Voy a hablar sobre la neurociencia y el impacto que puede tener en la justicia. Tuve que dar hace poco una charla para jueces y abogados, pero es la misma charla que darías a cualquiera. Es un resumen de los cuatro años de empeño que he dedicado al proyecto MacArthur de Ley y Neurociencia.
Esto surgió a raíz de un encuentro en Nueva York entre abogados, filósofos, neurocientíficos y psicólogos. Se reunieron hace cuatro o cinco años para hablar sobre si debía estudiarse el tema de la ley y la neurociencia. Dejé la sala para ir al baño o algo así, volví, y dijeron: OK, tú lo vas a dirigir. Así que ¡no abandonen la sala en el transcurso de estas cosas porque les caerán estas sorpresas!
Como «Neurociencia básica para jueces y abogados» era exactamente la conferencia inapropiada para las tres de esta tarde, diremos «perspectivas sobre neurociencia básica», porque lo primera recuerda a las clases de biología del instituto que a la mayoría de ustedes es probable que no le gustaran.
Les voy a dar una rapidísimo repaso de tres minutos sobre neurociencia. Muchos de ustedes tengan quizá casos ante el Segundo Circuito, y se retiren cada año al lago Sagamore, en Nueva York. La cuestión es que no puedes, obviamente, a alguien que no está metido en neurociencia, transmitirle la riqueza de la neurociencia en cien conferencias, no digamos en una, y menos en unos pocos minutos. Pero puedes lograr más o menos que se hagan una idea.
Quiero llevarles a través de esa idea y después conducirles a la pregunta de cuál es el impacto que este campo de la neurociencia va a tener en nuestra forma de pensar sobre la ley y, lo que es más importante, cómo pensamos sobre la justicia.
Así que aquí van los tres minutos de neurociencia más rápidos de la historia.
Básicamente enseña que hay un conjunto de circuitos en el cerebro. Y estos circuitos se entretejen y tienen conexiones específicas. Y acaban conectándose a áreas que son centros procesadores.
Si tomamos todo esto en conjunto, como se puede ver aquí, descubriremos pequeñas áreas que son más brillantes que otras. Y todo esto se hace ahora fácilmente, como todo el mundo sabe, en los laboratorios de imaginería cerebral. La especifidad de poder combinar los centros (donde la información es procesada) con el cableado real a esos centros ha tenido un avance muy reciente, como el de poder hacerse en humanos in vivo, o sea, en tu segundo año de facultad. Podemos localizar sus redes cerebrales, sus rutas: si tienen un determinado tipo de conectividad, si no la tienen, y si puede haber alguna anomalía en ellas que dé lugar a algún tipo de síndrome conductual clínico.
Por lo que respecta al Programa de Neurociencia y Justicia, todo conduce al hecho de que esto es el acusado. ¿Y cómo se supone que la neurociencia va a aunar todo esto y decir si alguien es menos culpable debido a un estado cerebral?
OK, dices, entonces. Pero después profundizas un poco y te das cuenta de que, bueno, el cerebro es una cosa muy complicada. Actúa sobre muchas capas, desde las moléculas a la corteza cerebral; trabaja en escalas de tiempo distintas, tratando con información de alta frecuencia y con información de baja frecuencia. Todo esto, en realidad, cambia después en el contexto de la edad y el desarrollo: el cerebro está constantemente cambiando.
¿Cómo agrupas todo esto para captar cuál sería el estado cerebral de una persona en un determinado momento cuando se comete el acto criminal? Y debería haberlo dicho más claramente, la mayoría de este proyecto se llevó a cabo preguntando: «¿Va a haber pruebas neurocientíficas que vayan a hacer a diferentes acusados menos culpables por sus crímenes?
Está la realidad del cerebro. ¿Cómo funciona? Bueno, es algo alucinante, por supuesto. Es un cerebro 24/7, siempre funcionando, siempre cambiando; los patrones de activación están constantemente moviéndose por todos lados. Esto [apunta a una imagen de escáner cerebral] mide el estado del cerebro en reposo, proporcionada por mi colega, nuestro colega, Marc Raichle. Se observa que aquí hay un sistema dinámico que está cambiando constantemente.
Con esto, ¿cómo pueden los neurocientíficos siquiera empezar a pensar que pueden captar cuál fue el estado cerebral de alguien hace seis meses o hace un año o hace seis años cuando cometió un determinado crimen?
Mucho del uso potencial de la imaginería cerebral en un tribunal de justicia apela a los procesos alcanzados, pero no registrados, en el momento del crimen. ¿Cómo va la gente a darle la vuelta a esta historia hasta el punto de que crean que pueden hablar sobre el estado mermado de alguien empleando este tipo de datos?
