La psicología en España ha experimentado un gran desarrollo durante la segunda mitad del siglo XX, tanto en sus aspectos científicos como en los profesionales. A comienzos del periodo estudiado, dos grandes temas pueden ser mencionados como dominando el resto de cuestiones: la reconstrucción en España de una tradición de psicología científica, destruida por la guerra civil española (1936-39), y la relación muy precaria con el grupo de psicólogos emigrados al mundo Iberoamericano, donde iban a desarrollar una labor de gran importancia. En España, la evolución del campo de la psicología ha estado marcada por el enorme crecimiento desde el establecimiento de estudios universitarios de licenciatura, y la consiguiente multiplicación de grupos de investigadores, programas de enseñanza y publicaciones. En Iberoamérica, la psicología de los emigrados ha dejado sentir su influencia en los países de adopción. En los años 90, se han multiplicado los contactos entre ambas tradiciones, organizándose reuniones internacionales sobre el espacio iberoamericano, y se ha formado grupos estables de trabajo, que han consolidado programas de trabajo en todos los campos de la psicología teórica y aplicada. Actualmente, este es el área de ciencia social más rápidamente inserto en la vida social del país, y el grupo profesional correspondiente es el más numeroso de los que hoy se hallan establecido en los países europeos. Su variedad y calidad de publicaciones hacen de este campo uno de los más productivos y rigurosos del mundo de las ciencias sociales y de la salud.
La psicología, como otros muchos conocimientos, no es ajena al contexto histórico en que se desenvuelve. En efecto, concebida como ciencia a fines del siglo XIX, ha estado desde sus orígenes influida por toda una serie de connotaciones ideológicas que han condicionado su imagen social. Al ocuparse directamente del hombre, su naturaleza, y sus relaciones con el resto del reino animal, con frecuencia ha tenido que sufrir los efectos del rechazo y la crítica de grupos sociales defensores a ultranza de la singularidad absoluta del hombre dentro del reino de la naturaleza. En otras ocasiones, ha sido su posible utilización con fines pragmáticos en el manejo de los individuos lo que ha tenido repercusiones, a veces de modo positivo, otras no, en la apreciación que de ella se ha hecho.
Y en tercer lugar, es evidente que en su desarrollo ha ejercido una influencia muy notable el grado y nivel de desarrollo tecnológico, que ha condicionado desde fuera del orbe cognitivo las posibilidades de realización de sus diferentes tareas, y de los modos efectivos de operación aplicables a la investigación. En algún caso, como es el del desarrollo de la psicología en el seno de la sociedad española, no se pueden pasar por alto las posibilidades y limitaciones que, siendo de origen social, han tenido directa repercusión sobre aquel proceso.
En efecto, en el momento de aparición de aquella ciencia, esta sociedad se hallaba inmersa en un importante retraso tecnológico y cultural, al tiempo que tenían una fuerte vigencia aquellas creencias que, en torno al hombre, configuran lo que ha sido una cosmovisión fuertemente conservadora y espiritualista, inspirada en la religión, hostil en muchos casos a cualquier tipo de tratamiento ‘naturalizador’ de lo humano. A lo largo del siglo XX, el conflicto entre grupos de creencias encontradas, en ocasiones traducido en confrontación violenta, ha afectado gravemente la actitud hacia la ciencia en general y la psicología en particular. Por ello, para comprender adecuadamente el tema que nos ocupa, hemos de prestar una atención redoblada al desarrollo histórico social del período que examinamos.
La historia reciente – 1950-2000
Recordemos aquí los principales jalones de este período (Fusi & Palafox, 1997; Gallo,1971; Tusell, 1989). En 1950, en el país se mantenía con toda energía y capacidad interventiva un gobierno, el del General Franco, que afirmaba como fundamento de su vigencia la victoria, una década antes, en un conflicto armado cuya iniciación tuvo lugar en una sublevación de ciertos grupos militares contra el gobierno legalmente establecido de la República (1936).
