A diferencia de su contemporáneo Sigmund Freud, Alfred Adler no sintió la necesidad de rechazar la religión. De hecho, su enfoque holístico cara a cara para trabajar con sus pacientes tenía sus raíces en un precepto bíblico bien conocido.
Los seres humanos tiene la capacidad única para reflexionar sobre sus propios pensamientos y acciones. Sócrates dijo “Conócete a ti mismo”, aunque él no fue el primero en expresar este pensamiento. Simplemente tuvo la buena fortuna de citar un dicho ya popular en presencia de Platón, quien lo escribió para la posteridad y así asegurando que ambos nombres estuvieran vinculados con este, para cuando las futuras generaciones preguntaran por ello.
La búsqueda por conocer el yo, por reflexionar y tratar de entender los pensamientos y el comportamiento humano, ha sido conocida como psicología por quizás 500 años, aunque el origen del término es tan cenagoso como el de la cita que se apropiaron Sócrates y Platón en Delfos. En todo caso, Wilhelm Wundt y William James frecuentemente considerados como los padres de la psicología, sencillamente reavivaron su flama a los finales del siglo XIX, con otros rápidamente agregando brasas.
Algunos de los más importantes incluyen tres psiquiatras quienes unieron sus fuerzas poco después a los comienzos del siglo XX en Viena, Austria. Segismundo Freud, Alfred Adler y Carl Jung fueron reunidos por un profundo interés común, solo para después ser divididos en menos de una década de la misma manera por las profundas diferencias en sus teorías. Tanto Jung como Adler se exasperaron con la insistencia de Freud en ver motivaciones sexuales detrás de cada comportamiento humano. Y mientras que las diferencias de Jung con Freud eran muchas, Adler llegó a niveles más fundamentales en una variedad más amplia de campos.
Jung y Adler, cada uno continuó fundando su propia escuela de psicología. La de Jung llegó a ser mejor conocida entre los círculos populares, pero no porque las ideas de Adler hayan sido descartadas; de hecho, aun se pueden encontradas en metodologías psicológicas modernas. Un gran número de sus conceptos son compatibles no sólo con las terapias que más se practican en la actualidad, sino también con algunos de los escritos más perdurables sobre la naturaleza y el comportamiento humano.
“Esta es la verdadera tragedia de la humanidad, que hasta ahora el espiritu del hombreno ha sido capaz de liberarse, incluso en el camino de su propio desarrollo, de los tentáculos del autoengaño” — Phyllis Bottome, Alfred Adler: A Portrait From Life (1957)
Una psicología con sentido
Adler llamó a su planteamiento Psicología Individual por su énfasis en considerar al individuo de una manera holística. Lejos de enfatizar el individualismo en el sentido de separación o unicidad, insiste en que la persona completa incluye problemas biológicos, actitudes psicológicas y familiares, sociales y los lazos comunitarios. Para Adler, quien entendía la idea de la indivisibilidad inherente en las raíces latinas del individuo, ningún médico podría esperar entender los problemas de cualquier persona separados de todos estos contextos.
De hecho, los planteamientos modernos hacia la psicología y la medicina están más en movimiento hacia un modelo biopsicosocial en cuanto a la evaluación y tratamiento, por otro lado, los Adlerianos han encontrado poca dificultad adaptándose a esta perspectiva. En 1970 el psicólogo Abraham Maslow escribió sobre su creciente respeto por Adler mientras que la evidencia de apoyo escalaba, observando que el punto de vista holístico de Adler sobre el individuo estaba de manera particular adelantado a su tiempo.
Compendios de la Psicología Individual no son difíciles de encontrar, sin embargo muchos de estos reducen las teorías de Adler a un nivel en el que le roban mucho del significado que él les había ligado. Esto es irónico en particular, pues para Adler, el significado era de vital importancia.
“Las experiencias no son la causa de éxito o fracaso”, escribió en su libro El Sentido de la Vida en 1931.“No estamos determinados por nuestras experiencias, sin embargo estamos determinados por el significado que les damos, y cuando tomamos determinadas experiencias como la base de nuestra vida futura, estamos casi seguros de equivocarnos en cierto grado. Los significados no son determinados por las situaciones. Nos determinamos a sí mismos por el significados que les damos a las situaciones”.
