Las personas comen chocolate en pedacitos, saboreándolo de manera lenta, durante el día espacian sus cigarros, sus sesiones de chismes y las llamadas hechas a los amigos. Les gustan los deportes con entretiempos y practican su religión con ayunos y periodos de abstinencia, como la Cuaresma.
Entonces, ¿por qué considera la gente a las interrupciónes como algo malo?
Quizá no lo sean. En dos estudios nuevos, varios investigadores que estudian el comportamiento de los consumidores argumentan que interrumpir una experiencia, ya sea deprimente o placentera, puede volverla significativamente más intensa.
«El chiste es que los comerciales, incluso los malos, hacen que sea más agradable ver los programas de televisión», dijo Leif Nelson, profesor asistente de marketing en la Universidad de California, en San Diego, y uno de los autor de la nueva investigación. «Cuando le digo eso a la gente, me miran con incredulidad». Los hallazgos son, a la vez, inverosímiles y empíricamente coherentes».
Investigaciones psicológicas han encontrado que las personas muestran una especie de equilibrio tras una pérdida (un divorcio, por ejemplo) o una ganancia (un ascenso) regresan, con el tiempo, a más o menos el mismo nivel de felicidad que antes. Los humanos se acostumbran con rapidez a las penurias y a la prosperidad, a la guerra y a la paz.
Incluso los placeres más modestos (una taza de café en la mañana, una caminata vespertina, un whisky antes de acostarse) parecen seguir una ley de réditos en disminución. «El alcohol es como el amor», dice un bebedor empedernido en la novela «The Long Goodbye», de Raymond Chandler. «El primer beso es mágico, el segundo es íntimo y el tercero es rutinario».
Para Sonia Lyubomirsky, psicóloga en la Universidad de California, en Riverside, y autora del libro «The How of Happiness» (El cómo de la felicidad), esto plantea una pregunta provocadora: «Si te adaptas tan fácilmente a actividades placenteras, y el plater disminuye, ¿cómo sostienes un nivel de felicidad o avanzas en la escala?»
Las investigaciones sugieren que una manera en que la gente hace esto es al preferir experiencias novedosas sobre los bienes materiales. El olor de un auto nuevo puede hacer feliz a una persona durante meses. Pero el recuerdo de un viaje a Australia o Amsterdam parece proporcionar un sustento psicológico más duradero.
La nueva investigación sobre el consumidor analizó dinámicas similares a nivel de «momento a momento». En un experimento, Nelson,junto con Tom Meyvis y Jeff Galak, de la Universidad de Nueva York, pidieron a 87 estudiantes universitarios que vieran un episodio de la comedia de televisión «Taxi». La mitad lo vio tal como fue transmitido originalmente, con comerciales. La otra mitad lo vio sin los cortes comerciales.
Al terminar el programa,los estudiantes calificaron cuánto lo disfrutaron, mediante una escala de once puntos y en comparación con la comedia «Happy Days», con la que todos estaban familiarizados. Quienes vieron «Taxi» sin comerciales prefirieron «Happy Days», pero quienes lo vieron con comerciales, prefirieron «Taxi».
En experimentos similares, al usar otros videos y una variedad de interrupciones, los resultados fueron los mismos. Un experimento demostró que interrumpir un masaje también intensificaba el placer de la gente. Lo contrario resultó cierto para experiencias irritantes, como oir el ruido de una aspiradora: una interrupción, descubrieron, sólo hacía que fuera peor.
«La razón por la que esto sucede, argumentamos,es que tendemos a adaptarnos a una variedad de experiencias a medida que suceden. Escuchar una canción, ver un programa de TV, recibir un masaje: todos ellos empiezan de manera placentera, y a los pocos minutos nos acostumbramos a ello. Las interrupciones terminan con eso», dijo Nelson.