El marco político creado allí había abolido el sistema de democracia de partidos y la libertad de asociación y expresión, había impuesto la confesionalidad católica del estado, y ejercía un control completo sobre la educación. También se ejercía un control severo sobre los sentimientos regionalistas y nacionalistas, imponiendo un orden centralista a la totalidad
del país. El estado español, alineado, aunque sin participación activa, en el bando del eje ítalo alemán, experimentó un fuerte revés con la derrota de ese eje en la II Guerra Mundial. No obstante, a partir de los años 1950s, y sin duda como consecuencia de la situación generada por el telón de acero y la guerra fría entre las democracias occidentales y el mundo soviético, el gobierno español empezó a encontrar mayor aceptación en occidente. De ello son ejemplo el tratado de amistad con Estados Unidos (1953), la incorporación a la UNESCO (1952), y el ingreso en la ONU en 1955 o la renovación de acuerdos con el Vaticano (1953). Dentro de esa nueva red de relaciones, se dieron pasos que condujeron a una importante transformación económica y tecnológica del país, desde 1963 con un plan de desarrollo y estabilidad económicos. Con todo, la ausencia de democracia y el gobierno dictatorial impuesto desde arriba generó múltiples intentos de oposición al régimen, duramente reprimidos por este.
Con la muerte del general (1975), se inicia una transición a la democracia, organizado el país como monarquía constitucional (1978), descentralizadas gran parte de las funciones administrativas en gobiernos de regiones dotadas de gran autonomía. El estado de autonomías se ha visto confrontado con reivindicaciones de tipo separatista, unidas en algunos casos con movimientos terroristas, muy singularmente en el País Vasco. Al tiempo se ha completado la inserción en organizaciones internacionales: en la OTAN (1984), y sobre todo en la Unión Europea (1986), marco actual de las política española. La democracia, con el juego de partidos, sindicatos, prensa libre, y pleno uso de libertades, ha ido acompañada de una importante recuperación económica, y un amplio desarrollo educativo y científico. Sobre el telón de fondo de esta gran transformación histórica, han de verse los cambios dentro del campo más específico de la psicología.
La ausencia de los exiliados
Aunque la mirada se concentrará en el desarrollo de ese campo científico dentro del horizonte de la sociedad peninsular, no se puede ignorar el hecho de que, tras la guerra civil (1939), un amplísimo número de los psicólogos entonces ya formados y activos en aquel momento eligieron el camino del exilio, en gran medida a Hispanoamérica, donde iban a tratar de rehacer sus vidas personal y profesionalmente.
Entre quienes tomaron ese partido hay que mencionar a Emilio Mira (que terminaría radicándose en Brasil), Mercedes Rodrigo – promotora de los estudios de psicología en Colombia-, Juan Cuatrecasas, médico profesor e investigador en Argentina, José Peinado –activo muchos años en México y Venezuela, al final regresado a España-, Guillermo Pérez Enciso y Francisco del Olmo, en Venezuela, Angel Garma en Argentina, y algunos otros que cabe considerar complementarios a esta lista, como son los nombres de Julián de Ajuriaguerra, figura de la psiquiatría en Francia y Suiza, o Gonzalo Rodríguez Lafora, durante unos años muy activo en México, regresado en 1947 a España, entre otros.
No es este el lugar de exponer con mayor espacio sus contribuciones (Carpintero, 2001). Sí lo es de recordar que en muchos de los países de acogida, la labor de estos profesionales fue decisiva para determinar la realidad tanto académica como profesional de la psicología (Alarcón, 2002). Promovieron en muchos casos la implantación de estos estudios, ocuparon cátedras, ejercieron como psicólogos aplicados, publicaron y enseñaron, y reforzaron con su trabajo la red de interrelaciones entre aquellas naciones y la península, lo que en algunos casos ha sido decisivo para superar la desconexión y alejamiento que fueran normales en los comienzos del siglo XX.
El alejamiento entre el grupo exiliado y aquel otro que en la península llevó adelante la recuperación de la tradición científica, en alguna medida parece haberse cerrado o al menos aminorado con ocasión del reencuentro entre antiguos compañeros que tuvo lugar en Berna, en 1949, con ocasión de celebrarse allí la IX reunión de la Société Internationale de Psychotechnique, (hoy transformada en International Association of Applied Psychology). Sin embargo, el desconocimiento de la obra realizada por los ‘transterrados’ a Hispanoamérica no ha sido realmente superada, ni sus publicaciones han circulado en la península como hubiera sido de desear. Todavía hay mucho que hacer para que se cierre totalmente la herida de la guerra en todas
las dimensiones culturales.