Déjenme saltar a las respuestas y después iré en detalle y les enseñaré por qué estamos aquí. La respuesta es que la neurociencia no es de uso inmediato. Esto se volvió cristalino para mí tras cuatro años trabajando con abogados, neurocientíficos y filósofos.
Hay tres clases de animales en derecho: está el juez que está locamente interesado en todo este trabajo porque son los que están ahí arriba teniendo que aplicar el castigo y demás; están los profesores de derecho que se aferran a profundas visiones de la naturaleza de la ley y el castigo, y están los abogados, los abogados practicantes que tienen a treinta personas en sus bufetes que tienen que defender.
Bien, el abogado practicante pregunta ¿esto es útil, podemos usarlo mañana? ¿Podemos usarlo al otro? ¿No podemos? Fuera. Siguiente problema. Así que, después de cuatro años así, me di cuenta de que en realidad, desde un punto de vista científico, el uso de una información neurocientífica sofisticada en el juzgado es problemática en el presente.
Pero lo decisivo es que se usará de formas potentes en nuestra vida. Voy a darles un par de ejemplos donde sí se utilizará para tal vez medir y captar el problema de la impulsividad juvenil y entender la psicopatía. Éstos fueron proyectos que se llevaron a cabo con esta beca.
La segunda gran pregunta es, a mi juicio, ¿está emergiendo la neurociencia como la ciencia que influirá en cómo piensa el público sobre la justicia? A medida que la neurociencia profundiza y se vuelve más clara sobre la naturaleza mecánica de nuestros cerebros y nuestras vidas, ese conocimiento se convertirá en una parte muy grande de la conciencia pública. Planteará preguntas sobre cómo abordamos el castigo (dependiendo de cómo veamos la naturaleza de nuestras vidas) y cómo llegamos a entender la justicia. Hay mucho dependiendo de ese equilibrio, y que es importante. Ese es el meollo del vínculo entre la neurociencia y la ley. Después comentaré cómo creo que hemos de mantenernos informados.
Para aquellos de ustedes que no son neurocientíficos, la postura básica que predomina en el campo es que el cerebro tiene una organización muy modular. Tiene múltiples centros locales de procesamiento paralelos y distribuidos, como cualquier otro sistema informacional, probablemente. Pero esa información es una información costosamente adquirida, a lo largo de los años. Quiero mostrarles unos pocos datos que demuestran por qué pensamos que esto es así.
La cuestión es que el cerebro tiene un montón de áreas específicas que están implicadas en unas determinadas actividades. Y a eso se le llama más o menos, vulgarmente, visión modular. Acabo de lanzar esta diapositiva para señalar cuánto ha cambiado la neurociencia, no solo en mi vida, sino en los últimos cinco años. La idea tradicional era que existen zonas en el cerebro que hacen cosas determinadas, y que existen conexiones con esas zonas. El concepto actual es coger el cerebro, y mediante los recursos de imaginería, modularizarlo con pixelaciones, y después analizar eso, usando cosas como la teoría de gráficos, para dar una captura multivariante de cualquier estado cerebral en particular que estés interesado en estudiar.
Lo que pasa es que el neurocientífico moderno no es el que irá por los laboratorios con láminas corticales bajo el microscopio y lesionando animales y estudiando su comportamiento. Eso es tan toscamente rudimentario para lo que es ahora el caso, que nos vemos presionados para reconvertir a nuestros nuevos licenciados en refinados ingenieros de control, computacionalmente sofisticados, y por ahí es por donde se está yendo.
No solo no estamos estudiando las neuronas, en virtud del hecho de que estudiamos el flujo sanguíneo cuando estudiamos la imaginería cerebral, ahora lo estamos llevando un paso más allá y viéndolo como variaciones en los píxeles. Es un gran problema de datos, y las personas muy avanzadas en grandes problemas de datos están corriendo hacia la neurociencia para tratar de ofrecer ayuda.
Permítanme ir al principio, fundamentarlo: estaba esta idea del cerebro modular, paralelo, distribuido, que hacía todo el procesamiento. ¿De dónde vino eso? Mucho vino del mundo clínico durante años. Y mucho vino de la conducta de las personas que habían tenido lesiones en el área frontal, el área occipital, en cualquier área del cerebro. Y después esta conducta fue cuidadosamente analizada a lo largo de los años por neuropsicólogos, etc.
Voy a mostrarles algunos ejemplos de esto. El primer ejemplo es un hombre que tiene una lesión en su área de asociación visual izquierda que lo vuelve agnósico, así que él puede ver elementos, puede ver perfectamente bien como cualquiera en esta sala, pero la información que le permite llamar al elemento triángulo es inválida, y no puede hacerlo. [El entrevistador en el vídeo] solo le está pidiendo que nombre lo que él está dibujando.