Por ello, Adler centró su psicología para descubrir el significado en zonas comunes a la experiencia humana. Este no adoptó religión específica o credo religioso para sí mismo, aunque apreciaba profundamente el potencial de la religión al ofrecer esta sentido positivo a sus pacientes, en agudo contraste con el punto de vista religioso de Freud como una neurosis de grupo. “Hasta ahora el mejor concepto obtenido para el ascenso de la humanidad es la idea de Dios”, escribió Adler. “No cabe duda de que el concepto de Dios abarca dentro de sí mismo como un objetivo aquel movimiento hacia la perfección, y este como objetivo concreto es el que mejor corresponde al obscuro anhelo del humano hacia la perfección”.
Adler renuncio a la capacidad y responsabilidad de definir un sentido “absoluto “de la vida, prefiriendo dejar esto a sus pacientes. Él “fue siempre muy específico en nunca perturbar la religión del paciente o su credo filosófico”, de acuerdo al biógrafo Phyllis Bottome, “y con mayor cuidado aconsejaba a sus discípulos que nunca en ninguna manera su tratamiento interfiriera con las creencias del paciente”. Al contrario, Adler creía que se le podía mostrar a las personas en donde su enfoque a la vida, lo que él llamaba “estilo de vida”, estaba interfiriendo, impidiéndoles vivir plenamente sus creencias.
El concepto de estilo de vida es importante para la Psicología Individual. Como lo emplea Adler, se refiere a estilos de enfocar la vida basada en las expectativas que tenemos de los demás y el mundo. Seleccionamos estas expectativas de nuestras interpretaciones en experiencias de la vida e influencias. Estas pueden incluir creencias tales como “el trabajo arduo remunera”, o “la vida es injusta”, o quizás en el caso de alguien que fue abusado durante su infancia, “el mundo es un lugar duro y peligroso”. Estos estilos o modos, tienen un efecto de largo alcance en nuestra capacidad para cooperar con los demás. Ellos proporcionan el andamiaje para el significado que la gente les da, además de afectar las actitudes y comportamientos mientras buscan ya sea llevarlos a cabo o evitar las tareas de la vida que Adler veía común en todos.
En El Sentido de la Vida, expresó estas tareas dentro del contexto de tres restricciones que todos debemos enfrentar. En primer lugar, dijo, porque vivimos en un planeta pequeño con pocos y preciados recursos, cada uno tiene la responsabilidad de trabajar constantemente, para mejorar nuestra vida y la de todos en este planeta. En segundo lugar, ninguno de nosotros es el único habitante de la tierra, y nuestras deficiencias hacen imposible sobrevivir sin la ayuda y compañerismo de los demás seres humanos. Y en tercer lugar, la preservación de la humanidad depende también de la procreación exitosa.
Según Adler, nos enfrentamos a estas limitaciones continuamente a medida que buscamos sentido en los ámbitos del trabajo, la sociedad y las relaciones íntimas. Cuando la gente aplica significados erróneos en estos ámbitos es cuando surgen los problemas. Definió sentidos equivocados de la vida a aquellos que trabajan en contra de los principios más fundamentales e innegables de la salud mental—que cada individuo debe desarrollar un interés y bienestar por los demás. “Existe una ley”, comentó, “que el hombre debería amar a su prójimo”. Al desarrollarse teorías, Adler deseaba que su psicología debiera descansar por completo sobre ese telón de fondo.
Esto alude al abismo entre las orientaciones teóricas entre Freud y Adler. También da contexto a la aparentemente mordaz discusión de Freud en La civilización y sus descontentos, donde básicamente preguntó, “¿Por qué debo de amar a mi prójimo como a mí mismo?” Lo condenó como una imposición irracional, un “mandamiento grandioso” del cual tomó gran impunidad.
El enfoque de Adler en este principio como la base de todo sentido “verdadero” en la vida, le hizo imposible compartir la opinión Freud sobre la humanidad como un conjunto de impulsos individuales, con la libido—el apetito sexual—formando las bases de toda neurosis. En cambio, para Adler, las neurosis resultan de un enfoque enfermizo en las inferioridades percibidas y las ideas erróneas de superioridad. Estos sentidos equivocados surgen de la interpretación de las limitaciones biológicas y sociales de la persona. La gente podría liberarse de prisiones impuestas por si misma solamente a través del interés bien ensayado por el bienestar de los demás. El amor al prójimo no era simplemente una parte de la psicología de Adler; Adler mismo lo describía como el objetivo final. De ese modo vio el esfuerzo de Freud por liberar la libido sin tener en cuenta el egocentrismo innato de la gente como “una de las teorías más peligrosas y antisociales”. Adler estaba completamente de acuerdo en permitir a la gente expresar totalmente su personalidad siempre y cuando sus impulsos estuvieran enfocados en dirección a lo que él llamaba Gemeinschaftsgefühl.
