Soy consciente de que muy pocas personas como yo han tenido la fortuna de poder obtener una formación universitaria tanto en ciencias naturales como en ciencias humanas. Inicié mis estudios universitarios en la facultad de arquitectura, donde cursé cuatro años completos. Allí aprendí los fundamentos básicos de cálculo, álgebra, geometría y mecánica, además de otras disciplinas relacionadas con la estética y el diseño, el urbanismo o la ingeniería de construcción.
Después de cursar los cuatro primeros años, obteniendo buenas calificaciones, decidí abandonar arquitectura e iniciar mi formación en psicología. A pesar de toda la ilusión puesta en esta decisión, mis primeros encuentros con los estudios de psicología me desconcertaron ya para siempre. Casi no podía creer lo que estaba viendo y oyendo. En arquitectura tuve alguna que otra discusión con algún profesor en relación a la falta de rigurosidad en determinados planteamientos. Pero lo que ocurría en la facultad de psicología era muchísimo peor. Enseguida me di cuenta de que había ido a parar a otro mundo, un mundo en el que la ciencia, tal y como yo la conocía, no existía, por mucho que los profesores no parasen de afirmar el carácter científico de la disciplina.
Por suerte o por desgracia, no abandoné psicología y, no sin una gran dosis de sufrimiento intelectual, decidí orientar mi vida definitivamente hacia la psicología. Digo todo esto para el lector sepa que puedo hablar con conocimiento de causa tanto de los estudios de ciencias naturales como de los de ciencias humanas. Recuerdo, incluso, que por necesidad de no perderme en el abismo de la especulación gratuita cursé un año de mecánica quántica, en la facultad de físicas, mientras estaba estudiando psicología. Por cierto, todas las asignaturas optativas que me permitió el plan de estudios las escogí de fuera de psicología.
En resumen, que desde que empecé los estudios de psicología, siempre he sentido indignación y nauseas ante casi todos los textos de psicología que he leído (sólo unos pocos, contados con los dedos de una mano, no me han causado tales sensaciones). Con los años, he llegado a entender de una forma sencilla, la razón de tales sentimientos y este es el motivo de la siguiente reflexión.
Mi permanente, y resignada, indignación surge de la incongruencia que significa el que unos estudios o una ciencia, que dice tratar el comportamiento humano, sea tan fácil de aprobar, en comparación con otras ciencias que tratan de fenómenos mucho más simples. Un puente, por ejemplo, es un fenómeno muchísimo más simple y elemental que una depresión cerebral. No obstante, los estudiantes que quieren llegar a hacer puentes tienen que estudiar cinco o diez veces más que los que quieren llegar a tratar depresiones.
Cuando, en alguna ocasión, he comentado este punto a mis estudiantes de psicología, se han enfadado mucho conmigo, diciendo que ellos también tienen que estudiar mucho. Ya no he vuelto a comentarles más este asunto porque enseguida me di cuenta de que ellos no tienen ni la más mínima idea de lo que un estudiante de ingeniería tiene que estudiar, de la enorme cantidad de horas que cada año tiene que invertir para seguir adelante.
Evidentemente, quien no ha cursado estudios de ciencias naturales tendrá dificultades para entender lo que trato de expresar. Pero, el hecho incuestionable es que se requiere muchísimo más esfuerzo para obtener una licenciatura de física, química, medicina, ingeniería o biología, que no una de psicología, pedagogía, economía o sociología, digan lo que digan los estudiantes de estas últimas.
Y para quien piense un poco, enseguida se tendrá que dar cuenta de que este hecho, esta situación es, en sí misma, incongruente y alarmante. Esta circunstancia manifiesta un alto grado de dejadez, menosprecio, arbitrariedad, complacencia, etc., en el colectivo «científico» que tiene la responsabilidad de formar a los supuestos psicólogos, pedagogos, etc. ¿Cómo es posible que unos estudios que tratan fenómenos muy complejos sean mucho más fáciles que otros que estudian fenómenos más simples? ¿Qué explicación razonable puede tener este hecho?
Los psicólogos se defienden diciendo que la psicología es muy joven, que no tiene la tradición ni la historia de la física o la medicina. Es decir, nos dicen que el cuerpo de conocimientos de la psicología actual es muy pobre, muy escaso. Pero, ¿esto justifica que la enseñanza de la psicología deba de ser pobre y escasa? Si la psicología no puede aportar, por el momento, suficientes contenidos y conocimientos, entonces porqué no se aprovecha esta laguna (mejor dicho, este océano) para formar científicamente a los aspirantes de psicología. Porqué no se les forma en matemáticas, física, química, biología y medicina, en vez de hacerles perder el tiempo con las mismas especulaciones, repetidas una vez tras otra de formas distintas, carentes de toda rigurosidad.
El resultado de tal disparate es la licenciatura de unos supuestos profesionales que ni tienen conocimientos de psicología, ni tienen formación científica, es decir, ni saben pensar con un mínimo de disciplina.
Evidentemente, los primeros satisfechos con esta situación son los propios estudiantes que ven como pueden lograr una licenciatura universitaria con poco esfuerzo. Por otra parte, también beneficia a los profesores cuyo esfuerzo de preparación es también mínimo. Es decir, esta situación satisface a todos.
Luego, en la calle, los psicólogos claman para que la sociedad respete su profesión y les hagan un hueco en los hospitales, las escuelas, las empresas, etc. Culpan al estado y a la gente de no saber lo que se están perdiendo al desaprovechar las grandes ventajas que ofrece la psicología. Pero en ningún caso piensan en lo que ellos han hecho para que esto sea así.
Mi indignación, por el hecho de ser psicólogo, y la desconfianza de la sociedad, ante la psicología provienen directamente de la mediocridad y la autocomplacencia conque nosotros, como colectivo, tratamos nuestra propia actividad. Mientras los planes de estudio de psicología sigan siendo meros trámites para la obtención de un título universitario, mientras la formación científica de un psicólogo no sea realmente equiparable, cuando no superior, a la de un médico o un ingeniero ¿quién nos va a creer?
La psicología actual está en una profunda crisis, tan grande y extensa que nadie se atreve a afrontarla. Crisis de formación, crisis de eficacia, crisis de confianza social. La sociedad demanda con urgencia ayuda profesional para afrontar la enorme cantidad de sufrimiento que invade la vida de todas las personas, pero se niega a caer en manos de personas sin formación, cuyo único activo es su buena voluntad, en el mejor de los casos. El mercado no es tonto, todo lo contrario, es extremadamente inteligente y sabe distinguir perfectamente entre un producto eficaz y un producto defectuoso o engañoso.
Quienes tienen en su mano contribuir a la formación de los futuros psicólogos, deberían tomarse en serio esta situación, a pesar de que les pudiera perjudicar, si es que aman a la psicología. Si la psicología no está preparada para llenar de contenidos una gran parte del periodo de formación universitaria, se debería aprovechar la situación para formar científicamente a los futuros psicólogos. No sabrán más psicología, pero, al menos, poseerán una formación científica digna de este nombre, lo cual, puede que algún día dé frutos insospechados.