Lo llamó cuadrado. Lo ve, está ahí, no tiene una percepción para su forma. De nuevo, a partir de las personas con este tipo de casos, podemos construir un relato sobre el flujo de la información visual y de cómo es procesada, y así sucesivamente. Cosas de orden superior también pueden verse afectadas con lesiones específicas. Una de mis favoritas se llama «paramnesia reduplicativa». Lo que te hace, cuando tienes esta lesión, es que piensas que estás en un determinado lugar en el espacio a pesar de que estás claramente en otro lugar. Pero sostienes que estás en otra parte. Y por lo demás, estás totalmente sano y normal.
Había una paciente en el Hospital de Nueva York, cuando estuve allí en mi etapa anterior, que tenía este trastorno. Ella afirmaba que no estaba en la habitación de su hospital, o en el laboratorio de pruebas. Sostenía que estaba en su casa en Freeport, en Maine. Proseguía su diálogo con que estaba en su casa, y le decíamos ¿dónde vas a operarte? «Bueno, voy a operarme en el Memorial Sloan Kettering con los expertos.» Y después hablaba de sus conversaciones con, en realidad, Jerry Posner, el hermano de Mike Posner. Pequeño es el mundo. Y decía: «El Dr. Posner me pregunta todo el tiempo dónde estoy. Y al final he decidido decirle que estoy en el Memorial Sloan Kettering. Solo para que se calle.» Bien, ¿dónde crees que estás? «Bueno, ahora estoy en Freeport…», y así todo el tiempo.
Esta mujer sentada ahí, leyendo The New York Times, hojeándolo y haciendo el crucigrama. Y sin embargo, tiene este pequeño tumor en la zona parietal derecha que le produce este tipo de síndrome, y zas, ya sabes, te pasan estas cosas.
La afasia de Wernicke es una lesión muy específica, en la que la persona solo dice galimatías; es socialmente apropiado y todo lo demás, pero no responde, de ningún modo, en absoluto, a la persona que hace la entrevista.
Y aquí otro ejemplo de un paciente con un tipo de lesión orbitofrontal que Bob Knight está entrevistando. Demuestra el extraño efecto que puede tener. Demuestra que las cosas de la personalidad irán desarrollándose con lesiones específicas en y alrededor del lóbulo frontal.
Todo esto, reunido a lo largo de los años, da pie a las ideas modulares de áreas específicas del cerebro que desempeñan determinadas funciones de alto nivel. Y ahora, estas clásicas demostraciones clínicas están siendo examinadas empleando técnicas modernas. Y aquí hay una serie de estudios, llevados a cabo por Ernst Fehr y sus colegas, donde están intentando averiguar, usando el Juego del ultimátum, si hay determinadas partes del cerebro que puedan estar involucradas en hacer juicios imparciales: ¿podrías anularlas, y anulándolas, podría la gente cambiar lo que considera justo en este famoso juego económico? Ciertamente, lo hace. Encuentra áreas en el área prefrontal derecha, que cuando las anula, la gente cambia lo que considera justo en el Juego del ultimátum. Y ellos no cambian, se comportan normalmente, cuando intervienes las otras zonas de alrededor.
Esto implica EMT, que es este aparato, una especie de pistola paralizante para sabelotodos. Puedes anular y anestesiar pequeñas partes del cerebro de forma muy pasajera. Puedes provocar una lesión reversible, es lo que piensa la comunidad científica al respecto.
Sabemos que las funciones de orden mayor, hacer juicios imparciales y demás, gozan de buena salud, y en áreas específicas en el cerebro adulto. ¿Corresponde esto también a los bebés? ¿Venimos de fábrica con este material? Hay una maravillosa serie de experimentos que está saliendo ahora con Renee Baillargeon y David Premack donde observan cómo los bebés prematuros empiezan a demostrar cierto sentido de la justicia y pueden hacer juicios de reciprocidad y demás.
Y lo que hacen es que tienen estas jirafas animadas… (y ya saben cómo se realizan los experimentos con bebés: el bebé está sentado aquí y mirando los estímulos del experimentador. Se cuenta el tiempo que pasan mirando y demás. Y estos sofisticados neuropsicólogos del desarrollo, o psicólogos del desarrollo, pueden hacer las preguntas biológicas más fundamentales con unos 12.95 dólares en gastos de equipamiento. Y esto irrita muchísimo a los de las imágenes cerebrales, ¿saben? ¿Quién tiene estas máquinas de tres millones de dólares y un personal de miles…?)
