Seis autores comparten sus secretos para llevar sus historias a la página

wk-ar827_craft_d_20091105231333Richard Powers pasa todo el día en la cama y dicta su novela a una computadora portátil con software de reconocimiento de voz. Junot Díaz, autor de la novela ganadora del Pulitzer La maravillosa vida breve de Oscar Wao, se encierra en el baño y se sienta en el borde de la tina con su libreta cuando está lidiando con un pasaje difícil.

La escritora británica Hilary Mantel, cuya novela histórica sobre la época Tudor Wolf Hall ganó el Man Booker Prize (el premio literario más prestigioso del Reino Unido) de este año, se mete en la ducha cuando se traba. «Ni siquiera puedo decir cuántas páginas están marcadas por el agua», dice Mantel.

Esta temporada trae una cosecha inusualmente generosa de libros de algunos de los autores de mayor reconocimiento en el mundo de las letras, entre los que se destacan Kazuo Ishiguro, Orhan Pamuk y Powers.

Tras bambalinas, muchos de estos escritores dicen que luchan con el trabajo diario de escribir y pasan miles de horas en solitario mirando páginas y pantallas de computador en blanco. La mayoría concuerda en cuáles son los obstáculos más comunes: dejar las cosas para el último momento, el bloqueo del escritor, el terror al fracaso y el poder de distracción de Internet.

A algunos autores les molesta la inevitable pregunta de cómo escriben. Richard Ford respondió en un email que «esa es la clase de pregunta que espero nadie me haga después de una presentación o una conferencia». En cambio, otros están encantados de revelar hasta los más ínfimos detalles: Amitav Ghosh no puede prescindir de sus bolígrafos Pelikan negros y Anne Rice siempre escribe en la fuente Courier de 14 puntos. Algunos ahora mantienen a su público actualizado sobre su progreso mediante blogs y mensajes de Twitter. En su página de Internet, John Irving describe cómo empieza sus novelas escribiendo primero la frase con la que acabará.

Margaret Atwood

«Ponga la mano izquierda sobre la mesa. Levante la derecha. Si se queda el tiempo suficiente en esta posición, conseguirá una trama», recomienda Margaret Atwood cuando le preguntan sobre el origen de sus ideas. Cuando le preguntan si alguna vez ha recurrido a este método, añade que no, que no lo necesita.

Atwood, que ha escrito 13 novelas, así como poesía, cuentos cortos y obras de no ficción, dice que rara vez está bloqueada. Cuando le llega una idea, escribe frases sueltas y notas en servilletas, menús de restaurante y hasta en los márgenes de periódicos. Empieza con una noción general de la historia «que suele acabar siendo errónea». Combina la escritura a mano con la computadora y cuando el arco narrativo empieza a cobrar forma, imprime capítulos, los coloca por pilas en el suelo y juega con el orden, cambiándolos de sitio.

Últimamente, ha estado blogueando y usando Twitter durante su gira para promocionar su última novela, El año de la inundación.

Orhan Pamuk

El novelista turco ganador del premio Nobel Orhan Pamuk suele reescribir la primera frase de sus novelas entre 50 y 100 veces.

«Lo más difícil siempre es la primera frase. Es algo doloroso», dice Pamuk, cuya novela El museo de la inocencia, una historia de amor ambientada en el Estambul de los años 70, salió en octubre.

Pamuk escribe a mano, en cuadernos cuadriculados. Escribe la prosa en una página y deja la adyacente vacía para revisiones, las cuales inserta dentro de viñetas de diálgo al estilo de los cómics. A continuación, envía los cuadernos a una mecanógrafa que le devuelve los manuscritos. Luego, Pamuk los corrige y los vuelve a mandar. Este ciclo se repite hasta tres o cuatro veces.

Pamuk dice que escribe allá donde lo sorprenda la inspiración —aviones, habitaciones de hotel, en un parque— pero deja poco a la espontaneidad. Cuando se trata de la estructura, «lo planifico todo», dice.

