¿Es posible saber si dos personas que se acaban de conocer formarían una pareja estable, si serán infieles e incluso si en el futuro les gustaría practicar sexo en grupo? La ciencia posee explicaciones a casi todo lo que ocurre en la sexualidad y Pere Estupinyà las desvela en su nuevo libro.
En La Ciencia del Sexo, recién publicado por Debate, este bioquímico catalán (Tortosa, 1974) residente en Nueva York, explica cosas del sexo que nunca antes habíamos oído y lo hace con historias servidas con el lenguaje sencillo por un científico a quien no le gusta «tratar a la ciencia de usted».
Para contárnoslas, Estupinyà ha vuelto a meterse en el papel de «ladrón de cerebros» que adoptó tras su paso por el prestigioso Programa de Periodismo Científico del Instituto de Tecnología de Massachusetts (MIT) y que consiste en adentrarse en las mentes de los científicos más brillantes y compartir con el resto de los mortales lo que hay dentro de ellas.
La idea de la Ciencia del Sexo nació de lo que este ‘Robin Hood del conocimiento’ define como «rascar donde no pica»: «indagar en aquellos temas por los que inicialmente no sientes curiosidad para lograr despertarla».
«La ciencia del sexo era un tema que no me picaba académicamente, pero en un congreso descubrí a una investigadora que en diez minutos me dijo cosas interesantísimas, decido rascar donde no pica, y así me doy cuenta de que casi nada estaba por contar en la ciencia del sexo», explica Estupinyà en una entrevista con Efe.
Ahora le toca al lector descubrir cosas como que los científicos pueden prever si dos personas que se conocen formarán una pareja estable observando su actividad cerebral, que hay genes específicos asociados a la infidelidad, o a que las posibilidades de ligar son más altas si tanto chico o chica salen acompañados de una amiga.
Aprendemos también que nuestro comportamiento sexual está dominado por hormonas de nombres tan exóticos como dopamina, serotonima, endocrinas o noradrenalina. Ellas son las culpables de cuando estamos estresados, un beso de amor nos relaje, o de que una mujer se vea mucho más atractiva y despierte más interés en la segunda semana del ciclo, cuando tiene los estrógenos por las nubes que si estuviera en una base con altos niveles de progesterona.
La ciencia ha encontrado respuesta a casi todo lo que nos pasa con el sexo: así, si una mujer difícilmente alcanza el orgasmo durante el coito puede ser debido a que tenga el clítoris muy separado de la vagina, mientras que gatillazos y eyaculación precoz suelen deberse a que los nervios y el estrés ante la excitación pueden bloquearla.
En este libro imprescindible para conocer mejor nuestro cuerpo y perder prejuicios descubrimos que la mayoría de parejas sadomasoquistas tienen mejor comunicación entre ellos que las convencionales, o que frecuentar locales de intercambio de pareja suele ser enriquecedor para quienes lo practican.
Uno de los tantos estudios científicos citados concluye que el perfil de quienes practican el intercambio de parejas no es el de una pareja en crisis o infeliz, sino más bien el de quienes «buscan nuevas sensaciones dentro de la pareja, rompiendo convencionalismos».
A Estupinyà otra de las cosas que más le ha llamado la atención ha sido cómo los hombres que practican sexo tántrico alcanzan orgasmos sin eyaculación, o las mujeres que llegan al mismo a través del deporte, o los discantados que sienten deseo a pesar de haber perdido la sensibilidad en sus genitales.
Aún así, el ‘Ladrón de cerebros’ considera que en la ciencia de sexo… «casi todo está por descubrir», y cree que algunas las áreas en las que más conocimiento falta son, por ejemplo, la de los efectos secundarios relacionados con el sexo en los medicamentos, el desarrollo sexual del niño o los procesos que hacen que un pedófilo se convierta en pederasta.
Aún con tanta incertidumbre todavía por desvelar, en la ciencia del sexo existe un extendido consenso en torno a la más clásica de las cuestiones: «el enamoramiento correspondido es el estado de máxima felicidad, bienestar emocional y salud física».
Y es así porque el vínculo con la persona amada nos hace generar en grandes dosis una embaucadora hormona llamada dopamina, que logra que solo pensar en que vamos a verla nos produzca bienestar y motivación, mientras que estar con ella nos cause una absoluta revolución.
EFE