Así que lo que hacen es que hacían que estas jirafas animadas (marionetas), se desplazaran de un lado a otro ante los niños, y despues repartían comida. Y siempre que la comida se distribuyera equitativamente, los bebés solo se desconcertaban por todo el asunto. Si uno tenía más comida que otro, se molestaban. Ahora, si cambiaban las marionetas, que los bebés habían juzgado como animadas —una situación en la vida real— y ponían las jirafas de plástico, inanimadas, en su posición y hacían la misma prueba, a los bebés no les importaba que uno obtuviera más que otro.
Entonces hacen estos otros estudios de reciprocidad donde, básicamente, hay un estímulo A y un estímulo B; A le quita una galleta a B: A roba la galleta de B. ¿Correcto? Y entonces al bebé no le sorprende que B se la robe de vuelta.
Dave y Ann Premack fueron quienes hicieron este primer experimento, que es realmente fascinante. Así que ahora A estorba a B… va ahí y le hace la vida difícil a B. Pero al bebé le sorprende si C aparece y ayuda ahora a A, se queda totalmente atónito: porque la coalición se ha formado con este único y simple acto. Están sorprendidos de que esa clase de reciprocidad fuese infringida.
Así que la idea aquí es que, bien, tienes estos módulos, algunos de ellos llegan mediante la experiencia adquirida, pero hay muchos de ellos que probablemente sean solo parte de la fábrica de hardware que tenemos.
Así que tenemos este cerebro modular y este cerebro dinámico: eso es con lo que empezamos. Con eso es con lo que tenemos que averiguar y comprender. Y ahora, dado todo el conocimiento moderno sobre todas estas cosas, ¿cómo vamos a usarlas en el tribunal?
Esto me da la oportunidad de citar un dato propio, que hicimos hace unos años, que nos ayuda a comprender por qué, a pesar de tener estos cerebros modulares y de que estas cosas estén produciéndose todo el tiempo y estén automatizando nuestro comportamiento y todo, no nos sentimos modulares. Sentimos que somos responsables y que somos el pez gordo, y todo lo demás. No hay una sensación de que estemos solo pasando por ello, y de que la vida esté siendo representada por estos pequeños módulos haciendo su trabajo.
El estudio del que quiero hablarles se hizo gracias a unos estudiantes pacientes a los que se les dividió el cerebro en un intento de controlar la propagación interhemisférica de la epilepsia. Así que cuando nos ponemos con ellos, sus cerebros han sido divididos. Hay un cerebro izquierdo y un cerebro derecho, y el cerebro izquierdo habla y el cerebro derecho no, y ese es el punto de partida de los estudios que hemos realizado.
Solíamos probar con estos pacientes de toda clase de formas. Probamos en una unidad móvil, condujimos hasta Nueva Inglaterra, donde estos pacientes vivían, la mayoría de ellos, por entonces. Allí fui con mi equipo de gente. Y por supuesto mi mujer, que hizo casi todo el trabajo.
Y aquí está con lo que salimos, al fin, tras 25 años, fíjense, 25 años trabajando con estos pacientes con el cerebro dividido. Fui el primero en trabajar con los primeros pacientes con el cerebro dividido, y me llevó 25 años pensar en la pregunta correcta que hacerles. Y la pregunta correcta era: «¿Por qué estás haciendo las cosas que estás haciendo?»
Esto es lo que quiero decir. Miras la fotografía, te fijas en el punto y ves una escena nevada y una garra de pollo. Todo el mundo lo ve. Y eso es porque esta información va a tu cerebro derecho, cruza hasta tu hemisferio izquierdo hablante y me dices lo que es. Y esto va directo a tu cerebro izquierdo, la garra de pollo, así que me dices lo que es a partir de esa experiencia directa en tu cerebro izquierdo.
Y los pacientes con el cerebro dividido, cuando les enseñabas esta imagen, si les preguntabas qué veían, te decían: «Bueno, veo una garra de pollo.» Y eso es porque la garra de pollo va al hemisferio izquierdo hablante y les sale la respuesta, «La garra de pollo». Y no describen esto en absoluto [señala a la escena nevada a la izquierda de la imagen, que va al cerebro derecho], ¿ok?
Así que años de pruebas han demostrado que a pesar de todo, sin embargo, el hemisferio derecho apreciaba totalmente lo que se le proyectaba al mismo tiempo. Y, en vez de pedir una respuesta hablada, les pedías una tarea de igualación a la muestra (una igualación al tipo de respuesta de muestra). Así que lo que hacías era enseñarles esta imagen, y entonces en vez de preguntarle al paciente qué veía, le decías, «señala la respuesta». Y lo que pasaba es que la garra de pollo iría al hemisferio izquierdo, y la mano derecha, que es controlada principalmente por el hemisferio izquierdo, señala al pollo, el estímulo más apropiado y coincidente. Y entonces la escena nevada va al hemisferio derecho y la respuesta más apropiada que la mano izquierda puede señalar es la pala. Ok, así que tenías este tipo de respuesta.