Las etapas de este medio siglo de psicología
Medio siglo es ya un largo tiempo. Conviene, para su estudio, marcar en él algunos períodos o divisiones, que ayuden a perfilar los cambios producidos. Consideraremos los siguientes. Primero, el que va entre 1939 y 1950, caracterizado por la imposición de una orientación escolástica en psicología, en filosofía y en el campo más amplio de las ciencias humanas. Sus límites vendrían marcados por el final de la guerra y por el comienzo de una nueva década en que política y socialmente hubo ya el comienzo de una cierta apertura, si bien fuera pasajera. En esos años, en el mundo académico se intentó – y en alguna otra rama, como la filosofía, habría que decir que se logró – el restablecimiento de un pensamiento formado en la Escolástica, principalmente tomista, que se sostenía en la cerrada cosmovisión de los grupos dominantes en el país. El intento terminaría por desintegrarse con el tiempo, pero tuvo un considerable peso en los años de posguerra, sobre todo en el mundo académico. No obstante,
en el nivel más técnico se fue abriendo camino una lenta recuperación de la psicotecnia de preguerra, que acabaría por dar soporte a los cambios posteriores.
Hay, luego, un segundo período, entre 1950 y 1970, a lo largo del cual se mantiene un creciente desarrollo institucional de la psicología científica, a partir de la orientación psicotécnica antes mencionada. La fecha de 1970 pretende simbolizar el cambio esencial en todo el período estudiado, que sin duda ha sido la conversión de la psicología en unos estudios de licenciatura en la universidad, hecho que ha variado totalmente su posición dentro de nuestra sociedad.
Por ello, precisamente, el tercer período, de expansión académica y profesional, acontece desde la mencionada transformación de su ‘status’ como conocimiento, en la universidad. La expansión ha sido cualitativa, pero sobre todo cuantitativa. Ha creado la actual situación, que ha hecho de la psicología uno de los campos de la ciencia social más activos y dinámicos en nuestro país.
Los protagonistas del cambio
El cambio, desde una incipiente tradición escolástica a una renovada tradición científica, ha tenido como protagonistas a un grupo de jóvenes investigadores reunidos e impulsados por el médico, psiquiatra y psicólogo José Germain (1898-1986). Formado con el psiquiatra Gonzalo Rodríguez Lafora (1886-1971), y con el filósofo José Ortega y Gasset (1883-1955), los dos exiliados tras la guerra, Germain había trabajado ya en los años 20 y 30 por la consolidación de la psicotecnia, llegando a dirigir el Instituto Nacional de Psicotecnia creado en 1934. Estos antecedentes y su discipulado de aquellos maestros fueron notas en su contra en la nueva situación de la posguerra. Cesado del instituto, sin relevancia alguna en la nueva etapa del país, no dejó por ello de ser la persona competente para reactivar la psicología científica que había quedado marginada. Así, le invitaron a dirigir una revista de psicología que ocupara el lugar de otra, más bien modesta, Psicotecnia, que se había creado en 1939 para llenar el hueco surgido en ese campo. La nueva publicación, diseñada con el asesoramiento de Ortega, vino a ser durante muchos años la principal revista de la especialidad, y sigue siendo una de las más difundidas de entre las que dan cabida a todas las especialidades: la Revista de Psicología General y Aplicada (1946; Carpintero & Tortosa, 1996).
También se recurrió a su saber, cuando se pretendió crear un departamento de psicología en la institución recién organizada para promover la investigación, el Consejo Superior de Investigaciones Científicas (CSIC), en 1948. Ese departamento de hecho ha sido el núcleo germinal de la psicología posterior.
Allí, en efecto, se reunieron un grupo de investigadores jóvenes, que luego han dirigido el despliegue de la psicología en la universidad, y con cuyo magisterio se ha formado la mayor parte de los actuales responsables de la investigación y de la enseñanza en este campo. Mariano Yela (1921-1994), especialista en el estudio de la inteligencia y el lenguaje con metodología factorial; José Luis Pinillos (1919), interesado en temas de personalidad y psicología social, y promotor de los estudios de terapia comportamental; Miguel Siguán (1918), bien conocido por estudios recientes sobre bilingüismo, precedidos de otros sobre psicología industrial; Francisco Secadas (1917), experto en psicología del desarrollo; Manuel Ubeda, OP (1913-1999), en psicofisiología; Jesusa Pertejo, en psicología clínica, han formado el núcleo de ese grupo, y luego han transferido su impulso a las universidades de Madrid, Barcelona, o Valencia, y, al cabo, a toda la especialidad.
