niño, un padre debería resistir el impulso a conceder un regalo y en cambio alabar su actitud. «Es más probable que un niño actúe con generosidad si se le dice que es una persona generosa que si se le compra un juguete», señala Eisenberg.
Por lo general, los experimentos con niños se realizan sin sus padres, hermanos y otros conocidos de los cuales los pequeños podrían esperar una recompensa, y examinan su voluntad para compartir con otro niño al que no conocen.
Los actos de generosidad están menos presentes en niños pobres porque «la pobreza está ligada a diferencias en prácticas de socialización, como menos interacción con adultos desconocidos» y una mayor exposición a la violencia, escribió la psicóloga Joyce Benenson de Emmanuel College en un artículo de 2007 en la revista Evolution and Human Behavior.
El altruismo puede crear hábito. Estudios de imagen cerebral mediante tomografías por resonancia magnética han mostrado que ser generoso y ser descrito como tal pueden activar el llamado circuito de recompensa en el cerebro, provocando la liberación de neurotransmisores parecidos a la dopamina que están asociados con sentimientos positivos.
De los 136 niños invitados a compartir sus calcomanías, dos de los participantes se destacaron por entregar todas las que tenían. Cuando les preguntaron en una entrevista por qué habían regalado todas sus calcomanías, uno de los niños respondió: «Así es como eres feliz», según Reut Avinun, un psicólogo de la Universidad Hebrea y principal autor del estudio.
Los investigadores sostienen que futuros estudios deberían seguir a los participantes hasta su adultez para ver si existe alguna asociación entre la generosidad y el éxito. Los dos niños que regalaron todas sus calcomanías, por ejemplo, podrían representar a los futuros santos o mártires, dice Christian Smith, director de la Science of Generosity Initiative de la Universidad de Notre Dame.