Lo que llevó 25 años preguntar fue, mientras el paciente estaba sentado allí señalando aquello, y yo dije: «Paul, ¿por qué hiciste eso? Tu mano está apuntando a esto; ¿por qué lo hiciste?» Y Paul decía, «ah, muy simple —(es el hemisferio izquierdo el que está hablando ahora, por supuesto, el hemisferio izquierdo está desconectado del derecho)— así que Paul dice: «bueno, es fácil, la garra de pollo va con el pollo, y necesitas una pala para limpiar el establo del pollo.» Su hemisferio izquierdo baja la mirada al comportamiento de su mano izquierda, ve que hace algo, tiene que ponerlo en contexto, lo pone en un contexto, y sale con esta mágica historia de por qué está señalando de ese modo y haciendo lo que está haciendo.
Así que, ¿por qué pensamos que somos responsables? ¿Por qué pensamos que somos las personas intencionadas, con control, que pensamos que somos? Bueno, ya saben, muevo la mano y manipulo este lápiz y me pregunto a mí mismo: ¿quién lo está haciendo? Bien, yo lo estoy haciendo. No lo está haciendo John, lo estoy haciendo yo. Es una teoría perfectamente razonable la de que lo estoy haciendo yo.
Tenemos esta cosa ahí, a la izquierda, que hemos llamado el interpretador. No está en el hemisferio derecho, no puedes lograr que el hemisferio derecho haga una cosa así. El interpretador solo está tejiendo la historia, la narrativa que extraerá un sentido de estos módulos que están constantemente bombardeándonos con información, con comportamientos reales, con estados sentidos, con todo. Tenemos que contar una historia sobre qué está pasando y eso es lo que pensamos que hace esa función narrativa.
Con ese telón de fondo, ¿cómo vamos a abordar esto, cómo va a ser algo de esta información de utilidad en un tribunal de justicia? Pongamos que alguien tiene una lesión en el centro que hace que su sistema moral se vaya al infierno: su área prefrontal está lesionada y ya no puede hacer un juicio moral importante. ¿Debería ser eso información atenuante?
Bueno, desde el clásico caso de Phineas Gage en adelante, hay un pequeño problema con ese argumento de que puedes tener una lesión, que atraviesa y noquea uno de estos módulos, el módulo A se desbarata y resulta que la persona se vuelve un poco chiflada y produce violencia y la arrestan. Y después la defensa tiene que decir, bien, es un atenuante porque tiene una lesión frontal izquierda o una lesión frontal derecha o la lesión que sea.
El problema es que estas personas con, pongamos, lesiones frontales izquierdas que empiezan a actuar de forma un poco extraña desarrollan alguna violencia. Su tasa base de violencia solo va desde el 3%, que es el tipo de tasa base para la violencia normal del tipo del que estamos hablando, al 13%. No es como un interruptor, no es que de repente todo el mundo sea siempre violento como resultado de esta lesión. Así que ir ante un tribunal y anunciar que tu acusado tiene una lesión en el lóbulo frontal izquierdo y enseñar la imagen de escáner sería fácilmente rebatido en cualquier contrainterrogatorio, y surgirían todas estas otras cuestiones.
Lo mismo pasa con intentar refinarse y usar, por ejemplo, trabajo de RM en muchos casos en los que alguien podría querer decir: «bien, hay una área disfuncional en esta persona y sabemos que ese área es realmente importante en establecer los actos intencionados.» Y enseñarían este efecto de grupo aquí, y dirían, «ok, Sr. Jones, nuestro paciente, tiene eso».
Bueno, un momento, un paso atrás. Esto se obtuvo haciendo la media de nueve o noventa cerebros, dependiendo del estudio en particular. Cuando vas realmente y observas a los sujetos individuales de la muestra, muchos de ellos muestran el área disfuncional y muchos no, y ese es el problema con las medias de los datos. Así que no va a funcionar.
Hay gente trabajando en esto. Y gente que quiere coger dos conjuntos de datos, averiguar la variación individual que se produce dentro de la media, y ver después si se puede ser más específico en lo que podrías decir sobre el cerebro de una persona en particular, extrayéndola del grupo de datos. Y diría que usando las nuevas teorías de redes complejas, donde puedes mirar los cálculos multivariados del estado cerebral de una persona, la sensación es que, y todo esto es muy actual, usando estas nuevas tecnologías, la gente será capaz de decir cada vez más sobre el estado específico del cerebro de una persona, dada la conducta particular que haya desarrollado.
