Aburridos de los malos tratos, palizas, tratamientos de electroshock, de estar encerrados en un régimen militar y, lo peor de todo, de vivir lejos de la pornografía red mundial de computadores, un grupo de jóvenes adictos a internet organizó un motín y arrancó desde el centro de rehabilitación que los oprimía en la ciudad de Jiangsu, China.
Los 14 rebeldes, de entre 15 y 22 años, armaron una fuga de película: amarraron al instructor a su cama y dejaron el centro de trabajos forzados a pie. El régimen carcelario los agobió tanto que se pusieron de acuerdo, aún sin contar con internet, para arrancar hacia la libertad. Todo muy lindo, pero sus planes se vieron truncados por la falta de habilidades sociales…
Después de volver a la calle, los 14 de la fuga se dividieron en grupos de a tres, los que se dirigirían a la casa del líder de estos dependientes digitales. Una buena medida (para no levantar sospechas), la que fue sucedida por una mala decisión. Más bien una pésima decisión: tomaron taxis para llegar al hogar del cabecilla, pero no tenían ni un yuan en sus bolsillos. “¿Dónde están mis monedas de oro?”, habría dicho uno de los adolescentes.
El amable conductor llamó a la fuerza pública, la que descubrió que los inocentes pasajeros eran unos peligrosos adictos, los que fueron conducidos con sutileza al cuartel policial, donde sus padres, que pagaron altas sumas por su “rehabilitación”, los fueron a buscar con cariño y comprensión. Al final, 13 de los 14 fugados deberán volver al encierro, donde se acuestan a las 21:30 y se levantan a las 05:00 de la mañana.
En China, la adicción a internet afecta a 24 millones de jóvenes, la mayoría enviciados en juegos en línea. Una de las madres de los forajidos afirmó que su hijo estuvo 28 horas seguidas pegado al computador, lo que lógicamente la preocupaba. Yang Guihua dijo que no veía problemas en los métodos usados en el tratamiento. “Son por su propio bien”, agregó.