Michael Ondaatje

El ganador del Premio Booker prefiere libretas Muji de 22 x 28 centímetros y completa sus primeros tres o cuatro borradores a mano, a veces literalmente cortando y pegando pasajes y capítulos con cinta adhesiva y tijeras. Algunas de sus libretas tienen páginas con hasta cuatro capas.

Las palabras le llegan con facilidad y lo más arduo del trabajo es reorganizar y rescribir frases. «No entiendo el concepto del bloqueo del escritor», dice Ondaatje. «Si me trabo, me pongo a trabajar en otra escena’.

Ondaatje dice que la trama con frecuencia le llega como «un pequeño atisbo de una pequeña situación». Su novela de 1992, El paciente inglés, que luego fue adaptada al cine, empezó con dos imágenes: un paciente en la cama hablando con una enfermera y otra de un ladrón que robaba una fotografía de sí mismo.

Junot Díaz

«Creo que el 90% de mis ideas se evaporan porque tengo una memoria terrible y porque nunca tomo notas de nada», dice Junot Díaz. «En cuanto pongo algo por escrito, mi mente lo rechaza».

Hacerlo todo de memoria tiene sus inconvenientes, uno de los cuales es que escribe muy despacio. Díaz desechó dos versiones anteriores de La maravillosa vida breve de Oscar Wao (el equivalente a 600 páginas) antes de que empezara a cobrar forma la definitiva. También es un investigador obsesivo. Para escribir Oscar Wao, leyó la trilogía de J.R.R. Tolkien El señor de los anillos seis veces para meterse dentro de la cabeza de su protagonista, un adolescente dominicano obeso obsesionado con la ciencia ficción y la fantasía.

Con frecuencia escucha bandas sonoras de películas, porque las letras de las canciones lo distraen con facilidad. Cuando necesita aislarse del mundo, se encierra en el baño y se sienta en el borde de la tina. «Eso volvía loca a mi ex», señala.

Richard Powers

Richard Powers, cuyos libros a menudo arrancan a partir de un concepto, tienen complejas estructuras narrativas y suelen estar repletos de ciencia compleja, escribió sus tres últimas novelas desde la cama, dictándolas a una laptop armada con software de reconomiciento de voz.

Para escribir su última obra, Generosity (que se puede traducir como Generosidad), que trata sobre la búsqueda del gen de la felicidad, trabajó con este método entre ocho y nueve horas diarias. Utiliza un stylus para editar el texto en una pantalla táctil, donde reescribe frases y subraya palabras.

«Se trata de recuperar la narrativa mediante la voz y recuperar el uso de la mano y toda esa inmediatez táctil», explica Powers sobre el proceso. «Me gusta utilizar diferentes partes de mi cerebro».

Kazuo Ishiguro

Desde su adolescencia hasta los veintitantos, el novelista Kazuo Ishiguro intentó infructuosamente ganarse la vida como compositor. Sus inicios lo ayudaron a desarrollar su clásico estilo de escritura libre en primera persona donde el narrador parece saber más de lo que deja entrever al principio. Ishiguro, autor de seis novelas, incluida la ganadora del premio Booker Lo que queda del día, que fue llevada al cine por James Ivory, suele invertir dos años haciendo investigación para la novela y luego otro año más para escribirla. Dado que sus novelas están redactadas en primera persona, la voz es crucial. Por eso convoca a sus narradores a «audiciones» al escribir unos cuantos capítulos para los distintos puntos de vista de los personajes. Antes de empezar un borrador, compila las carpetas de notas y esquemas de narrativa que no sólo dibujan la trama sino también aspectos más sutiles, como las emociones y los recuerdos de los personajes.

El novelista colecciona sus notas en carpetas y escribe el primer borrador a mano. Edita con un lápiz, luego mecanografía la versión revisada en una computadora, donde vuelve a refinarla. A veces llega a borrar hasta 100 páginas de una vez.

Alexandra Alter | Wall Street Journal