Y, ¿qué pasa con el cerebro juvenil? Lo que está saliendo, creo, estará en los tribunales en diez años, tal vez más, tal vez menos, nunca se sabe, pero pongamos diez años. Así que tenemos a un adolescente conflictivo, ¿sí? ¿Alguno de ustedes lo conoce? Y después tienes tu adolescente normal. Si el adolescente conflictivo se mete en problemas y se convierte en acusado, ¿va a decir alguien «hay información atenuante respecto al cableado de su cerebro»?
Han salido datos que sugieren que el cerebro adolescente no está plenamente desarrollado y que eso es una excusa. Hay otros datos —están saliendo en PNAS esta semana— que lo ven de forma diferente. Coges a un grupo de adolescentes que son impulsivos y tienen toda clase de conductas peligrosas, y adolescentes que no, y comparas estos dos grupos. Les mides su conectividad funcional en estado de reposo. Lo que encuentran es (esto viene de nuevo del laboratorio de nuestro colega Marc Raichle en la Universidad de Washington) que los jóvenes no impulsivos y con un control normal, comparando sus regiones de planeación motora, sus redes cerebrales están asociadas con la atención espacial y el control ejecutivo (estas son las partes del cerebro que solo hacen las cosas normales). Y con los adolescentes que no se meten en problemas, esa es la red que parece estar activada.
En cambio en los jóvenes impulsivos, usando el mismo marcador de las regiones de planeación motora, resulta que se activan diferentes partes del cerebro que están asociadas a algo que se llama red en modo de defecto, que es la red cerebral que está asociada con la cognición autorreferencial y espontánea, y la conducta no constreñida.
Esto es muy reciente, va a tener que ser desarrollado más adelante. Pero se puede ver hasta qué punto estos datos terminan en el tribunal, que hay muchos niveles que manejar. No solo consideramos el nivel científico, «esto es realmente válido», pero hasta cierto punto, la cultura tiene que decidir «¿servirá esto como excusa?» Y esa es una decisión totalmente social por nuestra parte. Así que hay que reflexionar a fondo sobre todas esas cosas.
Otra cuestión afecta a prevenir la violencia futura ¿qué puede hacerse? Este es uno de los tópicos favoritos del gobierno. Ocurre alguna horrible cosa violenta y forman un comité: p.e. ¿Cómo podríamos haber detenido Fort Hood? ¿Sí? ¿Cómo fallamos? Y por supuesto, predecir la violencia es un problema común que ha rondado durante mucho tiempo y los agentes de la condicional lo afrontan todo el tiempo.
En 1974 le preguntaron a la Asociación Americana de Psicología qué pensaban sobre ello y —me encanta esta cita— «Los psicólogos no son competentes para hacer esos juicios». Pero en realidad, durante años, los psicólogos, empleando datos conductuales, de evaluación, actuariales, están en un 70% de predicción sobre si el Sr. Jones, cuando salga libre, va a practicar violencia en el futuro. Pero eso no es suficiente, así que la pregunta es, ¿va a añadir algo la neurociencia? Es en cierto modo la gran alternativa.
El juego específico, sin embargo, y esto aborda la cuestión de la psicopatía, sabemos ahora que el 25% de la gente en prisión son psicópatas medidos. Hay unos 600.000 psicópatas en la cárcel y solo unos 800.000 en toda nuestra cultura según las medidas actuales. Así que dan vueltas por ahí y acaban en la cárcel.
Todos los presos que conozcas en la cárcel, según mi cuñada, que fue defensora pública adjunta en Colorado, dice «No puedo esperar a salir de aquí, no volveré nunca, es horrible. Voy a limpiarme.» Todos ellos vuelven. Bueno, no todos ellos, pero el 64% vuelve, como un reloj. Entonces, ¿qué pasa? Y la tasa de psicopatía (reincidencia) es la más alta. Es la más alta entre los presos psicópatas.
