Según el doctor Robert Hare, investigador sobre psicología criminal, se estima que un 1% de la población es psicópata. Otras estimaciones incluso llegarían al 6%.
Sin embargo, actos atroces como el perpetrado por Anders Behring Breivik nos parecen propios de monstruos y no de seres humanos. Breivik fue el autor del reciente doble ataque terrorista que ha sufrido Noruega, un país que se caracteriza precisamente por ser un ejemplo de civismo y armonía. Breivik, de 32 años, está acusado de matar a 68 personas en la isla de Utoya, donde disparó contra los jóvenes que participaban en un campamento de las juventudes socialdemócratas, y a otras 8 en Oslo, donde colocó una bomba cerca de la sede del Gobierno.
El abogado del asesino, Geir Lippestad, asegura que su cliente sufre “trastornos mentales” y que cree que se encuentra en un “estado de guerra”. Lippestad, elegido por el propio Breivik para su defensa, lo definió como “una persona muy fría que no mostró empatía con las víctimas”. Añade:
Su visión de la realidad es rara y es difícil de explicar. Está en una burbuja. Odia a cualquier persona que no sea un extremista. Odia a cualquiera que sea demócrata y que defienda los valores democráticos.
¿Entonces? ¿Cómo es posible que haya tantos psicópatas y, sin embargo, no haya muchísimos más casos como el de Noruega? Una personalidad psicopática no es sinónimo de asesino en serie o de ser una especie de Hannibal Lecter. Un psicópata puede ser una persona simpática que, no obstante, no duda en cometer un delito cuando le conviene y, como se ha explicado, lo hace sin sentir remordimientos por ello. Además, la mayoría de los psicópatas no cometen delitos, pero no dudan en mentir, manipular, engañar y hacer daño para conseguir sus objetivos.
Lo que sabemos es que los cerebros de los psicópatas no son igual al cerebro del resto de la gente. Gracias a la tomografía por emisión de positrones (PET en sus siglas en inglés) permite escanear la actividad del cerebro ante determinados estímulos. Los estímulos relacionados con las capacidades de empatía se encuentran ausentes en el lóbulo prefrontal del cerebro en el caso de los psicópatas, ya que el lóbulo prefrontal es el mecanismo principal de nuestros razonamientos morales, y en el caso del psicópata se halla inactivo ante un estímulo que sugiera empatía hacia terceras personas.
Según un estudio publicado en el British Journal of Psychiatry, los psicópatas muestran menos actividad en áreas del cerebro relacionadas con la evaluación de las emociones vinculadas a las expresiones faciales. E investigadores del Instituto de Psiquiatría del King’s College de Londres hallaron en agosto de 2009 que los psicópatas tienen conexiones defectuosas entre la parte del cerebro que maneja con las emociones y la que maneja los impulsos y la toma de decisiones.
La falta de remordimientos radica en la cosificación que hace el psicópata del otro, es decir: quitarle al otro los atributos de persona para valorarlo como cosa. Pero esta cosificación se puede dar también en muchas personas que no presentan cuadros psicopáticos. Es la razón de que, por ejemplo, los soldados puedan ser tan agresivos con el enemigo: los enemigos ya no son personas como ellos sino una cosa, una amenaza sin humanidad.
Uno de los experimentos más famosos que sugieren hasta qué punto todos nosotros podemos cosificar a una persona o a un grupo de personas es el llamado Experimento de la cárcel de Stanford. Fue llevado a cabo en 1971 por un equipo de investigadores liderado por Philip Zimbardo, y en él se reclutaron voluntarios que desempeñarían los roles de guardias y prisioneros en una prisión ficticia.
Otro similar fue el experimento de la Tercera Ola, donde el profesor de historia Ron Jones realizó un estudio sobre la Alemania nazi con alumnos de secundaria para demostrar que incluso las sociedades libres y abiertas no son inmunes al atractivo de ideologias autoritarias y dictatoriales.
Otro parecido es el experimento de Milgram. Fue llevado a cabo en 1963 por Stanley Milgram, tres meses después de que Adolf Eichmann fuera juzgado y sentenciado a muerte en Jerusalén por crímenes contra la humanidad durante el régimen nazi en Alemania. Milgram ideó estos experimentos para responder a la pregunta: ¿Podría ser que Eichmann y su millón de cómplices en el Holocausto sólo estuvieran siguiendo órdenes? ¿Podríamos llamarlos a todos cómplices?
Para el doctor Robert Hare los criterios que definen a la personalidad psicopática pueden evaluarse mediante una lista de 20 características denominadas Psychopathy Checklist (PCL), entre las que destacan Autoestima exagerada, constante necesidad de obtener estímulos y tendencia al aburrimiento, tendencia a mentir de forma patológica, comportamiento malicioso y manipulador, afectividad frívola, con una respuesta emocional superficial y falta de empatía, crueldad e insensibilidad.