Cada pocos meses, un nuevo estudio pretende probar que, mire por donde se mire, una caloría es una caloría, independientemente de su procedencia, y que la única manera de perder peso es quemar más de las que uno ingiere.
Pero las personas que tienen experiencia con las dietas saben algo que algunos investigadores han pasado por alto: algunos alimentos parecen tener un efecto sobre el apetito similar al que tiene la gasolina cuando se vierte sobre el fuego. Mucha gente ha comprobado que cuando come pan, galletas, chocolate o dulces, pierde la sensación de saciedad y tiene dificultades para parar.
Esa es la idea central de The Skinny (algo así como Los delgados) un nuevo libro de Louis J. Aronne, director del programa de control de peso del hospital Presbyterian/Weill Comell de Nueva York. «Es verdad que una caloría siempre será una caloría, concede Aronne. «Pero eso no tiene en cuenta cómo algunas calorías afectan a lo que la gente come después».