Dejar de fumar no genera ningún trauma, no es para tanto

La cruzada contra el tabaco tiene su lógica, pues los fumadores no se perjudican solamente a sí mismos

Olaya García Rodríguez (Oviedo, 1980), doctora en Psicología por la Universidad de Oviedo y experta en evaluación, prevención y tratamiento de las conductas adictivas, dirige un proyecto de inmersión en una realidad virtual para dejar de fumar. A partir de febrero, un grupo de asturianos voluntarios podrá poner a prueba su resistencia a entrar en el bar y no fumar a través del ordenador y con unas gafas en 3D.

¿Qué peculiaridades tiene este método de realidad virtual para dejar de fumar?

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Se trata de un tratamiento psicológico que utiliza las nuevas tecnologías para ayudar a la gente a dejar de fumar. Pretende que la gente afronte con éxito las situaciones que tiene asociadas al consumo de tabaco. Los pacientes reciben un tratamiento psicológico tradicional basado en la reducción gradual del consumo de tabaco durante seis semanas, pero además, y esto es lo novedoso, durante las sesiones les exponemos a diferentes entornos virtuales que simulan situaciones cotidianas como comer, estar en una cafetería o en un restaurante, esperar el autobús o ver la televisión, para que vean como poco a poco las ganas de fumar en esos contextos pueden controlarse y desaparecen si utilizan las herramientas adecuadas que el psicólogo les proporciona.

¿Qué resultados esperan?

La ventaja de la realidad virtual es el control que el psicólogo tiene sobre la situación. Podríamos hacerlo en los contextos naturales, pero sería inviable acompañar al paciente en todas estas situaciones reales. Así, el paciente puede practicar lo que tendrá que hacer en su vida diaria siempre con el psicólogo a su lado para proporcionarle las estrategias adecuadas.

¿Cuál es el mejor punto de partida para dejar de fumar?

Sólo hay que proponérselo. Muchos lo dejan sin ayuda, de un día para otro. Para los que no son capaces, el punto de partida es pedir ayuda a un profesional.

¿Cómo se consigue cambiar un hábito adictivo sin que el entorno de la persona se vea afectado?

Muchos tienen miedo a lo que pasará cuando ya no fumen. Creen que se sentirán raros, que no sabrán qué hacer, pero al final, cuando lo dejan, todos reconocen que no era para tanto, que no les costó tanto como creían y que están mucho mejor sin tabaco. El entorno de la persona suele apoyar estas decisiones, por lo que las consecuencias son siempre positivas.

Para un adicto al tabaco es duro asumir que el cigarro ya no forma parte de su vida. ¿Un trauma?

En absoluto. La clave es poner el énfasis en las consecuencias positivas que tiene ser no fumador.

¿Por ejemplo?

Dejar el tabaco supone ahorrar dinero, recuperar el olfato. La persona no se fatigará tanto, no dependerá de nada y, sobre todo, su salud mejora y se previenen futuras enfermedades que nadie desea.

Hace años en todas las películas la gente fumaba como señal de prestigio social, ahora es todo lo contrario. ¿Hasta que punto influyen las modas?

La normalización del consumo de cualquier sustancia influye en que la gente lo vea como algo normal, deseable y, en definitiva, puede hacer que más gente fume, y no hay que olvidar que los jóvenes son una población especialmente vulnerable a este tipo de mensajes. Cada vez está peor visto fumar, simplemente porque molesta y afecta a otras personas.

¿Está en marcha el diseño de una sociedad en la que las conductas saludables serán imprescindibles para ser aceptadas?

No necesariamente. El caso del tabaco es especial, ya que el humo no sólo afecta a la persona que decide fumar, sino a aquellos que le rodean y por eso cada vez se valora peor que alguien fume.

¿La guerra contra el humo puede ser la antesala de nuevas cruzadas, como contra la obesidad, por ejemplo?

No creo que vaya a ser así. La cruzada contra el tabaco tiene su lógica porque las personas que fuman no sólo se perjudican ellas, sino que los fumadores pasivos también sufren las consecuencias y esto es lo que se trata de evitar con la nueva ley del tabaco. No se ha prohibido fumar, sólo se ha regulado dónde no debe hacerse.

¿No cree que se detecta una criminalización del fumador?

En muchos países, hace años que las leyes son como ahora en España y no ha habido consecuencias negativas. Como mucho, ha habido personas que se han decidido a dejar de fumar y esto siempre es positivo.

¿Como surgió el grupo de conductas adictivas y qué objetivos tiene?

Nació en los noventa bajo la dirección de José Ramón Fernández Hermida y Roberto Secades, profesores de la Facultad de Psicología. Yo tuve la suerte de formarme con ellos y, tras unos años como profesora en Barcelona, volver para seguir trabajando en este grupo de investigación. Desarrollamos proyectos de investigación sobre prevención, tratamiento y epidemiología de conductas adictivas. Tenemos varios estudios en marcha además del de tabaquismo y realidad virtual, un proyecto sobre jóvenes consumidores de cannabis y otro en colaboración con Proyecto Hombre sobre tratamiento de la adicción a la cocaína.

María José Iglesias | Ine.es