Jugar a videojuegos violentos puede hacer que algunos adolescentes se vuelvan más hostiles, en especial aquéllos que tienden a enfurecerse con mayor facilidad, pero, para otros, pueden servir para aprender nuevas habilidades y mejorar sus relaciones sociales.
Esto es lo que se desprende del análisis de varios estudios que examinaron los usos potenciales de los videojuegos como medio para mejorar habilidades espacio-visuales, como ayuda para sobrellevar trastornos como la diabetes o el dolor y como herramienta complementaria en psicoterapia.
Los responsables de dicho análisis, de la Texas A&M International University, en Estados Unidos, afirman que, por tanto, el efecto de los videojuegos en los jóvenes depende de la personalidad de cada jugador. Si la personalidad de éste es tendente a la agresividad, entonces el videojuego puede afectarle. Por el contrario, si la personalidad es tranquila, no le afectará.
Estos hallazgos contrastan con la idea generalizada de que los videojuegos violentos potencian siempre comportamientos hostiles en los adolescentes, cuando en realidad sería la combinación de factores lo que los desencadenaría, explican los científicos.