Un estudio revela los mecanismos moleculares subyacentes a la adicción a los alimentos de alto contenido en grasas y calorías
La comida basura provoca una alteración en el sistema de recompensa del cerebro similar a la que producen las drogas en este mismo sistema, señalan los resultados de una investigación realizada con ratas durante tres años. Dicha alteración explicaría porqué la gente se acostumbra rápidamente a comer comida basura, y también porqué este tipo de comida provoca hábitos de sobrealimentación compulsiva, que a su vez propician la obesidad y la aparición de otras enfermedades, como la diabetes de tipo II.
Un estudio reciente realizado por científicos de The Scripps Research Institute, en Estados Unidos, ha revelado que los mismos mecanismos moleculares del cerebro que propician la adicción a las drogas se desarrollan cuando se come comida basura.
La investigación, dirigida por el profesor de dicho instituto, Paul J. Kenny, ha establecido, por tanto, que la ingesta compulsiva de comida basura –especialmente adictiva y nociva para la salud- sería extremadamente difícil de parar, del mismo modo que es muy difícil dejar las drogas.
En el estudio, realizado con ratas, se demostró que el desarrollo en estos animales de la obesidad coincidió con un deterioro progresivo del equilibrio químico de los circuitos de recompensa del cerebro.
Tres años de investigación
A su vez, a medida que estos centros de placer del cerebro se hacían cada vez menos sensibles, aumentaron también los hábitos de sobrealimentación compulsiva de las ratas, lo que provocó que los animales estuviesen cada vez más gordos.
Por otra parte, fueron constatados cambios cerebrales similares en los cerebros de ratas a las que, en lugar de comida basura, se les suministraron grandes cantidades de cocaína y de heroína.
Según Kenny, estos resultados, obtenidos en un trabajo de investigación que duró casi tres años, confirman las propiedades adictivas de la comida basura, que es toda aquélla que contiene altos niveles de grasas, sal, condimentos o azúcares, así como numerosos aditivos alimentarios, como el glutamato monosódico (potenciador del sabor) o la tartracina (colorante alimentario).
Además de con la obesidad, este tipo de comida, que tiene poco alimento, suele relacionarse con enfermedades del corazón, la diabetes del tipo II, las caries y la celulitis.
Comida y adicción
El científico afirma que las ratas sometidas a observación a lo largo del tiempo que duró la investigación llegaron a perder completamente el control sobre su comportamiento con la comida, característica principal de las adicciones.
Según publica Eurekalert, en el estudio, los investigadores alimentaron a las ratas imitando los menús que en humanos provocan la obesidad: dietas de muchas calorías y alto contenido en grasas (salchichas, bacon, pasteles de queso, etc.)
Poco después de que el experimento comenzara, los animales empezaron a aumentar de volumen drásticamente. Además, enseguida fueron incapaces de cambiar de dieta, rechazando comidas alternativas que los científicos les ofrecían.
El cambio en sus preferencias fue tan enorme que, básicamente, se mataron a sí mismas de hambre dos semanas después de que se les suspendiera la dieta de comida basura, explican los investigadores.
Aquellos animales que sufrieron mayores cambios en los circuitos de recompensa del cerebro fueron los que más modificaron sus preferencias hacia la comida basura. En estos casos, las ratas resistían incluso el dolor de unos electroshocks que se les suministraron para que asociasen dicha comida con el dolor, y se abstuvieran de comerla.
Kenny explica que lo que ocurre con las adicciones es muy sencillo: las vías de recompensa del cerebro han sido tan sobreestimuladas (por sustancias, en este caso por la comida) que el sistema, básicamente, se adapta a dicha sobreestimulación. Esta adaptación se consigue con una reducción de la actividad del cerebro. Para equilibrar esta reducción, se necesita de nuevo una sobreestimulación similar a la inicial, obtenida con la comida basura.
Mecanismo molecular subyacente
Además de las comprobaciones empíricas del poder adictivo de la comida basura, los científicos estudiaron los mecanismos moleculares subyacentes ocurridos en los centros de recompensa del cerebro de las ratas.
Para hacerlo, se centraron en un receptor particular del cerebro que ya se sabía que juega un papel importante en la vulnerabilidad a la adicción a las drogas y a la obesidad: el receptor D2 de dopamina.
Este receptor responde a la dopamina, que es un neurotransmisor producido en el cerebro cuando disfrutamos de experiencias agradables, como las relaciones sexuales o una comida sabrosa, pero también cuando se consumen drogas.
Los científicos comprobaron que, al igual que ocurre en el caso de las adicciones a las drogas, los niveles de receptores D2 de dopamina se habían reducido significativamente en los cerebros de las ratas obsesas.
Según los investigadores, este hallazgo confirma que el consumo excesivo de comida basura propicia que en el cerebro se desarrollen los mismos mecanismos moleculares cerebrales subyacentes a las adicciones a las drogas.
Los resultados de esta investigación, que han aparecido publicados con detalle en la revista Nature Neuroscience, tienen gran importancia en nuestra sociedad actual, en la que la obesidad, aún siendo una condición clínica individual, se ha convertido en un serio problema de salud pública que va en aumento.
El peso corporal excesivo, que predispone a padecer diversas enfermedades como enfermedades cardiovasculares, apnea del sueño u osteoartritis, puede tener diversas causas, entre las que el estilo de vida juega un importante papel. Con el presente estudio, se ha demostrado que ciertos hábitos alimenticios pueden volverse tan adictivos como una droga, puesto que tienen el mismo efecto que éstas en el cerebro.