El período 1950-1970
Tras el desmantelamiento de la psicología de preguerra, hubo un intento desde los grupos del gobierno de reorientar la psicología – de modo paralelo a lo que se intentó en filosofía o educación, desde luego – hacia los modos de pensar filosóficos propios de la Escolástica. Principal figura en ese intento fue el P. Manuel Barbado OP, muerto tempranamente en 1945 (Zanón & Carpintero,1981).
Con todo, la psicología había alcanzado un tremendo desarrollo en los países occidentales, y muy en especial en los Estados Unidos, tras la guerra mundial, en que sus técnicas clínicas y de selección de personal evidenciaron su eficacia. De esta suerte, con muchas limitaciones, se pudo reanudar la tradición psicotécnica tan notable en la preguerra, y Germain pudo en el CSIC promover la adaptación de pruebas, organizar un importante trabajo de selección de pilotos, diseñar pruebas para conductores de vehículos, y sentar las bases de una psicología profesional de que pudieran beneficiarse las empresas encargadas de restablecer la economía del país. Al ponerse el acento en lo aplicado, se hubo de desatender la investigación experimental básica, para la que tampoco había los recursos adecuados. Germain permitió que se desarrollara un pluralismo teórico entre sus colaboradores, mientras que el grupo creaba su espacio propio en estrecha relación con aquellos otros de filosofía y educación, con los que compartía el marco institucional.
Un paso importante lo constituye la creación de la Escuela de Psicología, en la Universidad de Madrid, en 1953. A pesar de las recomendaciones y peticiones de Germain, que se inclinaba a la constitución de una licenciatura en psicología, se la concibió como una escuela de postgrado, para formar y otorgar un diploma de psicólogo a personas procedentes de otros estudios, principalmente educación, filosofía, derecho o medicina. Hizo posible el avance la buena situación que en aquel momento gozaba en la administración educativa un grupo liberal liderado por J. Ruiz Giménez, que contaba a Pedro Laín Entralgo como rector de la universidad madrileña. La escuela implicaba dos años de estudios, uno común y un segundo de especialización, con tres especialidades: psicología clínica (bajo la orientación de Juan J. López Ibor), psicología educativa (con el apoyo de Víctor García Hoz), y psicología industrial (con M. Siguán, J. A. Forteza y algunos otros) (Padilla et al, 1996). El modelo tuvo una considerable fortuna. En 1964 se creó otra escuela paralela en la Universidad de Barcelona, al llegar a la cátedra de psicología de aquella universidad M. Siguán. La demanda de estudios no era excesiva. Parecen haberse otorgado de 3000 a 4000 diplomas en los quince años de actividad de las escuelas. La oferta de puestos de trabajos para el psicólogo era pequeña. De todos modos, grandes empresas – Standard Eléctrica, Altos Hornos, etc.- incorporaron estos profesionales a sus equipos de recursos humanos, mientras que otros entraban a desempeñar puestos de técnicos en los servicios psicotécnicos provinciales de la red que se creara en los años 30.
La Red Psicotécnica Nacional
Como acabamos de decir, había una red de Institutos de psicología aplicada, situados en cada una de las provincias del país, al que se había encargado de la realización de pruebas psicotécnicas requeridas para la obtención de licencias de conducción de vehículos pesados o públicos, así como las destinadas a seleccionar especialistas, estudiantes bien dotados, o cualquier otro diagnóstico solicitado por la administración. A la cabeza de esa red estaba el Instituto Nacional de Psicotecnia, en Madrid, que había dirigido Germain antes de la guerra y de cuyo cargo había sido cesado a consecuencia de ésta. El Instituto tuvo un papel casi exclusivamente evaluador; parece que entre 1946 y 1959 evaluó a algo más de 75000 sujetos (Tortosa et al., 1991). También fomentó el cultivo de la investigación. Entre 1939 y 1945 editó una revista, Psicotecnia, que fue más tarde la base de donde surgiría la Revista de Psicología General y Aplicada dirigida por Germain, desde 1946. Precisamente Germain se volvió a hacer cargo del centro entre 1955 y 1972, y en su cuidado y atención gastó sus años finales.
Al cesar Germain el Instituto pasó a ser de Psicología aplicada y orientación profesional (1974-81), y en los años 80 pasó a ser de Orientación Educativa y Profesional, desapareciendo su inicial vertiente psicológica. También se desmanteló la red de institutos provinciales, y de esta suerte, al tiempo que iniciaba su ascenso la psicología como profesión libre, se extinguía como especialización técnica dentro de la administración, al menos en la forma en que durante años había existido.
