Los muertos vivientes del síndrome de Cotard

En el año 1880, Jules Cotard describió un extrañó síndrome que sufría una de sus pacientes, Madmoiselle X. Esta mujer de 43 años afirmaba no tener cerebro, órganos, nervios o sangre: su cuerpo sólo eran piel y huesos. Estaba absolutamente convencida de que estaba muerta.

Ya se habían encontrado casos clínicos similares al de la paciente X, sin embargo no se habían descrito de manera tan detallada como lo hizo Cotard. Observó que su paciente creía firmemente que estaba muerta, y al no verse ni en el cielo ni en el infierno… comenzó a negar la existencia de Dios, de manera que Cotard acabó denominándolo como Delirio de negación.

El síndrome de Cotard presenta una sintomatología muy característica: el delirio nihilístico, que consiste en la negación de la existencia tanto del self como del exterior. Los pacientes creen que están desapareciendo, que están muriendo o que ya están muertos, con los síntomas asociados a esta situación: sensaciones vívidas (delirios) de putrefacción de los propios miembros u órganos (esto se potencia con delirios olfativos que hace que realmente huelan como se pudren), percepción de pérdida de sangre e incluso pueden llegar a darse delirios de inmortalidad (porque ya están muertos).

Existen diversos niveles, de manera que los profesionales pueden calificarlo desde síndrome parcial hasta síndrome completo. Este síndrome aparece relacionado con la depresión, aunque a veces también aparece en esquizofrénicos. Habitualmente aparece de manera repentina, sin embargo se ha apreciado que existe un periodo previo en el que destaca una ansiedad creciente que se extiende a lo largo de unas semanas. Cuando el síndrome aparece de manera aguda, el sujeto comienza a sufrir los delirios nihilistas que comienzan con la negación de la existencia del exterior y llegan a negar la propia existencia, provocando un aislamiento del mundo. En ocasiones, también se han descrito síntomas accesorios entre los que destacan la analgesia, automutilaciones, ideas suicidas y diversos tipos de delirios (como los de sentir gusanos bajo la piel). Algunos investigadores han visto en las técnicas de neuroimagen algunas lesiones inespecíficas que afectan al procesamiento visual; incluso se ha visto que con TEC (terapia electroconvulsiva) existen mejoras en todos los pacientes, al incrementar el flujo sanguíneo en algunas zonas del cerebro (corteza frontal, ganglios basales y tálamo).

Para que conocer y poder entender mejor este síndrome a continuación se presenta un caso clínico de los psiquiatras de la Universidad del Valle, Eduardo Castrillón y Boris Guitérrez.

La paciente (a la que llamaremos Laura) tiene 48 y lleva siendo viuda desde los 24. Ha vivido en Colombia y en EEUU, y durante su estancia en este país sufrió varios episodios depresivos recurrentes que fueron tratados con distintos antidepresivos. Tras perder su empleo, la paciente empezó a presentar insomnio recurrente, anhedonia (incapacidad para sentir placer), ansiedad, ideas delirantes de culpa y minusvalía. Más tarde, aparecieron ideas suicidas y tras varios intentos de suicidio fallidos por falta de valor (cortes superficiales en las muñecas) aparecieron nuevos síntomas muy peculiares:

”El 20 de febrero vi que un humo me salía por la boca. Al día siguiente me miré al epejo y vi que mis ojos habían cambiado: no tenían vida. Me di cuenta de que ese humo era mi alma saliendo de mi cuerpo”

A partir de este momento, Laura comenzó a denominarse a sí misma como una muerta viviente, como una zombie y que esto era una especie de castigo divino por haber intentado acabar con su vida. Pronto la paciente empezó a sufrir alucinaciones olfativas por las que percibía un fuerte olor a podrido que emanaba su cuerpo, además afirmaba sentir un leve cosquilleo bajo la piel que interpretaba como señal de que su piel estaba corrompiéndose cada vez más rápido y que pronto empezarían a salir gusanos a traves de ella. Consciente como era de que estaba muerta, dejó de comer porque según ella ”los muertos no comen”, por lo que se produjo un drástico descenso de su peso corporal. Se realizaron distintos estudios de neuroimagen para detectar algún problema a nivel cerebral, pero todos dieron negativo… aunque no había muchos casos en el mundo y no se sabía muy bien como actuar, había que hacer algo porque el descenso de peso comenzaba a ser algo preocupante, por lo que se empezó a tratar a la paciente con distintos medicamentos antipsicóticos (flouxetina, lo conoceréis mejor por el nombre comercial: Prozac) y tras unos meses en los que no había señales de mejora… se recurrió a una herramienta terapeútica de gran eficacia: la terapia electroconvulsiva. Tras 6 sesiones, los delirios comenzaron a controlarse hasta llegar a desaparecer del todo.

No sólo Freud