“Para poder saber cómo piensa un hombre, tenemos que examinar su relacion con su semejante” — Alfred Adler, Understanding Human Nature (1927)
El interés social y el amor
El término Gemeinschaftsgefühl de Adler con frecuencia se expresa como “interés social” o “sentido comunitario” en la traducción de sus obras al español. Sin embargo Paul Stepansky, un historiador del psicoanálisis, disputa que si esto hubiera encapsulado el significado de Adler, muy probablemente hubiera utilizado sozial Gefühl, un término más común. De hecho, ambas frases en español no alcanzan a transmitir el significado que atribuyó al término. Stepansky prefirió la traducción, “sentimiento comunitario”, quizás ligeramente de más ayuda.
En El Sentido de la Vida, Adler lo explica de esta manera: “Siempre ha existido gente. . . que sabía que el sentido de la vida era estar interesado en toda la humanidad, y que intentaron desarrollar interés social [Gemeinschaftsgefühl] y amor. En todas las religiones nos encontramos con la preocupación por la salvación de la humanidad. En todos los grandes movimientos mundiales, la gente ha estado luchando por incrementar el interés social, y la religión es uno de los mayores impulsores en esta dirección. Sin embargo, las religiones frecuentemente han sido malinterpretadas”—un problema que podría ser superado, escribió, por “una aplicación más cercana a esta común tarea”.
El trasfondo de este pasaje sugiere que “interés social” de hecho, es sinónimo con lo que Adler llamó la ley de “ama a tu prójimo”, y es difícil argumentar con su conclusión que la religión con frecuencia ha sido malinterpretada debido a la falta de la aplicación de esta ley.
De igual manera, muchos de los conceptos psicológicos de Adler han sido malinterpretados al no ser entendidos desde la perspectiva del Gemeinschaftsgefühl. Por ejemplo, para describir la escuela vienesa de psicología, Víctor Frankl ex alumno de Adler, sugirió que el punto de vista de Freud de la motivación humana puede ser caracterizado por la “voluntad del placer” y el de Adler por la “voluntad del poder”. Sin embargo, como algunos analistas lo han señalado, el punto de vista de Adler sobre el poder de las motivaciones difícilmente puede describirse de una manera simple. Podría explicarse mejor como la “voluntad de cambiar para bien”, la “la voluntad de dominar los problemas”, o hasta la “la voluntad de perfección”. Alexander Müller, colega de Adler, se refirió a esto en términos de “poder creador”, o el poder que nos permite dejar de lado metas equivocadas y reorientar nuestros esfuerzos.
Ciertamente, Adler vio en los seres humanos un deseo por dominar, por cambiar, por crecer, por vencer. Visto desde la perspectiva del Gemeinschaftsgefühl, esto es algo muy diferente de la “voluntad del poder” de Nietzsche”—el deseo por dominar a los demás.
Adler aclaró su versión en sus argumentos sobre superioridad e inferioridad, dos términos adicionales que, como el poder, no significan exactamente la misma cosa en la lengua vernácula de hoy como lo fueron para él. Desde su perspectiva, fue la interpretación de superioridad del individuo (consecución del dominio o excelencia) o inferioridad (conciencia de las debilidades o faltantes) que determinaron su valor en la motivación de la conducta. Desarrolló la teoría de que la gente está más cómoda no solamente con alcanzar un nivel positivo de contribución, sino por lo menos de alguna forma rebasarlo. Desde el punto de vista de la salud mental, la percepción de las carencias o inferioridades personales son una fuerza positiva para el cambio constructivo hacia cierto nivel de excelencia o superioridad. En realidad, Adler creía que el progreso humano siempre ha dependido de esta fuerza.
Por otro lado, si una persona tiene una idea equivocada en cuanto a cómo alcanzar un estado positivo—una idea que no está en consonancia con el Gemeinschaftsgefühl—entonces la percepción de esta carencia puede llevarle a un “complejo de inferioridad” que le induce a distanciarse ya sea de sus responsabilidades sociales o por el contrario buscar dominio sobre otros. Tal persona no estará operando con el verdadero sentido de la vida de acuerdo a Adler; su estilo de vida estará basado en lo que los psicólogos llaman una “inteligencia privada” que no puede ser compartida o beneficiar a otros porque no está preocupada por la cooperación o preocupación social.