La consolidación académica a partir de 1968
En 1968 se alcanzó lo que durante años se había demandado: la creación de los estudios universitarios de psicología, y con ello de una licenciatura que diera cobertura a una actividad profesional específica. Se concibieron como especialidad dentro del tronco de filosofía y letras, con tres años de especialización tras dos de estudios comunes. Su creación fue respondida por una masiva llegada de estudiantes, cada vez más deseosos de realizar esos estudios. A guisa de ejemplo, pueden valer estas dos cifras: en 1977-78 había 8586 estudiantes; cinco años después, (1982-3), ya eran 20836. Lo que empezaron siendo dos o tres facultades, ha llegado a ser especialidad cursada en cerca de 30.
Además, desde 1980 fue posible establecer facultades independientes, fuera del marco de las antiguas humanidades, con planes de estudio de cuatro o cinco años dedicados íntegramente a materias psicológicas. En ellas se imparte un título único, el de psicólogo, si bien en los últimos cursos hay un comienzo de especialización.
El presente, en este punto, está de nuevo en época de revisión y reestructuración, porque la pertenencia de España a la Unión Europea, y la creación por ésta de un espacio común universitario y de la exigencia de una cierta uniformidad a los estudios en los países miembros, obliga a hacer reformas cuyo sentido es objeto hoy de análisis por grupos y comités académicos y profesionales.
Las tradiciones psicológicas
Arriba va dicho que el grupo de Germain gozó de una absoluta libertad doctrinal entre todos sus miembros. Ello condicionó lo que iba a ser el desarrollo posterior. El psiquiatra Ramón Sarró, al dedicar un trabajo en homenaje a su amigo Germain, escribió: “Homenaje de Ramón Sarró, discípulo de S. Freud, a José Germain, discípulo de P. Janet” (Sarró 1981). De formación francesa, ciertamente tuvo Germain una estrecha relación con Janet, Clérambault, Piéron y otros maestros parisinos, pero no por ello dejó de lado la psicología aplicada inglesa, habiendo pasado un tiempo trabajando en Cambridge con F.Bartlett, ni dejó de sentir la influencia de la Gestalt, a través de sus contactos con Köhler y otros maestros de esta escuela.
Sus colaboradores adquirieron nuevos conocimientos y competencias. Así Pinillos, tras ampliar estudios en Alemania, adquirió un amplio conocimiento de la psicología experimental de la conducta de la mano de Hans J. Eysenck, y H. Brengelman, cuyas técnicas contribuyeron a difundir entre nosotros; Yela, por su parte, tuvo una amplia y rica formación en Estados Unidos, de la que resalta su relación con L. Thurstone, y su grupo de psicología matemática (L.Cronbach, H. Rimoldi, etc.), y luego con A. Michotte, maestro de Lovaina de orientación gestaltista; Siguán se formó en psicología del trabajo con W. Raphael en Londres, y Pertejo con A. Rey en psicoanálisis en Ginebra, y así los demás, todos fueron combinando el cultivo de una determinada dirección aplicada con la aproximación a algunas de las corrientes teóricas influyentes entonces en los países de occidente.
Ha sido, no obstante, en el período de expansión cuando las tradiciones teóricas que dominaban la psicología, – quizá habría que decir que dominaban la psicología norteamericana, en todo caso – adquirieron pública notoriedad entre nosotros. A partir de los años 60, la psicología conductual adquirió una creciente hegemonía en el mundo académico. Un grupo de psicólogos y psiquiatras, entre los que destaca Ramón Bayés, se sintieron atraídos hacia las técnicas experimentales del condicionamiento operante (Bayés, 1983), iniciaron la difusión de las ideas de Skinner, y pronto cobró fuerza el análisis experimental de la conducta, y su aplicación a la clínica; un paso significativo lo dio Vicente Pelechano, al fundar Análisis y Modificación de Conducta (1975), una revista de orientación comportamentalista muy activa hasta el presente. Todavía en 1983 iba a aparecer uno de los primeros manuales íntegramente escritos por profesionales españoles sobre modificación de conducta (Mayor & Labrador, 1983).