¿Vendrá la neurociencia y desarrollará medidas para decir «bueno, ya sabes, ¿estos cerebros psicópatas son simplemente distintos? Tienen un pequeño problema.» ¿Servirá ese problema como excusa? Creo que el trabajo dará la respuesta —no se está haciendo ahora, pero se está haciendo el trabajo que se le acerca— podría demostrar, basándose en el trabajo de Jason Mitchell, un colega de Steve en Harvard, que cuando sabemos el momento del juicio, el tiempo actual y el tiempo futuro, la recompensa actual y la recompensa futura, hay dos regiones cerebrales distintas implicadas. Y podría ser que los psicópatas tengan una disfunción para apreciar las futuras recompensas y descontarlas como resultado. Vuelven a su cultura, y son capturados por las recompensas inmediatas. Y cometen de nuevo su crimen y acaban otra vez en la cárcel. No lo sé. Estamos trabajando en ese mismo experimento. Pero mientras, hemos completado un experimento con Kent Kiehl, Mike Miller, Scott Freeman y Craig Bennett en Santa Barbara, donde demostramos que la capacidad de la circunvolución posterior de los psicópatas, usando nuevas técnicas de clasificación de patrones, muestran una notable diferencia en los criminales psicópatas frente a los no psicópatas.
Todo esto está apareciendo. Y de nuevo, volviendo al proyecto de Neurociencia y Ley, es interesante señalar que los científicos están sentados ahí hablando sobre la veracidad de los datos, las excepciones, de esto, lo otro y lo de más allá, y los abogados son muy buenos hablando de ello. Pero de repente, los abogados deciden que, en fin, ya sabes, ¿por qué no dejar que decida el jurado? Eso ya es suficiente. Quiero decir, el estándar legal y el estándar científico son dos cosas distintas. De hecho, todas las pruebas legales son en cierto modo basura. Quiero decir, todas las pruebas son en cierto modo basura, ¿por qué no echarlo como parte de la olla?
Así que Fred Schauer, que es profesor de derecho en Virginia y estuvo en nuestra junta directiva, después de escuchar esto durante tres o cuatro años escribe un pequeño artículo con este argumento. Así que de nuevo, están todas estas decisiones sociales flotando sobre todo este tipo de análisis.
Voy a terminar con el mayor impacto que este trabajo ha podido tener en cómo pensamos sobre nosotros mismos y cómo, por tanto, con ese pensamiento, hemos de manejar los asuntos de la justicia en nuestra cultura. Y solo recordarles —esto sirve para todos los que están en la sala— que no hay nadie en esta sala a quien no le afecte la respuesta a esta pregunta.
Nos vemos con que ha sucedido una cosa horrible y tenemos a un tipo, sabemos que lo hizo, ¿qué queremos hacer con él? Como cultura, tenemos que decidir eso, y cómo lo decidamos va a ser una función de cómo pensamos sobre estos temas. Y así, se mete en toda la cuestión del determinismo, y voy a pasar rápido por ella.
Este es un problema muy viejo, todo el mundo ha estado pensando en él durante mucho tiempo. Está Lucrecio en el 50 d.C., preocupado por ello. Escribió: «Si todo movimiento está siempre interconectado, lo nuevo proviene de lo viejo según un orden determinado, si los átomos nunca se desvían a los fines de originar algún nuevo orden que quiebre los eslabones del destino, de la imperecedera secuencia de eventos con sus causas, cuál es entonces la fuente del libre albedrío aparente que los seres vivientes exhiben en toda la tierra». Gran problema. Lo dijo hace mucho tiempo. Resolvió el problema. ¡Llegó a la conclusión de que los átomos se desvían! Pasó a otras cosas, lo que probablemente fue una buena idea.
Y así, si piensas realmente en la marcha hacia el determinismo, está todo ahí desde Copérnico, Newton, Darwin, Einstein, la neurociencia moderna y el resto. Y sin embargo, nadie en nuestra cultura, las almas trabajadoras que hacen que funcione toda esta experiencia humana, creen estas cosas, ya saben. Creen que actúan libremente y que tú actúas libremente y que tienes que asumir la responsabilidad.
Y esta misma gente trabajadora envía a sus hijos a la universidad, y se empobrecen para acabar escuchando a la gente más inteligente de nuestra cultura decir: «ya sabes, no hay libre albedrío, todo está determinado. Y así no hay esta tensión. ¿Cómo vamos a resolver esta cuestión?» Y escuchas esto y la gente cree realmente —tal vez alguno de ustedes sea determinista—, realmente cree que cuando naces, te podrían dar un reloj digital y que en él pusiera cuánto tiempo te queda en la tierra. Y podrías chequearlo de vez en cuando, ver cómo lo estás haciendo. Y podrías estar a punto de morir, o que te quedaran quizá unos pocos años más, y así.
Y la única persona que pensó que esto era ridículo, naturalmente, fue William James, y apunta al papel del azar. No hay suficiente determinismo que explique por qué la vida de alguien vaya a ser reordenada por ese yo-yo en el tiovivo.
