En los grupos que cometieron el delito existiría un líder que incitó a los demás. Los especialistas hablan de trastorno de los valores, pero no de una patología mental.
MADRID.- Sucesos como los que se acaban de conocer en Isla Cristina (Huelva) y Baena (Córdoba), donde un grupo de menores viola a una menor, llevan a preguntarse qué pasa por la mente de esos chicos para llegar a traspasar los límites sociales y morales más básicos de esa manera. Los psiquiatras consultados por elmundo.es se inclinan por pensar que no existe ningún trastorno mental detrás que sirva como atenuante. Simple maldad, falta de educación en respeto y valores, machismo de grupo y el envalentonamiento de los más indecisos siguiendo a un líder son algunas de las causas que podrían explicar lo ocurrido.
«Vivimos en una sociedad tan ‘hipererotizada’ que lo que me sorprende que es que no haya más casos como éste», apunta el doctor Paulino Castells, psiquiatra especializado en temas de familia y profesor en la Universidad Abat Oliba CEU. A su juicio, los menores reciben tantos estímulos sexuales a través de todos los medios de comunicación que «a la mínima ocasión en que uno toma la iniciativa los compañeros se apuntan rápidamente».
Este especialista asegura que existe un «machismo de grupo» detrás de sucesos como éstos, que llevan a que incluso los menores más indecisos se envalentonen, aprovechándose de «una capa de anonimato». Eso sí, advierte a los medios de comunicación que tengan cautela en el tratamiento informativo de estas violaciones, «porque existe un gran peligro de que se produzca un fenómeno de imitación».
Castells descarta que exista ningún trastorno mental detrás de este comportamiento que ha llevado a dos grupos de menores a violar a sendas niñas, una de ellas con una discapacidad. «Lo que sí es obvio es que son chicos que en su casa no han tenido muchas normas morales, seguramente se han criado en familias que no han transmitido una idea del bien y del mal».
Buscar y evaluar al líder
Mucho más crítico se muestra el doctor José Luis Pedreira, psiquiatra infantil en el Hospital Niño Jesús de Madrid, que utiliza los calificativos más duros para referirse a estos jóvenes. «Ser mala persona no es un diagnóstico psiquiátrico. No se puede buscar ningún trastorno como atenuante o eximente de lo que han hecho», asegura indignado a elmundo.es. «El paciente psiquiátrico es un ser que sufre, pero en estos casos no hay ningún respeto al otro; es una brutalidad, una cuestión de mala educación y deben pagar por lo que han hecho».
Sí coincide con su colega catalán en que en estos casos siempre existe una figura que ejerce de líder, llevando al resto de chicos a cometer el delito. Aunque tampoco tiene justificación para «los seguidistas»; en estas situaciones, añade, «hay que saber decir no». Este individuo es el que más preocupa al doctor José Ramón Gutiérrez, jefe del servicio de Psiquiatría del Hospital Infanta Cristina de Badajoz. «Hay que ver quién ha inducido eso, porque es probable que tenga algún tipo de conflicto con la muchacha o problemas con la sexualidad».
En este sentido, sin embargo, aclara que el acto cometido seguramente tenga más que ver con las ganas de humillar y agredir a la chica que de resolver unas necesidades sexuales como pueda tener un violador adulto.
Tratamiento
Como añade por su parte la doctora Ana Gago, psiquiatra de la Unidade de Saúde Mental da Infancia e a Adolescencia en el Hospital de Santiago de Compostela (CHUS), sí es conveniente que ante comportamientos antisociales tan extremos como éstos, se investigue si existe alguna psicopatología de base. Ella sospecha que estos chicos que han cometido la violación encadenan un historial de fracaso escolar, «tonteo con sustancias toxicológicas» y alcohol… «Y un adolescente mal influenciado puede pasar a la acción mucho más rápido que un adulto, porque no conocen límites».
A pesar de la gravedad de los hechos, esta especialista señala que los menores que cometen un delito tan grave merecen la oportunidad de ser explorados, evaluados y tratados, si fuese necesario, «porque en la adolescencia existen más posibilidades de rehabilitación que siendo ya adulto». Para ello, es probable que haya que recurrir a una combinación de fármacos y psicoterapia, e incluso un ingreso en un centro especializado si fuese necesario. Sin embargo, apunta, «en España hay poca gente formada para ver a menores y algunos de estos comportamientos es posible detectarlos de antemano».
«Evidentemente necesitan terapia para entender que lo que han hecho está mal», apunta su colega Castells, «si se dan cuenta y encuentran una manera de enmendar el daño que han causado, la rehabilitación es posible. Si se consigue, habremos hecho una buena rehabilitación social, pero si no estaremos ante el perfil del típico delincuente frío».
Más allá del debate sobre la reforma de la Ley del Menor, y después de que estos chicos hayan saldado sus deudas legales y judiciales con la sociedad, el doctor Gutiérrez recomienda que se les vaya integrando en la sociedad; «que sientan culpa y pidan perdón a su víctima, que sepan sentir el dolor del otro y muestren arrepentimiento». Algunos de los que hayan participado en las violaciones, explica, «si lo hicieron por equivocación, auspiciados por otro, y pertenecen a familias estructuradas, es probable que ya estén arrepentidos.