Es la simple falta de fuerza de voluntad lo que hace irresistible a la comida grasosa, ¿o hay fuerzas más profundas en juego?
Fascinantes investigaciones recientes sugieren lo segundo. Los científicos en California e Italia informaron en julio que, en ratas alimentadas con alimentos grasos, el cuerpo inmediatamente liberaba químicos naturales similares a la marihuana en los intestinos, que los hacía querer más.
Varios estudios recientes le añaden una nueva complejidad al debate sobre la obesidad, al sugerir que ciertos alimentos provocan poderosas reacciones químicas en el cuerpo y el cerebro. Es cierto que la gente sube de peso porque consume más calorías de las que quema, pero esas compulsiones podrían ser resultado de sistemas biológicos sobre los cuales no tienen control.
En estudios recientes con ratas, realizados por un equipo de la Universidad de California, en Irvine, y el Instituto Italiano de Tecnología, en Genova, el objetivo era medir la forma en que el sabor afecta la respuesta del cuerpo a la comida. Entre las ratas alimentadas con dietas liquidas con grandes cantidades de grasa, azúcar o proteína, las que recibían el líquido graso mostraron una reacción sorprendente: en cuanto llegaba a sus papilas gustativas, sus aparatos digestivos comenzaban a producir endocanabinoides, químicos similares a los que produce el consumo de marihuana.
Los compuestos cumplen una variedad de funciones, que incluyen la regulación del estado de ánimo y la respuesta al estrés, el apetito y el paso de los alimentos a través de los intestinos. Eran liberados solo cuando las ratas probaban grasas, no azúcar o proteína.
«Lo más sorprendente para la mayoría de la gente, y me incluyo, es que los hallazgos nos enseñan sobre la forma en que nos relacionamos con los alimentos grasos», dijo Danielle Piomelli, una de las autoras del estudio y directora de descubrimiento y desarrollo de fármacos en la Universidad de California, en Irvine.
El hallazgo ofrece esperanza para nuevos potenciales medicamentos de dieta.
En los estudios con ratas, los investigadores inyectaron un fármaco para bloquear los canabinoides en los intestinos de las ratas y descubrieron que perdían interés en el alimento graso.
Los hallazgos ofrecen consejos prácticos sobre las poderosas fuerzas biológicas involucradas en la comida grasosa.
«Pensamos que la comemos porque nos gusta, pero no es solo porque nos gusta, sino porque la queremos», dijo David Kessler, ex director de la Dirección de Alimentos y Medicamentos de Estados Unidos y autor del libro «The End of Overeating» (El final de comer excesivamente).
«La atracción es muy fuerte y hay una razón biológica por la que la comida tiene tanto poder sobre nosotros», dijo. «Pero simplemente porque el cerebro sea secuestrado, eso no quiere decir que uno no tenga la responsabilidad de protegerse».