Esas son las preguntas, ese es el problema, ese es el rompecabezas. Y Jon Schooler, y Josh Green y Azim Shariff quisieron hacer la demostración de que es importante cómo piensas sobre estas cosas. Jugaron a un pequeño juego en el que cogían a dos grupos de estudiantes. A un grupo le leyeron una versión muy determinista del libro de Francis Crick y después al otro le leyeron la otra parte del libro de Francis Crick que no tenía nada que ver con el determinismo. Después tenían que juzgar qué castigo se le daba a alguien que había hecho algo malo. La gente que leyó la parte sobre el determinismo (manipulada hacia esa postura, claro) lo reducían porque tenían el modelo en sus cabezas de que las cosas están determinadas, «venga, démosle al tipo un respiro», mientras que el otro grupo que pasó por el procedimiento le echaba la culpa al tipo.
Obviamente, las creencias tienen un gran impacto en cómo piensas al respecto, que significa cómo quieres ver el sistema judicial. Así, esta es una frase que tiene vigencia aquí: «Nosotros somos la ley». Cómo pensamos en todo esto, cómo acabamos juzgándonos a nosotros mismos, cómo vemos a nuestro prójimo, van a ser las leyes que establezcamos y por las que rijamos nuestra sociedad. Así que cómo resolvamos estas preguntas tiene una importancia crucial.
La persona que resume muy bien la visión estricta de que la única perspectiva científica es que somos máquinas y que no hay ningún sentido posible de libre albedrío es, naturalmente, Richard Dawkins con su cita, que decía: «Una visión auténticamente científica, mecanicista, del sistema nervioso convierte en un sinsentido la propia idea de responsabilidad, si se reduce o no, etc. etc. etc. El justo castigo como principio moral es incompatible con una visión científica del comportamiento humano».
No sé si han leído su “Let’s Stop Beating Basil’s Car”. Básicamente, no tienes que castigar a tu coche cuando se rompe; vas a arreglarlo. Su argumento es que debería ser lo mismo para los humanos. Y dijo que había sacado la idea de un sketch de John Cleese.
Así que aquí estamos. No nos importa y entendemos que los relojes sean automáticos. No nos importa y entendemos que las células sean automáticas. Pero nos volvemos locos cuando la gente sugiere que los cerebros funcionan de manera automática. ¿Cómo escapamos entonces de este dilema? ¿Cómo escapamos de la idea de que este sistema dinámico, complejo como es, funciona como una especie de reloj suizo?
Querría decir —y acabo con esto— que si quieres pensar sobre el problema de la responsabilidad, hay que quitarse la idea de que la responsabilidad surge del cerebro. Surge de las personas. Y creo que eso es algo crucial. Y permítanme resumir esto.
Sabemos que el cerebro permite la mente, y lo que tienes es este cerebro paralelo y distribuido y un sistema narrativo que hace transcurrir tu historia, así que no hay fantasmas en la máquina, como ha escrito Steve [Pinker] con tanta elegancia… así que al final se reduce ¿qué significa ser libre? Tenemos esta perspectiva, este problema de la responsabilidad, ¿qué significa ser libre?
Y la cuestión clave es hacer la pregunta ¿libres de qué? ¿De qué quieres ser libre? Ciertamente no quieres ser libre de los procesos químicos y físicos del mundo, quieres que tu brazo haga lo que hace cuando se lo dices, cuando sales, no ir aquí si lo que quieres es ir allí. Y todo ello, creo, es para mí una comprensión, de que todo el concepto del libre albedrío y el determinismo ha tenido un papel inadecuado. Aceptamos el hecho de que tenemos un cerebro automático, y lo usamos como metáfora. Como los coches son automáticos, y los coches con todo el determinismo que podemos especificar, no nos dicen nada del tráfico. Así que cuando los coches empiezan a interactuar en un entorno social, de repente, tienes nuevas capacidades increíbles que no pueden ser descritas en modo alguno estudiando los coches individuales.
Diría que lo mismo pasa con los cerebros. Los cerebros son automáticos. Pero nuestra libertad y nuestro sentido de la responsabilidad viene de la interacción social, el pegamento del entorno, del agrupamiento social. Y ahí es donde buscas la responsabilidad, y por eso es que aunque seamos estas máquinas finamente ajustadas, y narrativas y demás, hacemos a las personas responsables porque esa es la naturaleza del intercambio social entre las personas, y así es como se debería considerar la responsabilidad.
Les dejo con esa visión rápida, taquistoscópica, pero es donde este proyecto concluye, es decir, donde pensamos que la neurociencia está llegando, que no está ahí ahora. Pero hay una pregunta mayor que envuelve todo esto, que es si todo el trabajo que la neurociencia está haciendo nos hace preguntarnos cuáles son las implicaciones sobre cómo pensamos en la justicia.