Sin embargo, ya en los comienzos de los años 80 empieza a cobrar fuerza la orientación cognitiva, y a iniciarse un cierto declinar del conductismo. Algunos hechos significativos son: la celebración de un simposio sobre la psicología científica, en 1979, dirigido por J. L. Pinillos, en donde se presentaron en pie de igualdad las doctrinas conductistas y las nuevas teorías cognitivas (e.g. Pinillos, 1980). Estas últimas también orientan buena parte de los trabajos que se presentaron en el VII Congreso nacional de psicología de la Sociedad Española de Psicología (Santiago de Compostela, 1982), asi como el simposio que dio origen a un volumen colectivo luego ampliamente difundido (Delclaux & Seoane, 1982), y la fundación de una revista, Cognitiva, cauce para muchos de los trabajos inspirados por los principios cognitivistas. Habría, a este respecto que indicar que en esta corriente se han sumado las inspiraciones procedentes del mundo anglosajón – J. Bruner, A. Bandura, A. Baddeley, etc. – junto a otras de origen soviético – principalmente Vygotski – o ginebrino – Piaget (Rivière, 2003).
Al lado de importantes desarrollos del pensamiento piagetiano, en buena medida incorporado a través de los grupos relacionados con M. Siguán y la Escuela de Barcelona (C. Coll, J. Palacios, A. Marchesi, M. Carretero, etc.), y otros menores de mayor especificidad para el tratamiento de campos definidos de fenómenos, habría que mencionar también la consistente vitalidad, más en la práctica que en lo académico, de las diversas variedades de pensamiento dinámico y psicoanalítico, consolidado en los años 50 gracias a conexiones con grupos ortodoxos alemanes (vía M. Stambach) o, incluso, por relaciones con el grupo argentino, donde se contaba con la colaboración y ayuda de Angel Garma, emigrado español tras la guerra y convertido en importante figura del psicoanálisis del Río de la Plata.
No es inoportuno notar que el peso de esas corrientes ideológicas, dentro del mundo de la profesión, ha ido variando con el tiempo. Un estudio sobre las preferencias de escuela entre psicólogos en los años 80 ofreció estos datos: alternativa conductual –cognitiva, 48%; alternativa dinámica, 37%; alternativa humanista, 9%; otras posiciones eclécticas, 6% (de Belloch & Olabarría, 1994). En cambio, otra más reciente, también entre profesionales, parece indicar un cambio considerable: la posición cognitivo-conductual (48%); la modificación de conducta, (14.29); la psicoanalítica, (12.17 ); el psicoanálisis ortodoxo, (5.15); las humanistas (4.35); la sistémica (5.34); eclécticas, (9,69); analisis transaccional (0.58); terapia Gestalt (0.24) y fenomenológico-existencial (0.19) (Santolaya et al.2001). Esto daría a las técnicas comportamentales en torno a un 62%, al psicoanálisis un 18%, y al resto de tendencias, un 20%.
El auge de la psicología cognitivo-conductual en la práctica, y también en el mundo académico, no parece dudoso, si bien el peso de las alternativas dinámicas, en muchos casos reforzadas por la incorporación de profesionales de la psiquiatría y por técnicos venidos del mundo latinoamericano a España, no es en modo alguno desdeñable.
Desarrollos de algunos de los principales campos
Si bien de modo muy sintético, parece interesante considerar los temas y problemas dominantes en distintas áreas psicológicas a partir de una visión fundada en la literatura especializada. Una serie de recientes revisiones, ofrecidas en un volumen especial de la revista Journal of Spanish Psychology (2001), nos da pie para hacer un breve recorrido por la literatura que hoy se produce en España en psicología.
En el campo de la psicología básica (o psicología general), aparecen una serie de tópicos a la cabeza de la clasificación temática realizada por el revisor (Igoa, 2001). Estos son: Historia de la psicología (37.8%), psicolingüística (19.2), aprendizaje (12.9), memoria (8.2) y pensamiento y lenguaje (5.2). A notar el enorme peso de la investigación en historia de la psicología – hay una revista especializada que se publica desde 1980, Revista de Historia de la Psicología, y que goza de gran vitalidad – y la presencia de una serie de temas que son centrales en la psicología cognitiva.
La psicología clínica y de la salud presenta una variedad de líneas de investigación, que, a juicio del revisor, en su distribución sitúa en primer término la propia psicología de la salud (31.7% del total de lineas de trabajo), seguida de la psicopatología (24.7%), evaluación psicológica (14.1%), tratamientos psicológicos (11.7%), personalidad (8.2%), gerontología (2.3% ) y otros temas (7%) (Sanz, 2001).
