El mito de la crisis de la mediana edad

La crisis de la mediana edad se sitúa en torno a los 40 años y suele coincidir con la etapa en que el individuo se plantea ciertas cuestiones

Es obvio que la madurez va de la mano del paso del tiempo. Así son muchos los que se preparan para tal acontecimiento, previniendo, mediante el cambio de sus hábitos, la entrada al envejecimiento.

La crisis de la mediana edad se sitúa en torno a los 40 años y suele coincidir con la etapa en que el individuo comienza a cuestionarse el curso de la existencia que ha llevado, haciéndose preguntas del tipo, ¿he conseguido mis metas?, si es así, ha valido la pena el esfuerzo.

Cuando después de esta valoración el individuo percibe que no ha logrado sus objetivos comienza a verse inmerso en un círculo vicioso en el que el disgusto y la frustración que siente le hacen cuestionarse todo, apareciendo pensamientos negativos que dominan su vida y que tienen como consecuencia un efecto demoledor en su entorno, tanto el laboral, como el familiar o el social.

Las personas que sufren crisis de la mediana edad acostumbran a comportarse de una forma rara, como si hubieran vuelto a la adolescencia; pueden estar irritables, inquietas y no saben lo que quieren.

Suelen pronunciar frases como «ya lo he conseguido todo en la vida» o «nada me ilusiona».

La desilusión, el cansancio y el desengaño son frecuentes. La desilusión con uno mismo, porque los proyectos juveniles no se han realizado. Cansancio al ver que las nuevas responsabilidades como la familia, los hijos, el trabajo profesional, o las obligaciones sociales piden un esfuerzo continuado y se hacen cada vez más pesadas. En esta etapa la pareja pierde importancia y protagonismo, a favor de los hijos y el trabajo, por lo que sobreviene la crisis.

Como conclusión, indicar algunas claves que ayudan al individuo, hombre o mujer, a superar esta crisis.

Para aquellos que se encuentren en la mediana edad es recomendable, en primer lugar, hacer un mapa, un diagnóstico, donde se indiquen los términos como dónde estamos y dónde queremos llegar.

Una vez se haya decidido dónde ir o la dirección que se quiere tomar es necesario elaborar un inventario lo más completo posible desde el punto de vista de recursos y capacidades.

Hay que tener en cuenta el apoyo que se necesita para elaborar el plan.

Debe incluir una valoración emocional de las ganancias y fracasos, qué es lo que se quiere dejar atrás y qué es lo que se quiere llevar consigo.

Intente hacer un análisis sobre sí mismo, encontrando qué puede modificar, muchas veces el entorno no es culpable de las miserias.

Márquese un tiempo de logro y de ejecución.

Sea responsable y comprométase con el mapa, el pensamiento debe ser positivo.

Carolina Garcia Gutierrez | ParaSaber