Tomar una tila, respirar hondo, dormir bien… A las múltiples estrategias para vencer los nervios antes de los exámenes se suma ahora la escritura. Una investigación, publicada en ‘Science’, recalca las bondades de reflejar por escrito las emociones hacia la prueba a la que vamos a someternos. Esta práctica libera la presión mental y favorece unos buenos resultados.
«Una intervención de 10 minutos, previa al examen y derivada de las teorías psicológicas sobre el estrés y el rendimiento, puede prevenir el agobio y mejorar la actuación, sobre todo entre los estudiantes que habitualmente se ponen nerviosos ante las pruebas», sostienen Gerardo Ramírez y Sian L. Beilock, de la Universidad de Chicago (EEUU).
Como recalcan estos autores, la sensación de nerviosismo que muchos sienten antes de someterse a una prueba ‘emborrona’ la memoria a corto plazo. Esto se suele traducir en una peor actuación y, por tanto, en unas notas más bajas de lo esperado.
«Escribir podría aliviar la carga de las preocupaciones […] al ofrecer una oportunidad para reevaluar la experiencia estresante», afirma el trabajo. Bajo esa máxima, se ofreció la oportunidad de expresar por escrito sus pensamientos y sensaciones a varios grupos de estudiantes.
Estudiantes más o menos estresados
Dos de los ensayos se centraron en estudiantes universitarios a los que se reunió para realizar un par de pruebas matemáticas. En la primera de ellas, sólo se les pidió que lo hicieran lo mejor posible. En la segunda, antes de empezar, se les introdujo un poco de presión ‘extra’.
Entre otros temas, se les habló de una recompensa monetaria para el que mejor lo hiciera y de la importancia de sus resultados para ayudar al resto del grupo. A continuación, algunos tuvieron la posibilidad de escribir sobre los sentimientos que les producía la inminente prueba o sobre otro tema no emocional; el resto, esperó 10 minutos sin tarea asignada.
Los datos obtenidos hablaron a favor de los estudiantes que decidieron expresar sus nervios previos al examen. En comparación con la primera prueba, que hicieron sin ninguna condición, las notas del segundo test fueron un 5% mejores; algo que no le sucedió al resto de participantes.
En un entorno real
Para corroborar estos datos, los investigadores decidieron desplazarse a un entorno real -no organizado para el ensayo-. En dos ocasiones, analizaron el impacto de esta práctica en medio centenar de estudiantes de instituto. Antes de realizar su primer examen final, la mitad de ellos contó con la posibilidad de escribir sobre sus sentimientos hacia la prueba. Y al resto se le pidió que pensara sobre un tema que no fuera a caer en el test (grupo control).
«Cuanta más ansiedad presentaron los estudiantes del grupo control, menor fue su nota», recalca el documento. Sin embargo, esto no sucedió entre los que pusieron por escrito sus temores, una práctica que fue especialmente eficaz para los jóvenes que solían sentirse nerviosos con frecuencia. «Un escrito corto y expresivo reduce los fallos en el rendimiento, que se asocian a la presión propia de los exámenes», expresan Ramírez y Beilock. Pero aclaran: «No vale cualquier tipo de escritura sino la que sirve para expresar las preocupaciones sobre la inminente situación de estrés».
Además de ayudar a los estudiantes en sus exámenes, esta práctica podría ser de ayuda en otros entornos propicios para la ansiedad, como una entrevista de trabajo o un proceso de selección para lograr una beca.