En el campo de la psicobiología, se ha detectado un mayor número de investigaciones en psicofarmacología y neuropsicología (aprox. un 35% en cada caso), seguidos de Aprendizaje y memoria (aprox. 24%), y porcentajes menores en desarrollo del sistema nervioso, emoción y estrés, etologia, y procesos sensoriales (Herreros de Tejada et al., 2001).
También en psicología social y de las organizaciones hay una interesante distribución de intereses entre los autores, atendiendo al número de publicaciones. Aparece la psicología del trabajo y de las organizaciones en el primer lugar (17.9%), seguida de la psicología social de la salud (11.2%), y de la psicología comunitaria (7.0%), la ambiental (6.1%), la historia (5.3) y la psicología jurídica (5.1). El peso de la psicología de orientación aplicada es, como se ve, muy grande en este area (Blanco & de la Corte, 2001).
El campo de la psicología educativa y evolutiva (dos materias que se han unido en el organigrama académico, configurando un solo tronco de especialización), muestra como primer tema de interés en la selección de artículos estudiados por los revisores la Cognición e Instrucción (36.3%), seguido del Desarrollo cognitivo y lingüístico (21.3%) y de los Trastornos de desarrollo y lenguaje (19.3%). Vienen luego el tema del Desarrollo personal y social (12.4%), y, en último lugar, el de Desarrollo y contextos educativos (10.5%). (Sanchez Miguel et al. 2001).
El campo profesional: el Colegio Oficial de Psicólogos
En la evolución de la psicología española contemporánea ha jugado un papel central la organización profesional que, surgida de los esfuerzos de unos grupos de jóvenes licenciados allá por los años 70, iba a convertirse en una poderosa asociación, dotada de medios y recursos, activa en la defensa de los intereses de sus miembros y de la psicología en general, y fuertemente ligada a otras organizaciones similares de otros países, lo que le ha dado un peso político considerable.
Los primeros psicólogos, cuya primera promoción salió a la vida pública en 1971, pronto gestaron una Sección dentro del Colegio de Doctores y Licenciados en Filosofía y Letras y en Ciencias, de Madrid, de la que al cabo vino a ser primer presidente Cesar Gilolmo, figura activa dentro de la Agrupación de Psicólogos del PCE. La sección inspiró acciones reivindicativas tanto de la creación del propio colegio profesional, como de la aplicación de la psicología a los barrios, asociaciones de vecinos y comunidades diversas, propugnando una ciencia crítica al servicio de la sociedad. En 1980 (Ley 43/1979) se alcanzó la creación del Colegio, que en el año 2000 ha pasado a adquirir una estructura federativa, con colegios vinculados a las diferentes autonomías del estado español, a través de los cuales se integran unos 30000 miembros.
El colegio ha sabido conjugar una clara acción social de defensa de intereses profesionales con un apoyo a las realizaciones más estrictamente científicas. En 1984 realizó un Primer congreso, seguido del Segundo congreso en 1990, y de la organización de la reunión más importante hasta el presente, el XXIII congreso internacional de la International Association of Applied Psychology, celebrado en 1994, en Madrid.
En este ámbito profesional dos acontecimientos han de ser reseñados. Son estos: la creación de una especialidad de Psicopedagogía, en el ámbito de la universidad, y la creación de un título especializado en Psicología Clínica. Veámoslo.
Innovaciones en el mundo de la Psicología Aplicada
En el Mundo Escolar
La primera de esas innovaciones es, como acabamos de indicar, la creación de una especialidad en el mundo de las titulaciones que imparte la universidad: la licenciatura en Psicopedagogía, hecho que ha tenido lugar en 1992. La psicología educativa había venido siendo, desde el primer momento, uno de los campos de mayor oportunidad para el trabajo con que contaban los psicólogos. Así, según ciertos cálculos, hasta un 40 por ciento de estos estarían dedicándose a intervención en el mundo educativo.
Desde 1977 se crearon Servicios de Orientación Escolar y Profesional, y, poco después, se dio forma a unos Servicios pedagógicos municipales, que cumplían la tarea de apoyar con orientación y consejo psicológico y educativo a profesores de las escuelas y centros dependientes de los gobiernos locales. Además, el desarrollo de la educación especial y la atención a minorías más o menos discapacitadas, luego la atención a la incorporación de escolares procedentes de países y culturas muy diversas a través de la inmigración, todo ello fue ocupando el tiempo y las habilidades de los profesionales dedicados a estos temas.