Aunque Adler advirtió a sus estudiantes de “tener cuidado de no hacer juicios muy a la ligera” en cuanto a las motivaciones subyacentes de alguien más, observó que “podemos encontrar en todas las metas un factor común—la aspiración a ser como Dios. . . . En antiguas disciplinas religiosas es visible el mismo objetivo: Los discípulos debían educarse de tal manera que se convierten en dioses”. Sin embargo algunas gentes, reconoce Adler, toman el “camino equivocado” en su interpretación de ser como dios: “Frecuentemente las personas desquiciadas expresan su objetivo de su superioridad como dioses muy abiertamente. Estos afirmarán, ‘Soy Napoleón’, o ‘Soy el Emperador de China’. Desean ser el centro de atención a nivel mundial, pare estar constantemente ante la opinión pública”. Tales individuos interpretan el objetivo de ser como dios como uno de obtener poder para sí mismos en lugar de servir, ayudar y complacer a los demás.
Adler vio la voluntad de los seres humanos para cambiar sus debilidades en fortalezas, ya sea manifestada de manera positiva o no, al estar directamente conectado con el deseo innato de ser semejante a Dios. “Hasta cierto grado todos estamos envueltos con este sentido—de Dios y ser semejantes a Dios”, observó. “Incluso el ateo quiere conquistar a Dios, ser superior a Dios”.
Este afán por ser semejante a Dios, cuando se aplica a las tres primeras áreas del sentido de la vida de Adler (trabajo, conexión social y el amor), puede producir un sinnúmero de objetivos. Ya sea o no que estos objetivos sean compatibles con el Gemeinschaftsgefühl determina si el comportamiento de una persona puede ser caracterizado como saludable o neurótico. Siempre y cuando el comportamiento le esté ayudando a obtener los objetivos deseados, el comportamiento continuará. Es solamente cuando una persona puede ser convencida que un objetivo “fue elegido mal”, insistió Adler, que el comportamiento podría cambiar.
“Los únicos individuos que realmente pueden afrontar y superar los problemas en la vida, son los que muestran en su esfuerzo una tendencia a enriquecer a todos los demás” — Alfred Adler, El Sentido de la Vida (1931)
Todo lo viejo es nuevo otra vez
Este énfasis en ayudar a pacientes a modificar sus creencias y formas de pensar para cambiar el comportamiento y superar las dificultades es sólo un concepto que le han ganado a Adler, citas como: «el primero de los terapeutas cognitivos».
Entre los métodos terapéuticos modernos más ampliamente utilizados se encuentra la terapia cognitiva conductual (TCC). Las similitudes entre la teoría Adleriana y el planteamiento moderno TCC se pueden ver en conceptos como los “esquemas subyacentes” del paciente (el “estilo de vida” de Adler) y en el énfasis sobre el establecimiento de una relación terapéutica cooperativa y colaborativa en la cual se aliente el cambio. Los fundadores de ciertos modelos dentro del planteamiento TCC, incluyendo a Aaron Beck y Albert Ellis, han reconocido la influencia de Adler, y aunque es difícil una evaluación completa de su alcance, varios de los principios básicos de su enfoque también se encuentran en la teoría del apego, el movimiento de la psicología positiva, y el estudio del trauma y la resiliencia.
En 1987 Carl Rogers, cuyo enfoque de la terapia está centrado en la persona conlleva muchas marcas de la influencia de Adler, escribió a su colega el psicólogo Heinz Ansbacher sobre su contacto con Adler durante su pasantía en Nueva York; “Me impresionó la manera tan directa y falaz del Dr. Adler en inmediatamente relacionarse al niño y al padre”, Rogers escribió; “Me llevó algún tiempo darme cuenta cuanto había aprendido de él”. También Frankl reconoció la considerable influencia de Adler, al igual que Rollo May, quien—como Frankl—estudio con Adler en Viena.
El reconocimiento a su influencia parecía no ser el objetivo de Adler, de acuerdo a su biógrafo. Bottome registra una conversación que se llevó a cabo antes de su inesperada muerte (véase el boceto biográfico, “Sanar y Educar”). Un amigo comentó con pesar sobre la falta de crédito otorgado a Adler por muchos de sus antiguos colegas. “Mis enemigos siempre han sido una bendición para mí”, Adler cortésmente refutó. “Es cierto que cuando no resienten mis ideas, a menudo se escapan con ellas y después las llaman suyas; sin embargo las propagaran más rápidamente debido a ese motivo. Creo que he hecho algunos descubrimientos, y ya sea que son llamados de Adler o no, no me preocupa. Sin embrago, creo que esos descubrimientos son verdaderos y que, por lo tanto, serán de uso duradero para la humanidad, y esto me hace feliz”.
