El punto de partida era un artículo publicado en la revista The Lancet, valorada y prestigiosa, en el año 1998. Aunque en el artículo no se llegaba a afirmar que la vacuna causara el autismo, en una rueda de prensa posterior, Wakefield alertaba a los padres y les sugería ser precavidos a la hora de vacunar a sus hijos. En esa misma rueda de prensa, proponía que en su caso, era mejor usar vacunas monovalentes, contra cada tipo de virus.
En un mundo con un diagnóstico cada vez mayor de casos de autismo, con una mayor sensibilización y un mejor conocimiento mediático y social, las declaraciones de Wakefield tuvieron un gran impacto, hicieron que un número muy importante de padres no vacunara a sus hijos y lanzó un movimiento anti-vacunas. El resultado fue una serie de brotes de enfermedades que no tendrían porqué haber sucedido. Varios niños murieron. NO tenía porqué haber sucedido.
En todos los países con un nivel científico mínimo, una investigación debe ser aprobada por un comité ético que analiza el número de muestras, la forma de obtenerlas, la fiabilidad y repercusión del estudio, que no haya sido hecho con anterioridad, la calidad de los procedimientos y muchos otros factores. Además, cualquier intervención sobre personas debe hacerse con su consentimiento informado. Wakefield extrajo sangre a los niños que fueron a la fiesta de cumpleaños de su hijo, a cambio de una “recompensa” de cinco libras para cada uno. No solo eso. Wakefield realizó análisis invasivos, dolorosos e innecesarios en niños, incluyendo colonoscopias y punciones lumbares. No tenía permiso de ningún comité ético para hacer esos procedimientos.
Brian Deer, un periodista del Sunday Times reveló en una serie de artículos los errores, maniobras y comportamiento poco ético de Wakefield, incluyendo que no había declarado que tenía serios conflictos de interés. Deer consiguió evidencias de que Wakefield había recibido miles de libras de abogados que querían establecer una relación entre la vacuna triple vírica y el autismo, para poder litigar contra las compañías farmacéuticas que producían las vacunas.
Haciendo un breve recorrido cronológico
1997: Wakefield solicita una patente sobre una vacuna monovalente contra el sarampión, similar a la que el año siguiente, dirá en la conferencia de prensa tras la publicación de su artículo en Lancet, que es lo que padres tendrían que buscar.
1997: Wakefield propone un sistema para “curar” el autismo, una tecnología sin sentido que consiste en inocular ratones con virus, después extraer sus glóbulos blancos, procesarlos, inyectar el resultados en cabras preñadas, ordeñarlas después del parto y con el producto, generar cápsulas. Desgraciadamente, el autismo no se cura.
1998: Publicación del artículo en The Lancet. Comienza una época de controversias, brotes epidémicos, ilusión y esperanza entre los padres de niños con autismo, ataques a los fabricantes de vacunas, fomento de los grupos y sectas anti-vacunación, en otros, sinsentido y avaricia. Cada vez se va haciendo más evidente las falsedades contenidas en el artículo y su falta de validez científica. Se encuentran más y más evidencias de mala praxis por parte de Wakefield.
2004: Diez de los trece autores firmantes del artículo en Lancet solicitan retirar su nombre de esa publicación señalando ”Deseamos dejar claro que en este artículo no se establece ninguna relación causal entre la vacuna y el autismo y que los datos eran insuficientes. Sin embargo, la posibilidad de dicha relación se planteó y los sucesos consecuentes han tenido implicaciones importantes para la salud pública.”
2005: Wakefield se traslada a Estados Unidos donde es nombrado director de una clínica de medicina alternativa. Allí realiza tratamientos sin ninguna base científica como la quelación y vende “productos para el autismo” incluyendo enzimas y supuestos test genéticos.
2010: El editor de Lancet, Richard Horton, retira el artículo, lo que significa que se borre del registro científico. Otro artículo de Wakefield aceptado para su publicación en la revista NeuroToxicology, donde se relacionaba el timerosal, un conservante de vacunas, con problemas en el desarrollo neurológico es también retirado.
2010: El Colegio médico británico (General Medical Council) en la mayor investigación de su historia, con un panel disciplinario que tuvo reuniones durante 148 días a lo largo de dos años y medio y con un coste de un millón de libras emite un informe de 143 páginas indicando que Wakefield había mostrado una “total despreocupación por el sufrimiento de los niños” y había “abusado de su posición de confianza”, concluyendo que “el nombre del Dr. Wakefield debe ser borrado del registro de médicos”. Esto es, expulsado de la profesión. Doce años después de la publicación de su artículo. Doce años tarde. Entre medias, algunos de sus seguidores habían propuesto que lo nombraran “Sir”
Finalmente, hablando en una manifestación contra las vacunas en Washington, Wakefield habló sobre sus nuevos planes: poner en macha una universidad virtual donde podría diseñar nuevos estudios y reclutar investigadores para seguir adelante. Desgraciadamente, sigue teniendo seguidores que apoyan sus teorías, atacan a las vacunas y ponen en riesgo la salud de sus hijos y la de los demás. Parece que los que en las películas querían dominar el mundo o hacerse con todo el agua del planeta y venderlo, ahora se conforman con eso, con crear una universidad.