Al igual que muchas personas, nunca puedo recordar un chiste. Escucho o leo algo divertidísimo, me río lo suficientemente fuerte como para molestar a todos los demás en la biblioteca, y luego instantáneamente lo olvido por completo.
Para los investigadores que estudian la memoria, la facilidad con la que la gente olvida los chistes es una de esas singularidades que terminan por ofrecer una sorprendente cantidad de revelaciones sobre la arquitectura subyacente de la memoria.