Este año, el Día Internacional de la Paz se celebra en un momento de terrible violencia y de conflictos desestabilizadores en todo el mundo. En lugar de sumirnos en la desesperación, tenemos la responsabilidad colectiva de exigir que cesen la brutalidad e impunidad imperantes.
Exhorto a todas las partes beligerantes a que depongan las armas y establezcan un alto el fuego a nivel mundial. A ellos me dirijo para decirles que pongan fin a la muerte y la destrucción y creen los espacios necesarios para una paz duradera.
Aunque parece desesperantemente lejano, el sueño de la paz late en la conciencia de la gente del mundo entero.
No existe ningún grupo más dispuesto a ayudar a materializar este sueño que los jóvenes de hoy. Ellos forman parte de la mayor generación de jóvenes de la historia, más sensibilizados y conectados que los de cualquier otra época. Insto a todos los gobiernos a que inviertan más en hacer realidad la contribución potencialmente ingente de los jóvenes artífices de la paz que hay en el mundo.
Al mismo tiempo, debemos movilizar a todos los asociados que comparten el objetivo de la paz. Las organizaciones no gubernamentales, los grupos confesionales y las empresas deben desempeñar un papel importante en la promoción del progreso social, la protección del medio ambiente y la creación de un mundo más justo, estable y pacífico. El valor de esta colaboración queda reflejado en nuestro tema del Día: “Alianzas para la paz, dignidad para todos”.
Vivimos en tiempos de peligro, pero también es una época de grandes promesas. En cuestión de días, los dirigentes de todo el mundo acudirán a las Naciones Unidas para aprobar la agenda 2030, nuestro plan de 15 años para lograr el desarrollo sostenible. Esto es fundamental para propiciar una vida digna para todos, donde la pobreza pase a la historia y la paz sea primordial.
En este Día Internacional, y mientras conmemoramos el 70º aniversario de las Naciones Unidas, aprovechemos la oportunidad para alcanzar el propósito para el que se fundó la Organización: preservar a las generaciones venideras del flagelo de la guerra.
Ban Ki-moon