De hecho, algunos de sus descubrimientos podrían haberse llamado mejor “redescubrimientos” y como tales, no debieron haber sido nombrados “de Adler” del todo. Así como lo indicó en Interés Social: Un Reto para la Humanidad, los exámenes profundos de la naturaleza humana y la personalidad existen en las obras antiguas, de las que dijo apuntan al entendimiento que la gente no puede ser tratada como islas separadas de sus conexiones interpersonales. Tomando en consideración las raíces judío-cristianas de Adler, no es de sorprender que este cite la Biblia como ejemplo de estas antiguas obras, particularmente en vista de su énfasis sobre el amor al prójimo como una ley para la humanidad. El fundamento de la creencia judío-cristiana es que toda la ley para la humanidad puede ser destilada en dos principios: el amor a Dios y el amor al prójimo (véase “La Biblia en las Relaciones: Ama a tu Prójimo”).
Adler enfocó la mayor parte de su atención en el segundo punto, pero hay indicaciones claras que también le asignó un gran valor al primero, no solo en su referencia al esfuerzo humano por ser como Dios, sino también en su pesar de que Dios se estaba convirtiendo en un concepto “más pobre”, pensado simplemente como “fuerzas de la naturaleza”. Insistió que la Psicología Individual podría considerar dicho pensamiento mecánico y sin rumbo solo como “una ilusión”, comparándolo con psicologías que reducen a la humanidad a una colección de impulsos.
Sin embargo, Adler no pasó por alto las dificultades que presenta la religión al método científico. “Mientras que el punto de vista materialista carece de objetivo, que después de todo es la esencia de la vida”, dijo, “el punto de vista religioso, está muy por delante en este respecto, por otro lado carece de fundamento causal, pues Dios no puede ser probado científicamente; Él es un don de fe”. Mientras más concreta esta fe, teorizó Adler, más substancioso el éxito de la gente en luchar por vencer y enriquecer la vida de los demás.
Parece extraordinario que Adler mostrara dicha tendencia a dar crédito a principios religiosos, especialmente considerando el hecho de que sus hijos adultos más tarde describirían a su familia como ateísta. Sin embargo, su observación fue que la reluctancia a la religión surgió del “no esporádico” abuso de esta, más bien por la naturaleza de la religión misma, y por lo tanto no era su intención suplantar religión con psicología. “[Psicología Individual] será satisfecha en la aplicación práctica de su ciencia para proteger y adelantar el bien sagrado del amor fraternal en donde las religiones han perdido su influencia”, escribió en Religión y la Psicología Individual, un libro de 1933 escrito en coautoría con el ministro luterano Ernst Jahn; “No considero esto un mal elogio cuando se enfatiza que la Psicología Individual ha vuelto a descubrir algunas de las posiciones perdidas en la orientación cristiana. Siempre he tratado de demostrar que la Psicología Individual es el heredero de todos los grandes movimientos cuyo objetivo es el bienestar de la humanidad.
«A pesar de este noble objetivo, la teoría de Adler no ha escapado a su bagaje de retos y criticismos. Por ejemplo, algunos han presentado su preocupación sobre la falta de una base clara para definir el nivel del Gemeinschaftsgefühl que pudiera constituir a la salud mental. Otros han visto connotaciones siniestras en la influencia de los “valores conformistas” en la psicología de Adler, tales como su conclusión que la monogamia es el enfoque social más responsable al matrimonio, y que el sexo no debe preceder al compromiso del matrimonio. A la vez que la teoría adleriana ciertamente ha evolucionado con los años, algunos han argumentado que en la práctica presente aun necesita actualización.
No obstante, los que apoyan a la teoría Adleriana, citan sus valores implícitos como la razón de su atracción como un enfoque para cambiar el comportamiento humano. Estos valores-que cada uno de nosotros está obligado a fomentar, ayudar y contribuir a los demás por la ley de «ama a tu prójimo», y que cada uno de nosotros es capaz de hacer los cambios necesarios en nuestras vidas para cumplir con esta responsabilidad-no son nuevos. Ellos han sido parte de la ética judío-cristiana desde hace milenios. Sin embargo, aún no se han practicado lo suficiente como para lograr los cambios de la sociedad que Adler previó.
“La tremenda declaración, sin el respaldo de los hechos, de que la naturaleza humana no cambia (mediante la cual se implica indirectamente que no puede cambiar, además de que nadie desea hacerlo, si es que pudiera) es demasiado reconfortante como para darse por vencido a la ligera” — Phyllis Bottome, Alfred Adler: A Portrait From Life (1957)