Esa intervención educativa, llevada a cabo principalmente por psicólogos, ha pasado a estar compartida con unos nuevos licenciados, en Psicopedagogía, licenciatura en que estudiantes formados básicamente en pedagogía y educación, han recibido una formación psicológica, casi exclusivamente centrada en psicología educativa y evolutiva, junto a otras materias que amplían su formación en el campo educativo, de suerte que con ello se les ha reconocido capacidad para abordar los problemas psicológicos de todo orden que pueden afectar a los muchachos en el tiempo de su escolarización.
Los psicólogos, tanto en el campo académico a través de las facultades de psicología, como en el profesional, a través del Colegio Oficial de Psicólogos, hicieron notar el solapamiento, así como las limitaciones en la formación psicológica con que había sido configurado el curriculum del nuevo profesional. La administración impuso su criterio, y de hecho, el mundo de la escuela tiene hoy cubiertas sus necesidades de orientación y de asistencia psicológica por esa doble figura del psicólogo educativo y del psicopedagogo, lo que da origen a múltiples problemas, desde los estrictamente laborales y profesionales hasta los más graves de formación y conocimiento, surgidos de la fuerte discrepancia en preparación científica que hacen posible los distintos curricula mencionados.
Innovaciones en el ámbito clínico: El PIR
El otro cambio importante, producido en los últimos años, ha sido la creación de una titulación de postgrado, mediante la cual el psicólogo puede alcanzar la condición de Psicólogo especialista en Psicología clínica. La innovación consiste en la incorporación de una especialización al título general de psicólogo, el único que confieren los estudios reglados universitarios, y que capacita para la actuación profesional una vez logrado. Esa especial adición tiene una consecuencia: la capacitación que así se ha conseguido para trabajar como técnico dentro del sistema nacional de salud, en centros cerrados – hospitales, clínicas – o en servicios abiertos.
En forma paralela a como adquieren las diversas especializaciones médicas los licenciados en medicina, esto es, mediante su formación durante tres años en servicios especializados en centros hospitalarios, conjugando formación y práctica, (MIR, o sea, médicos internos residentes), se ha configurado una especialidad PIR, (o de psicólogo interno residente), para obtener formación en centros dependientes de la sanidad nacional, y de acuerdo con un plan que han combinado los departamentos de educación y sanidad. (Del Barrio & Carpintero, 2003; Espino & Olabarría, 2003)
Unas primeras experiencias se iniciaron ya en los años 80 (en Andalucía, 1985; Asturias, 1983; Castilla-León,1984, etc.). Se dotaron unas plazas limitadas para que los psicólogos las ocuparan en centros hospitalarios, donde recibían una formación diversificada en temas de psicología clínica, intervención, diagnóstico, y tratamientos. El plan adquirió dimensiones nacionales con la aprobación por la Administración en 1998 (R. D. 2490/1998) del titulo oficial de psicólogo especialista en psicología clínica. Y con ello, se enriquecía la diversificación formativa dentro del campo psicológico.
Lo notable es que la regulación nacional mencionada fue recurrida por una serie de entidades, especialmente por sociedades de psiquiatría y, sobre todo, por la gran organización profesional de la clase médica española, el Consejo General de Colegios Oficiales de Médicos. Estos cuestionaron que se asumiera en el plan del gobierno que los psicólogos tenían capacidad para realizar diagnósticos y tratamientos dentro del campo de los trastornos conductuales y mentales, toda vez que reivindicaban para el médico esas funciones de diagnóstico y tratamiento integral de los sujetos. El recurso de estos grupos tuvo, al fin, una resolución desestimadora por parte del Tribunal Supremo (2002), el cual ha venido así a reconocer aquellas funciones como siendo propias del psicólogo, en torno a los trastornos psíquicos, excluidos naturalmente los padecimientos orgánicos que están reservados al licenciado en medicina.
Ese proceso ha venido, pues, a consolidar el rol social del psicólogo clínico, y con ello, más ampliamente, el del psicólogo en cuanto tal, como profesional que realiza tareas de evaluación y diagnóstico sobre las que funda sus modos específicos de intervención. Se reconoce y fortalece su independencia profesional, y se presta apoyo a la figura del PIR, de cuya significación y simbolismo se beneficia el conjunto total de los psicólogos.
Revista Interamericana de Psicología/Interamerican Journal of Psychology – 2004, Vol. 38, Num. 2 pp. 343-350